André Pinto nació hace 50 años en Curitiba, ciudad referente de la industria automotriz de Brasil. Después de trabajar largo tiempo en Volkswagen, Renault lo convocó, primero para la fábrica en esa ciudad y luego para su planta de cajas de cambio en Los Andes, Chile.
Al poco tiempo, Renault lo trajo a la fábrica Santa Isabel, en Córdoba, donde lo sorprendió algo que no había encontrado en otras fábricas: “El sentimiento de pertenencia del trabajador; el operario de Córdoba tiene puesta la camiseta de Renault”. Esto, asegura, llevó a la fábrica cordobesa a obtener un logro que actualmente la destaca entre las plantas que el grupo francés tiene en el mundo.
–¿Nació en Curitiba, una ciudad automotriz?
–Sí, arranqué en la industria con 17 años como técnico en electrotécnica. En Brasil, en la escuela secundaria uno puede elegir entre distintos cursos de cuatro años con los cuales uno puede salir con formación técnica. Empecé haciendo instalaciones eléctricas para una empresa que se llamaba DG System y en 1998 entré en Volkswagen.
–¿Qué hacía en Volkswagen?
–Entré con 23 años como operador de pintura. La fábrica de Volkswagen (que está en São José dos Pinhais, cerca de Curitiba) se inauguró en 1999; cuando entré a la fábrica, no había nada, sólo la fundación. Eso me permitió formarme en San Pablo. Después pasé al nivel JU, el primer puesto de liderazgo; luego fui JT (jefe de taller), también estuve en las áreas de pintura, montaje, ingeniería y, finalmente, gerente de la línea de montaje.
–Hasta que lo llamó Renault.
–Eso fue en 2019. Renault me invitó a trabajar en la línea de montaje de vehículos particulares, que fabricaba tres turnos de 60 vehículos por hora, 1.320 autos por día. Una locura. Ahí estuve seis meses como gerente de montaje y tres años como subdirector de la fábrica, hasta 2022.
–O sea que le tocó la etapa de la pandemia.
–Una incertidumbre a todo nivel y con todos los protocolos, las máscaras, la higienización de los puestos. Estuvimos encerrados un mes, hasta abril de 2020. En Brasil, un operador no está siempre en el mismo puesto, trabaja dos horas en un punto de la línea, dos horas en otro y otras dos en un tercer lugar. Cuando volvimos, cada vez que se cambiaba el puesto, había que parar la línea, higienizar las herramientas y el lugar, y después arrancar. Era una parada de 10 minutos cada dos horas; al principio, se perdían 60 autos por día, pero fue lo que nos permitió trabajar. Después mejoramos.
–¿En 2022 cambió de lugar?
–En noviembre de 2022, pasé a la planta de Renault en Los Andes, Chile (actualmente Horse), donde se hacen las cajas de cambio. Un desafío tremendo, porque estuve 22 años en Volkswagen y tres años en Renault haciendo autos. Hacer cajas de velocidad es algo totalmente distinto, tiene un nivel de precisión mucho más riguroso.
–¿Por ejemplo?
–En una automotriz hablamos de milímetros. En cajas de velocidad medimos en micrómetros; un micrómetro de diferencia y no va a funcionar bien. El control de calidad sobre todo los mecanismos es mucho más fuerte. Allí se fabrican las cajas de velocidad para Argentina, Brasil, Colombia y México. Produce mil a 1.200 cajas de velocidad por día. La planta de Córdoba (ex Fundición Renault, actualmente Horse, ubicada en avenida La Voz del Interior y bv. Los Alemanes) provee las carcasas de las cajas de cambio; los piñones son de España y de Francia, y hay otras piezas de Brasil.
–Conducir una fábrica en otro país debe ser complicado, ¿no?
–Sí, la verdad es que fue duro. Estoy casado con Luciana; tengo un hijo, Chistian (23), y una hija, Fernanda (18). En aquel momento, ella tenía 16 años, estaba en el último año de la secundaria, antes de entrar en la universidad. En ese momento, me dijo: “Si voy a Chile, no hablo español, no voy ingresar en la universidad en Brasil y tampoco en Chile. Voy a tener un año perdido”. Así que decidimos que mi hijo y mi hija se quedaran en Brasil, y mi esposa hizo de puente permanente, estaba 20 días en Chile y 20 días en Brasil. Cuando podíamos juntarnos un fin de semana disfrutábamos de Chile. Es un país muy hermoso, con mucha naturaleza para recorrer. Yo iba a Brasil cada dos meses. Fue la primera separación de la familia, y fue duro. Y ni qué hablar del viaje con Tufão.
–¿Quién es Tufão?
–Nuestro perro. Tenemos dos perros: Tufão, que era el nombre de un personaje de la novela Avenida Brasil, y Zoe. Empezamos a ver cómo viajar con ellos. Tufao pesaba 7,5 kilos y lo máximo que aceptan arriba es animales de hasta siete kilos. Nos ofrecían llevarlo en la bodega. Pero el veterinario nos dijo que, como tenía 10 años, no nos podía asegurar que llegara vivo. Así que fui manejando desde Curitiba hasta Los Andes.
–¡Nooo! ¿Cuánto tardaron?
–¡Cinco días manejando! Además, había que parar en lugares que aceptaran mascotas. Salimos de Curitiba y pasamos por Foz do Iguaçu, Paso de los Libres, Villa María y Mendoza. El último día debía ser el más tranquilo, porque estábamos a 250 kilómetros de Los Andes. Salimos a la mañana pensando que en pocas horas llegaríamos. Pero era 30 de diciembre de 2022. No sabía que los mendocinos suelen ir a Valparaíso a pasar el año nuevo. ¡10 horas de cola en la Aduana, con dos perros, mi esposa, mi hija y todos pasando frío! En Mendoza ese día hacía 34 grados, pero a 6.700 metros de altitud hacía un frío tremendo. De todas maneras, tuvimos mucha suerte, porque llegamos antes de la medianoche; al otro día, 31 de diciembre, cerraron la frontera por nieve. ¡¿Qué íbamos a hacer mi esposa, mi hija, yo y los dos perros sin comida y sin abrigo arriba, si nos agarraba el corte?!
–¿Y usted hablaba español?
–Otro tema. Tuve que aprender a hablar español con el chileno del interior provincial, que es complicadísimo porque habla muy rápido. Así que yo no conocía el proceso de fabricación de caja de velocidad y, cuando me explicaban, los técnicos hablaban rápido. Así que los primeros tres a cuatro meses fueron entretenidos, salvo por un detalle.
–¿Cuál?
–Cuando yo fui a Chile, pasé los primeros tres meses viviendo en un hotel. La primera semana todo es hermoso, la comida exquisita, la cama es buena, todo es fantástico. La segunda semana cambia todo. La comida ya no es tan exquisita. El ambiente es muy impersonal. Así que fue un alivio cuando me fui a una casa.
–Y volvió a los autos cuando llegó a Córdoba.
–Yo estaba de vacaciones en 2024, me llamó mi jefe y me dijo: “Mira, André, tengo una oportunidad para vos en Argentina”. Y le dije: “Pero acabo de llegar, hace dos años que estoy en Chile. Ahora que estoy organizado, que puedo tener una casa... ¿para cuándo?”. “No, primero dime si quieres ir o no”, me dijo. “Está bien, voy a Argentina, ¿cuándo?”, le pregunté. “El mes que viene”, me dijo. Lo primero que pedí es que no quería ningún hotel.
–Jajaja, ¿y qué le dieron?
–Me consiguieron un departamento muy bien ubicado y cómodo. Llegué con una maleta de mano con las ropas y las principales cosas del trabajo. Pero la mudanza de Chile hasta Córdoba tomaba tres meses. El departamento tenía una heladera, cocina, cama y una tele. Yo podía vivir así, pero mi esposa no se iba a quedar solo con eso. Así que ella se quedó en Brasil hasta que llegó la mudanza. Ahora mi esposa está en Córdoba y se queda un mes conmigo. Después yo regreso a Brasil por tres días, veo a mis hijos, y ella se queda más con ellos en Curitiba; los dos son estudiantes de medicina en la misma universidad.

–Llegó a Córdoba en un momento particular de la fábrica Santa Isabel, el 70º aniversario y con un proyecto que no va a ser sencillo: la camioneta que (por ahora) denominan Niagara.
–Es un lindo desafío. Arranqué en septiembre del año pasado, el 19 de septiembre era mi cumpleaños, el día que se anunció la nueva camioneta. Cuando me convocaron, no sabía nada del proyecto. Tampoco sabía de los problemas de la macroeconomía argentina, de esta inestabilidad que para ustedes es rutina. En Brasil, también tenemos inestabilidad, aunque aquí es más fuerte. Pero es un desafío interesante: un proceso de transición de salir de la fabricación de Sandero, Stepway, Logan (y las camionetas Alaskan y Nissan Frontier) al esquema de Kangoo y la nueva camioneta, que va a ser el tope de gama de Renault; en Brasil vamos a lanzar también una SUV grande que tiene la misma plataforma, lo cual ofrece un montón de oportunidades para el futuro. Y un gran desafío.
–¿Cuál?
–Va a ser la única planta de Grupo Renault que va a fabricar esta camioneta. El 30% está destinado a la Argentina y el 70% restante para exportación a toda América latina. De esta última porción, cerca de la mitad es para Brasil. Si todo anda bien y gusta, en el futuro podremos inclusive exportar a Europa.
–¿Cómo ve al trabajador de Santa Isabel? ¿Cómo está la planta comparada con el resto del mundo Renault?
–Dos cosas me sorprendieron. Primero, es una fábrica de 70 años; yo pensaba que me iba a encontrar una fábrica vieja, pero encontré una planta muy bien mantenida, parece una planta nueva. Lo segundo, que nunca imaginé, es la conexión de los cordobeses con la fábrica y la marca Renault. Donde voy, a una peluquería, al mercado, a una carnicería, todos me hablan de Santa Isabel, de que trabajó ahí su abuelo, su papá, un hermano que sigue trabajando hace 30 años; del Torino y el Renault Fuego. Córdoba tiene una conexión muy fuerte, nunca he visto nada así. Y siempre son historias lindas. No escuché una persona que me dijera “me hizo mal, fue una pésima experiencia”, siempre son historias buenas. Y los operadores tienen un orgullo tremendo de trabajar acá. Eso hace la diferencia.
–¿En qué?
–La fábrica Santa Isabel tiene la categoría Best in Class en calidad. De todas las fábricas del grupo, la fábrica de Argentina tiene el mejor resultado en indicadores de calidad.
–Este cambio es un desafío muy grande, porque entre que se dejen de fabricar los autos actuales y empiece la nueva camioneta, se va a producir un bajón muy grande. ¿Cómo van a trabajar el impacto en la gente?
–Es un desafío que estamos trabajando con nuestros colaboradores y con el gremio (Smata). Es un desafío muy grande porque es una primera industrialización, vamos a fabricar un vehículo que nunca nadie fabricó, lo cual implica probar lo que hasta ahora es un concepto. Se trabaja mucho con Brasil y con Francia. Hay que mirar las piezas, los proveedores o qué ruidos tiene. Además, implica un salto tecnológico muy grande respecto a lo que se venía haciendo, muchos más sensores y conectividad, un vehículo mucho más inteligente. Pero el trabajador de Córdoba tiene puesta la camiseta de Renault y trabaja con mucha pasión, tiene mucha dedicación a su trabajo y busca hacer las cosas lo mejor posible, está preocupado por la marca, los autos y la fábrica Renault. Hay un sentimiento de pertenencia muy grande.
–¿Qué va a pasar en la planta?
En abril vamos a entrar en confidencialidad. En mayo, empezamos a fabricar las carrocerías prototipos. Desde finales de 2025 hasta finales de 2026, que es cuando está previsto el lanzamiento, transitaremos un momento de transición. El próximo año vamos a fabricar más de 15 mil camionetas. Vamos a buscar hacer lo mejor posible. La nueva camioneta va a ser un éxito y va a ser muy bonita. Pero todo esto son planes. Con tanta incertidumbre en la economía global y la economía argentina, el futuro es una sorpresa, de la cual no sabemos nada.

Caminar y nadar, sus terapias
Nombre. André Pinto (50).
Casado con. Luciana.
Hijos. Christian (23) y Fernanda (18).
Perros. Tufão y Zoe.
Le gusta. Caminar por el Parque del Kempes y hacer natación. “Es como mi terapia, a veces resuelvo cosas incluso de la fábrica cuando voy caminando”, dice.
Empresa. Renault Argentina.
Cargo. Director de la Fábrica Santa Isabel.
Colaboradores. La fábrica tiene cerca de 1.600 operarios.
Un dato. El proyecto es que, a partir de 2027, se fabriquen entre 60 mil y 80 mil unidades de la camioneta que, por ahora, llaman Niagara (no se conoce el nombre definitivo). A partir del año que viene, dejarán de fabricarse las camionetas Nissan Frontier y Renault Alaskan, como también los vehículos Logan, Sandero y Stepway. Por lo tanto, hasta que arranque el nuevo proyecto, habrá un bajón de actividad en Santa Isabel.
Web. www.renault.com.ar