La efeméride del 8 de marzo es una buena oportunidad para reflexionar sobre el papel que tiene la mujer en nuestra sociedad, especialmente en los ámbitos laboral y económico.
Aunque la participación femenina en el mercado laboral ha crecido en las últimas décadas, las brechas de género siguen siendo una realidad. Esto merece múltiples consideraciones. Pero una pregunta fundamental es: ¿cuánto pierde la sociedad por no integrar a más mujeres al mercado de trabajo?
La participación de mujeres y de hombres en el mercado laboral sigue siendo desigual. Mientras que la tasa de participación femenina en la fuerza laboral es del 58%, entre los varones supera el 75%. Esos 17 puntos porcentuales son una diferencia muy significativa.
Además de una menor inserción en el trabajo remunerado, las mujeres también trabajan menos horas en promedio. Esto tiene un impacto muy decisivo como determinante de las diferencias en los ingresos totales entre mujeres y varones.
Por cada peso que gana un varón, una mujer recibe 93 centavos. Sin embargo, si se ajusta el análisis por cantidad de horas trabajadas, la brecha salarial se reduce e incluso, en ciertos sectores, se revierte a favor de las mujeres. Esto demuestra que en muchos casos las diferencias en las remuneraciones están más vinculadas a la cantidad de horas trabajadas que a una desigualdad en el ingreso por hora.
Según la economista Claudia Goldin, quien obtuvo el premio Nobel de Economía en 2023, esta diferencia se explica en gran medida por la búsqueda de flexibilidad laboral. Los empleos mejor remunerados suelen requerir largas jornadas y menor flexibilidad, características que atraen más a los varones.
En contraste, las mujeres, que históricamente han asumido una mayor carga de responsabilidades domésticas, tienden a optar por trabajos más flexibles y menos intensidad horaria, lo que repercute en sus ingresos.
Esto lleva a enfatizar que la clave del problema radica, entonces, en la distribución del trabajo no remunerado dentro del hogar. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en la Argentina las mujeres dedican en promedio seis horas y 31 minutos diarios a tareas domésticas y de cuidado familiar, mientras que los varones invierten tres horas y 40 minutos.
Esta muy desigual distribución de las tareas influye directamente en la participación femenina en el mercado laboral y en sus oportunidades económicas.
¿Qué se pierde por no incluir a más mujeres en la economía?
Las brechas de género en el mercado laboral no solo afectan a las mujeres, sino que también tienen un impacto significativo en la economía global.
Un estudio de McKinsey Global Institute, titulado The Power of Parity: How Advancing Women’s Equality Can Add $12 Trillion to Global Growth, concluye que, si las mujeres participaran en la economía en igualdad de condiciones con los varones, el producto interno bruto (PIB) global anual podría aumentar hasta en U$S 28 billones para 2025, lo que representaría un crecimiento del 26%.

Este hallazgo resalta que cerrar la brecha de género no solo es una cuestión de equidad, sino también de eficiencia económica. Si las mujeres tuvieran mayor acceso a oportunidades laborales de calidad, la productividad y el crecimiento económico se verían significativamente impulsados. Por lo tanto, promover la igualdad de género en el ámbito laboral no solo beneficia a las mujeres, sino que también es esencial para el crecimiento y la prosperidad económica global.
Cómo aumentar la participación femenina
Diversos estudios muestran cómo los patrones culturales siguen asignando a las mujeres la mayor parte del trabajo doméstico y del cuidado no remunerado. Incluso sin hijos, son ellas quienes suelen asumir estas responsabilidades, una carga que se extiende también al cuidado de adultos mayores, reforzando roles de género tradicionales y expectativas sociales arraigadas.
El hecho de que estas desigualdades tengan un fuerte componente cultural limita el impacto de muchas de las políticas comúnmente propuestas para combatir la brecha laboral, como la ampliación de licencias parentales o los subsidios para el cuidado infantil. Incluso una ley que establezca la igualdad salarial por el mismo puesto de trabajo no resolvería completamente el problema.
Investigaciones como las de Claudia Goldin, el informe de McKinsey y muchos otros estudios coinciden en que la clave para reducir las brechas de género radica en la flexibilidad laboral. Adaptar los empleos para que permitan una mejor conciliación entre el trabajo remunerado y las responsabilidades familiares es una estrategia fundamental.
En este sentido, la expansión del trabajo remoto y los esquemas híbridos ha demostrado ser especialmente beneficiosa para las mujeres. Según McKinsey, solo una de cada 10 mujeres prefiere trabajar exclusivamente desde la oficina, y muchas consideran la posibilidad de trabajar a distancia como un factor determinante para unirse o permanecer en una organización.
La actitud prevaleciente de no tocar las instituciones laborales (donde prevalecen normas y convenios colectivos que tienen aproximadamente medio siglo de antigüedad), además de otros perjuicios, son un factor que contribuye a perpetuar la discriminación contra la mujer.
Garantizar condiciones laborales más equitativas no solo beneficiará a las mujeres, sino que también tendrá un impacto positivo en toda la sociedad, fortaleciendo la economía. Incluir a más mujeres en la economía no es solo una cuestión de justicia, sino una decisión estratégica para el desarrollo sostenible.