El tipo de cambio con el dólar es el principal precio de la macroeconomía. Lo que importa es su valor “real”, el tipo de cambio real (TCR), que indica el poder adquisitivo que tiene una unidad de moneda extranjera en términos de la canasta de consumo típica de Argentina. Puede medirse en forma bilateral (por ejemplo, con relación al dólar de Estados Unidos o el real de Brasil), o multilateral (con relación a las monedas de países con los que Argentina comercia).
Históricamente, nuestro país se ha caracterizado por una muy elevada volatilidad de TCR (la mayor del mundo en muchas décadas) y por la sucesión de períodos largos de apreciación del peso (el dólar barato rinde políticamente, porque implica salarios altos en dólares) seguidos de crisis con fuertes subas del tipo de cambio, pero que en valores reales no se mantiene elevado por demasiado tiempo.
En el pasado, períodos de gran atraso cambiario resultaron finalmente nocivos para la economía; pero también fue muy negativo el efecto de la altísima volatilidad cambiaria, pues se les “corre el arco” permanentemente a las empresas, respecto a qué conviene producir (exportar, importar, sustituir importaciones).
Existen muchos enfoques sobre el tipo de cambio de equilibrio. Uno plantea que es el tipo de cambio que equilibra la cuenta corriente de la balanza de pagos (saldo entre exportaciones e importaciones de bienes y servicios y por cobro-pago de intereses, rentas, royalties, etcétera en moneda extranjera). Si así fuera, y si bien la cuenta corriente del balance de pagos era positiva en el tercer trimestre de 2024, hay que mirar con cuidado lo que está ocurriendo con la cuenta corriente cambiaria del Banco Central de la República Argentina (BCRA), que devino negativa desde junio pasado. En el cuarto trimestre de 2024 exhibe un déficit de U$S 3.606 millones, cuando en el primer trimestre mostraba un superávit de U$S 5.723 millones.
Otro enfoque postula que se trata del tipo de cambio que equilibra la cuenta corriente, pero a largo plazo. Desde esta perspectiva, en Argentina hay que prestarle atención a un cambio estructural que se está produciendo en los últimos años a partir de Vaca Muerta, que es el creciente saldo comercial positivo en el sector de energía, por menores importaciones de gas y la fuerte expansión de las exportaciones de petróleo, primero, y gas, luego. Con exportaciones de energía adicionales proyectadas en torno a U$S 30 mil millones en 2030, tal expectativa tiende a apreciar el peso en el presente.
La situación actual de dólar relativamente barato, en alguna medida puede ser explicada por esta perspectiva de exportaciones crecientes a futuro en sectores como energía y minería, aunque seguramente también está influyendo (probablemente con mayor fuerza) el hecho que se está usando al tipo de cambio como ancla antiinflacionaria desde enero de 2024, combinado con equilibrio fiscal y una expansión monetaria muy restringida.
Vamos a los números
El TCR multilateral de diciembre pasado se ubicaba 33% por debajo del valor promedio del período 2000-2024. En cambio, el TCR con el dólar se hallaba sólo 16% debajo de dicho promedio. Más complicada es la comparación con Brasil: el TCR versus el real se ubicaba en diciembre pasado 44% por debajo del promedio de un cuarto de siglo.
Además, el TCR multilateral de diciembre 2024 resulta 4% menor al de noviembre 2023 (mes anterior al actual gobierno) y 13% inferior al de abril 2018 (menor de la era Macri), 6% mayor al de noviembre 2015 (fin de era de Cristina Fernández) y 20% superior al de octubre 2001 (el más bajo del final de la convertibilidad). En definitiva, el TCR actual es relativamente bajo en términos históricos, pero han existido algunas experiencias de menor nivel en el último cuarto de siglo.
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Ahora bien, normalmente se asocia el atraso cambiario a la existencia de altos salarios en dólares, corregidos por productividad. Esto es así porque TCR bajo implica que el precio de los bienes y servicios no transables subió más que el de los transables, y los salarios son un servicio no transable que influye mucho en el precio del resto de los no transables. Mirado a largo plazo, los salarios industriales formales en diciembre 2024 se ubicaban cerca de los U$S 1.700, similares a los del final de la convertibilidad (dólares constantes). Pero son muchos más bajos que los salarios a finales de 2015 (alrededor de U$S 2.500). Entonces, no parecen ser los salarios los causantes actuales de un tipo de cambio relativamente bajo. Eso sí, con los acontecimientos económicos ocurridos en Brasil en los últimos meses, el salario industrial local supera al brasilero en 140%. En todo caso, lo que seguro está desfasado en Argentina son los costos laborales no salariales (contribuciones patronales, mayores costos por regulaciones laborales, excesiva litigiosidad, etcétera).
Entonces, ¿qué precios están desfasados en Argentina, que nos ubica como un país relativamente caro en dólares? Claramente aquí hay dos candidatos. Primero, algunos bienes industriales que han recibido una alta protección comercial (aranceles altos, restricciones cuantitativas y cepo a los pagos al exterior) en los gobiernos de Cristina Fernández y Alberto Fernández, lo que dio lugar a una producción sustitutiva local con precios más altos que los internacionales. En segundo lugar, el nivel de los impuestos, ya que en Argentina la presión tributaria se acerca al 30% del PIB, cuando en 2000 era del 20,5%
Solución por “inducción hacia atrás”
En teoría de juegos, algunos problemas se solucionan por “inducción hacia atrás”, es decir, se parte de la solución final a futuro, y se deduce luego qué debe ocurrir en la trayectoria y en la situación inicial, para llegar a esa solución final.
Aplicado a la Argentina, partimos de una situación futura en la cual energía y minería aporten tanto o más dólares que la agroindustria, y por ende el problema actual de la escasez de dólares y reservas en el BCRA probablemente no sea tal. A esto se agregaría, en un escenario exitoso para la economía, que paulatinamente regresarían al país capitales fugados en muchas décadas, que consolidarían la disponibilidad de divisas. En esa situación de elevada oferta de dólares, el TCR tendería a ser relativamente bajo a largo plazo, y sostenible, en una situación tipo “enfermedad holandesa”.
Por supuesto, una economía con buen funcionamiento requerirá también que, en algún momento, se levante el cepo como condición indispensable para recibir inversiones externas y se pueda regresar a los mercados voluntarios de deuda.
Llegados allí, si concluimos que a futuro el TCR tenderá a ser bajo y que actualmente resulta relativamente bajo, ¿por qué deberíamos esperar que a mediano plazo Argentina necesite un TCR mucho más alto? Más bien habrá que apuntar a dos estrategias: 1) obtener financiamiento externo para sobrellevar esa transición desde el corto al largo plazo, y aquí entra el rol del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el acceso a los mercados internacionales de crédito, 2) el sector público debe trabajar implacablemente en mantener las cuentas públicas en orden, a la vez que induce bajas de costos a través de reducciones de impuestos, mayor gasto en infraestructura, reforma laboral y desregulación.
Con dichas reformas, y alguna suba moderada en el tipo de cambio al salir del cepo, se podrá contar con un TCR que, aun resultando relativamente bajo (aunque probablemente mayor que el actual), resulte suficiente para que las actividades industriales más productivas puedan sobrevivir y expandirse.
El condimento político
Para que las perspectivas positivas de la economía a futuro se concreten, se requiere un gobierno que pueda realizar reformas, y eso implica la posibilidad de aprobar leyes en el Congreso. Dado que la actual administración no cuenta con gobernadores propios ni mayoría en ninguna cámara legislativa, deberá obtener un buen resultado electoral en octubre próximo y sumar muchos legisladores propios.
Aquí viene la tensión entre economía y política: para el éxito económico a largo plazo, se necesita salir del cepo cambiario en 2025, pero salir del cepo sin financiamiento y con reservas negativas en el BCRA, implica la posibilidad que ocurra inicialmente una suba en el tipo de cambio, lo cual aceleraría la inflación y debilitaría el mayor imán del Gobierno para obtener votos, la menor inflación. Paso seguido, si el Gobierno no obtiene un buen resultado en octubre, difícilmente logrará un manejo exitoso de la economía en su segunda mitad del mandato.
El timming ideal entre economía y política sería que el acuerdo con el FMI se logre lo más rápido posible, pero con la posibilidad de salir del cepo después de octubre. Esto no sólo por conveniencia política para el oficialismo (y para el éxito del plan económico); también aporta que, mientras más baja sea la inflación al momento de salir del cepo, si se produce una suba moderada del tipo de cambio, menor será el pase a precios.
Si mientras tanto el Gobierno sigue a full con las reformas económicas, y tras salir del cepo se impone un régimen de flotación cambiaria y competencia de monedas, en un marco de equilibrio fiscal, se habrán dado pasos fundamentales para aumentar las posibilidades de éxito del plan económico.
(*) Vicepresidente Ieral y docente de la UNC.