La competitividad se volvió a poner de moda. Todas las empresas hablan de ella. Pero más allá de la sobredosis verbal que la invoca, esta vez va en serio y presupone un reseteo en las prácticas de gestión. La micro de la micro. Sintonía fina al palo.
En un entorno acostumbrado a un régimen inflacionario que había mutado del doble al triple dígito anual, la nominalidad lo disimulaba todo. Y es que la inflación nos hace siempre más pobres y en todo sentido. El reino de la mediocridad.
Hay una admisión generalizada en la comunidad empresarial que bien la sintetizó el titular de la delegación Córdoba de AmCham, Gustavo Campos (PwC Argentina), cuando en el brindis de cierre de año de la entidad celebró las buenas noticias en la macroeconomía, pero reconoció que todos están tratando de entender cómo sigue este proceso.
Para Claudio Zuchovicki, un especialista en inversiones, la secuencia está clara: llega a su fin el año de las finanzas para abrir paso al año de la economía real. “Ningún árbol llega al cielo y ninguna raíz llega al infierno”, dijo.
O sea, una ecualización de expectativas que incidirá en la espuma de los mercados, pero también en el núcleo de los sectores más castigados en el remapeo económico.
En el Informe de Estabilidad Financiera de fin de año, el Banco Central prevé que rubros como industria, construcción y comercio, que vienen muy golpeados, “sean los que más crezcan, en promedio, durante 2025″.
Son los segmentos que impactan con más fuerza sobre salarios, empleo y consumo. Lo mismo proyecta el economista Ricardo Arriauzu, aunque aclara que no será crecimiento, sino recuperación. De hecho, advierte que en los primeros meses del año entrante el nivel de actividad general todavía estará por debajo del comienzo de 2023.
Por eso, más allá de la heterogeneidad sectorial, la capacidad de resiliencia volverá a ponerse a prueba en 2025, aunque en un entorno diferente. Hace apenas un año, un punto más de inflación ni siquiera hacía cosquillas y la respuesta de cajón era el ajuste por precio. Ahora puede implicar quedarse afuera del camino.
En rigor, ya hay muchas compañías en plena fase de revisión interna de procesos para ser más eficientes y mejorar la productividad. En ese territorio, no sólo se juegan los márgenes de rentabilidad, sino también la capacidad de dar respuesta a una puja salarial que irá en ascenso.
De una forma u otra, todos esperan que lo que pasó en el cielo también se replique en la tierra. El reciente informe oficial sobre la evolución de la distribución del ingreso revela que el coeficiente de Gini de los recursos per capita familiar fue 0,435 en el tercer trimestre de 2024; un año atrás el valor era 0,434.
Eso significa que la desigualdad no cambió de mosaico, aunque también es cierto que es muy complicado ver mejoras tan rápidas en ese universo. Por lo pronto, la pobreza habría retrocedido por debajo del 40%, según proyecciones privadas.
País caro
“Si sale bien, Argentina será un país caro”, remarcó Arriazu en una charla virtual organizada por S&C Inversiones con foco en las proyecciones para 2025. El punto no deja de generar inquietud por los costos en dólares.
Ya se sabe que la biblioteca está dividida sobre el atraso cambiario. Incluso, dentro del gabinete nacional, hay quienes creen que, con la inflación en baja, una recalibración en el tipo de cambio no debería ser traumática. No menos cierto es que esos funcionarios son una clara minoría.
El equipo económico trabaja en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ahora confirmadas oficialmente por el organismo y que incluyen dos palabritas mágicas: fondos frescos. Las reservas netas del Banco Central no logran todavía asomar la cabeza.
En el medio se coló la depreciación del real en Brasil, que se ha convertido en un aviso de posible tormenta de corto plazo.
En su insistente pedido para “nivelar la cancha”, las industrias ponen esa carta sobre la mesa para apurar una respuesta concreta del Gobierno.
En el nomenclador de la economía real, la amplia avenida de sentido único que aglutina a todos es la de la baja de impuestos, una puerta que el Ejecutivo empieza a abrir, aunque todavía sin letra chica y con un poder de fuego que en algún momento deberá involucrar a gobernadores e intendentes para que la reforma definitivamente sea en serio.