Es de no creer. El precio internacional de la soja está de nuevo en picos históricos, pero tanta lluvia nos agarra con las manos sosteniendo tenedores. Igual, quizá sea la única buena noticia que quedó en el colador de una semana en la que el sismógrafo económico detectó un temblor inquietante.
Para la mayoría de los argentinos, esos movimientos ocurren en capas tan lejanas como extrañas a su devenir cotidiano. Pero hay que tomar nota: lo que está pasando podría ser el engranaje de algo mucho más complejo.
A una velocidad inusitada, los denominados bonos CER –deuda atada a la evolución de la inflación– se derritieron. Esos papeles son claves en la batería de títulos que el Gobierno emite cuando pide plata en el mercado local para refinanciar vencimientos.
Hubo instrumentos que en un día perdieron todo lo que habían ganado en lo que va del año, en un movimiento muy distinto a los desarmes que ya venían ocurriendo en bonos que caducan más allá de diciembre de 2023.
Esa frontera no es antojadiza y mostraba que los inversores preferían quedarse sólo con los títulos que vencen durante la actual gestión. Pero el arrastre de ventas tomó el color de la masividad. ¿Por qué?
Las razones
Todos los brokers coinciden en que nunca hay una única causa detrás de un fenómeno de este tipo. Los bonos CER venían recolectando adhesiones por sus buenos rendimientos. En la ola estaban inversores minoristas, empresas y fondos. Parte de ese universo se desprendió de los títulos para cumplir con vencimientos impositivos y con el pago del medio aguinaldo. Pero el mar de fondo es más amplio y perturbador.
En las usinas económicas de la oposición, hace rato que cobró fuerza la especulación de un eventual reperfilamiento de la deuda en pesos, que es realmente grande y que achica el margen del refinanciamiento continuo.
Eso circula en todas las mesas de inversión y está provocando un alto nivel de estrés, porque fueron muchos quienes entraron a la bola de nieve indexada y que ahora se agolpan para salir.
El nuevo matiz es que la hipótesis, que originalmente aludía a las decisiones que debería tomar la gestión que suceda a la actual, se adelantó en el tiempo y revolea semillas de duda en el corto plazo. ¿Fue sin querer queriendo?
El ministro de Economía, Martín Guzmán, tuvo que salir a desterrar un posible default. En los próximos días se verá si el mercado le cree, y a qué precio. Por lo pronto, los pesos que salieron de los bonos CER se pasaron a dólares o esperan agazapados en fondos money market.
La usina de rumores también se alimentó de la interna. Es que en las primeras ventas fuertes participó un fondo común de inversión del Banco Nación. En un mercado lleno de pesos, pero chico, ningún movimiento de cierto volumen pasa inadvertido.
Detrás de esa operación habría estado Integración Energética Argentina SA (ex- Enarsa). El ente, que interviene en el mercado de hidrocarburos, responde al kirchnerismo duro y quedó en medio del fuego cruzado por la sospechada licitación del gasoducto a Vaca Muerta, que disparó la salida de Matías Kulfas.
Ese organismo habría ejecutado una fuerte salida de dinero con la coartada de tener que cubrir el pago en dólares de un buque con gas licuado. ¿Fue también sin querer queriendo?
Como sea, el olor conspirativo que emana de las propias glándulas de la coalición oficialista sigue rodeando a Guzmán. Incluso, a la plaza financiera llegaron comentarios de presuntas aspiraciones massistas para desembarcar en el quinto piso del Palacio de Hacienda.
Trascendió, también, que antes del capítulo de “la lapicera”, Kulfas se habría reunido con los economistas Roberto Frenkel y Jorge Remes Lenicov para armar y ofrecer una especie de plan de estabilización.
Los mensajes, sean directos, con intermediarios o por elevación, están llenando la casilla de correo de Guzmán.
