Por su cantidad de habitantes, Bucha podría equipararse a Jesús María, Bell Ville o La Calera: al menos hasta el 24 de febrero de 2022, cuando Rusia inició su “operación especial” en territorio ucraniano, la población de esa ciudad sumaba casi 37 mil personas.
Situado en las puertas de Kiev, ese lugar era para muchos ucranianos lo que las sierras chicas son para muchos cordobeses que trabajan en la capital, pero deciden vivir lejos del ruido urbano.
Pero la abrupta llegada de los rusos trastocó todo. Ahora Bucha, caracterizada por sus parques llenos de verde y sus monumentos históricos, es un emblema de las ejecuciones sumarias de civiles en medio de la invasión.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh), en un informe fechado en diciembre último, señala que se logró documentar hasta el momento la ejecución arbitraria en esa ciudad de 54 hombres, 16 mujeres, dos niños y una niña durante las primeras semanas de invasión. Bucha es considerada por los responsables de esa investigación como “la más afectada” por asesinatos intencionados perpetrados por los rusos, pero hay mucho más.
Ejecuciones a mansalva
Naciones Unidas pudo certificar hasta aquí que, en el periodo comprendido entre el 24 de febrero y el 6 de abril de 2022, hubo en total 441 ejecuciones sumarias de civiles en 102 pueblos y ciudades de las regiones de Kiev, Chernígov y Sumy.
En el 88 por ciento de los casos, se trata de hombres y niños, con la salvedad de que aún se investigan otros 198 presuntos asesinatos deliberados cometidos por soldados rusos sólo al comienzo de la avanzada militar.
Las ejecuciones sumarias (o “extrajudiciales”), consideradas “crímenes de guerra”, son definidas como el asesinato de oponentes políticos, presuntos delincuentes y población civil por parte de fuerzas armadas de un Estado, o cualquier persona que actúe bajo sus órdenes, sin que haya un proceso judicial o legal.
Las condiciones en las que se produjeron las ejecuciones de civiles en Ucrania revelan en toda su dimensión la brutalidad de la guerra: para entenderlo basta imaginar cada situación relatada por el informe de Naciones Unidas.
El documento presentado por el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, reporta ejecuciones de civiles ucranianos en lugares de detención improvisados, aunque otros casos ocurrieron en las propias casas y patios de las víctimas.
También hubo homicidios intencionados en controles de seguridad en la vía pública, con un detalle muy escalofriante que lograron corroborar en el terreno los investigadores de Naciones Unidas: “Las ejecuciones se produjeron incluso cuando las víctimas habían demostrado claramente que no suponían una amenaza, por ejemplo, levantando las manos”, señala el informe.
Consecuencias mortales de acciones simples
En el sitio web de Acnudh, la jefa de la misión de ese organismo en Ucrania, Matilda Bogner, describe que “un simple mensaje de texto, una prenda de camuflaje o un documento indicativo de haber cumplido el servicio militar podían acarrear consecuencias mortales”.
En muchos casos las víctimas tuvieron el infortunio de aparecer en listas negras de los servicios de inteligencia rusos, que las marcaron como potenciales amenazas para las fuerzas de ocupación.
Otro tramo de la investigación subraya que las fuerzas rusas dispararon con vehículos blindados y tanques contra edificios residenciales, sin distinguir entre objetivos militares y objetivos civiles: no hay forma de pensar que esas operaciones pueden terminar sin cuerpos destrozados de ciudadanos desarmados.
Varios civiles fueron “alcanzados”, señala el documento de la ONU, mientras se desplazaban en las rutas y caminos de un pueblo a otro, algunos para huir de las hostilidades, pero otros cuando iban a su trabajo.
Las masacres y su efecto en niñas y niños
En forma paralela a esos casos, sobre la vida de ucranianos inocentes y desarmados pende otra gran espada de Damocles: el uso de “armas explosivas con efectos de área amplia”, que incluyen el bombardeo con artillería pesada, sistemas de lanzamiento de cohetes múltiples, misiles y ataques aéreos. Estos procedimientos, como es lógico suponer, elevan drásticamente la cantidad de víctimas civiles.
Otro informe publicado el 23 de enero último por el Acnudh consigna que, desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, perdieron la vida alrededor de 8.000 civiles y hay hay unos 13.300 heridos. Los fríos números de ese último reporte consignan que entre las víctimas se identificaron hasta aquí 2.800 hombres, 1.895 mujeres, 223 niños y 180 niñas.
Las regiones más peligrosas para la población civil a lo largo de un año de guerra son las de Donetsk y Lugansk, situadas en el este de Ucrania y ocupadas parcialmente por las tropas rusas. En esa parte del país invadido se produjeron la mayor cantidad de bajas como consecuencia de bombardeos masivos.
Pero al cumplirse un año de guerra en suelo ucraniano asoma otra calamidad que el informe del Acnudh de diciembre pasado traduce en números: más de 18 millones de personas necesitan ayuda humanitaria, casi ocho millones de civiles abandonaron el país y 6,5 millones son desplazados internos.
El drama bélico es alevosamente impiadoso con los más pequeños: se estima que, aunque logren zafar de las bombas y las balas, 1,5 millones de niños y niñas están en riesgo de sufrir depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático y otros problemas de salud mental.
Desplazados a la fuerza
El movimiento global Amnistía Internacional publicó en su sitio web una dura denuncia por los traslados forzosos de población civil ucraniana, llevados a cabo por las fuerzas rusas bajo directivas de las autoridades de Moscú.
El informe divulgado señala que los rusos desplazan por la fuerza a ciudadanos desde las zonas controladas por los invasores hacia regiones que se mantienen bajo control de Kiev, lo que supone que esos desventurados ucranianos deben abandonar sus hogares para afrontar una peregrinación de cientos de kilómetros con final incierto. Pero la cosa no queda ahí.
Amnistía Internacional denuncia operaciones de “filtrado”, metáfora con la que se designa a los procesos de selección abusiva que derivan en detenciones arbitrarias, torturas y una gama espeluznante de malos tratos como palizas, descargas eléctricas, amenazas de ejecución, privación de agua y comida y reclusión en condiciones peligrosas de hacinamiento.
Nada con lo que argentinos nacidos en el siglo pasado no se sientan familiarizados, sólo que llevado a una escala masiva en Ucrania.
Como si esto no fuera suficiente, todavía hay un peldaño más en esa faceta del horror: la separación de niños y niñas de sus familias y su traslado a zonas controladas por los invasores, aunque en casos extremos también hubo deportaciones ilegítimas a Rusia. Amnistía Internacional cita el caso de una mujer que durante el filtrado fue detenida y separada de su hijo de 11 años, al que no volvió a ver desde ese momento.
Delitos sexuales de los soldados rusos
Si algo no puede faltar en el delirio de la guerra eso es la violación sistemática de mujeres. Los hechos que se denuncian a raudales en sitios webs y ante organismos internacionales evidencian las prácticas más aberrantes durante el año que lleva la guerra en Ucrania.
Desde desnudos forzados hasta sótanos utilizados para violaciones en grupo, pasando por casos de esclavitud sexual, todo fue posible desde que los rusos atacaron a sus vecinos.
Las agresiones sexuales, según distintos especialistas, son otra manera que tienen los soldados rusos de demostrar su dominio en las ciudades y pueblos que cayeron bajo su control.
Como una forma precaria de defenderse de los ataques sexuales, en algunos pueblos muchas mujeres optaron por cortarse sus cabellos con la idea de parecer menos atractivas para los uniformados rusos. Desde la comodidad de un despacho en el Kremlin es muy difícil imaginar, quizás, estas vivencias de guerra.