El hilo de esta historia va del tatarabuelo noruego que elaboraba brebajes y los guardaba bajo tierra, a un vermú bien cordobés hecho en Villa María, con vino de Colonia Caroya y hierbas de Sierras Chicas y de Traslasierra.
Esta es la trama que hilvana Nórdico, la destilería que lleva un año y dos meses produciendo variedades de gin, a las que recientemente sumó la creación de un vermú con impronta “yuyera”.
“Con mucho orgullo, decimos que hemos creado el primer vermú de origen 100% cordobés”, anuncia Marcelo Conrad, cuyo apellido viene de transitar varios países de Europa, hasta que llegó a Córdoba en la primera mitad del siglo 20.
Junto con sus socios Ramiro Ferreyra y Mario Ledesma, llevan adelante este emprendimiento situado sobre calle Rucci 143, en Villa María.
Desde esa fábrica surgieron las tres primeras insignias de la marca, que son London Dry, Bloody Warrior y Magic Blue.
Tomando nota de las definiciones que da Marcelo de cada uno, el primero es un clásico bien ginebroso, especiado, terroso y mentolado, propio del enebro que traen de Pakistán; el segundo se destaca por una posmaceración de hibisco, bayas y arándanos; y el restante cuenta con una posmaceración de cerezas negras y lavanda.
“Nuestra impronta es generar productos autóctonos. Afianzamos los contactos con productores de diferentes materias primas para lograr resultados auténticos, con la menor cantidad posible de ingredientes de afuera de la provincia. Esa es la identidad que queremos darle a la empresa; que todo sea de nuestra tierra”, relata Marcelo, cuyo apellido se fue modificando con el paso de las generaciones y las fronteras.
El tatarabuelo noruego
La historia de Nórdico, la marca con las que salen el gin y el vermú, se remonta cuatro generaciones hacía atrás en Noruega, de donde era su tatarabuelo, quien elaboraba sus propias bebidas, unos “brebajes parecidos al Jagger Master, que los enterraba, y los demás tenían que andar descubriendo dónde estaban”, recuerda Marcelo Conrad que le contaba su abuelo.
La familia luego se trasladó desde Escandinavia hasta el Reino Unido, y más tarde a Francia, donde en 1905 nació el abuelo del entrevistado. Las siguientes generaciones, Marcelo y su padre, ya tendrían documento de identidad emitido en Córdoba.
Y toda esa identidad es la que buscaron imprimir en este vermú que consideran como el primero netamente cordobés.
Es un vermú al que su creador caracteriza como un “rosso contemporáneo” de estilo español y semidulce.
Está hecho a base de una uva frambua, a la que llegaron luego de recorrer varios viñedos de Colonia Caroya. En una finca con pocas hectáreas encontraron un vino “que daba en la tecla”.
Luego de probar muchos estilos, encontraron uno que resultaba muy equilibrado y que establecía “una linda lucha” con los botánicos que querían utilizar en la receta de su vermú. “Fue un matrimonio”, resume Marcelo.
En cuanto a los botánicos, la idea fue ir por los que ofrecen las sierras de Córdoba. Una vez que Conrad dejó la capital provincial para irse a vivir a las zonas más altas, comenzó a recorrer lugares y descubrir a fondo lo que podían ofrecerle plantas como salvia, cedrón, peperina y diferentes tipos de mentas.
“Empecé a recolectar, secar y utilizar esas mismas hierbas. Obviamente hay elementos que traemos del exterior o de otras provincias, pero queremos que tenga esa impronta del yuyito cordobés”, acota.
Uvas de Caroya
La finca de Colonia Caroya les reserva 600 litros de su producción anual de vino y es la base del vermú que salió a la luz en noviembre de 2022.
Actualmente se fabrica en pequeños lotes de 200 botellas, pero la idea es escalar a 600 botellas, para lo que deben antes terminar la planificación de reestructurar toda la destilería.
La elaboración de este vermú cordobés se hace totalmente en Villa María y luego se distribuye a unos 150 kilómetros a la redonda.
En la ciudad de Córdoba puede encontrarse en Lúpulos Patio Cervecero y en vinoteca de los barrios Güemes y Nueva Córdoba.
Recientemente estuvieron exponiendo sus creaciones en la Expo Delicatessen & Vinos que se hizo en el Centro de Convenciones Córdoba. A esa misma exposición, Marcelo Conrad comenzó a ir hace unos 10 años como espectador, y este año vivió con orgullo la posibilidad de estar del otro lado del mostrador, ofreciendo para el paladar de los asistentes su propia elaboración.
La fábrica nació, como muchos emprendimientos gastronómicos, de una idea de amigos que degustan del gin como bebida y que un día quisieron emprender su propia experiencia, con un producto que se diferencia por sabor y estética, además de tener una historia para contar.
