El año pasado cerró con una tasa de desocupación de 6,4%, según el último informe difundido por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Si bien esta tasa se ubica por debajo del promedio de la última década, esconde graves problemas vinculados con altas tasas de informalidad y de inactividad laboral. Pero eso no es todo. Otro problema son las grandes diferencias entre grupos etarios a la hora de conseguir un trabajo.
A su vez, los problemas estructurales del mercado laboral argentino, como la elevada informalidad, también se profundizan en los jóvenes.
Un informe de Idesa revela que, a partir de los datos de la encuesta permanente de hogares (EPH), en el tercer trimestre de 2024, el 45,1% de los jóvenes ocupados era asalariados informales, mientras que en los adultos ese porcentaje se reduce a 22,2%.
Si además se consideran a los no profesionales que trabajan como cuentapropistas (no asalariados), el porcentaje de jóvenes que trabaja en la informalidad asciende al 62,4%, contra un 40,4% de los adultos ocupados.

“Según datos EPH del último trimestre de 2024, la tasa de desocupación de los jóvenes entre 14 y 29 años de edad fue de 13,1%, mientras que para los adultos entre 30 y 64 años fue de 4,5%. En otras palabras, los jóvenes enfrentan un desempleo que triplica el de los adultos, y la magnitud de esta diferencia se mantiene a lo largo del tiempo”, sostiene Idesa en su informe.
Argentina en el ranking internacional
Para hacer una comparación internacional, es necesario reformular el rango etario de los jóvenes para considerar ahora a aquellos que tienen entre 15 y 24 años de edad, tal como lo define la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
A partir de este nuevo criterio, el informe de Idesa revela que el desempleo de los jóvenes en Argentina fue de 19,4% en el tercer trimestre de 2024. Este porcentaje contrasta notablemente con la tasa de desempleo juvenil global de 13% en 2023, calculada por la OIT en su informe de Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2024.
También es elevada al compararla con los países de la región, ya que el desempleo juvenil fue de 13,6% en América Latina y El Caribe.
Como menciona la OIT en su informe, la tasa de desempleo de los jóvenes a nivel global es persistentemente superior a la de los adultos, e inclusive la brecha entre ambos ha ido aumentando en el tiempo.
Entre los factores que ayudan a entender estas diferencias la OIT menciona, en primer lugar, la falta de experiencia laboral de los jóvenes, lo que los pone en desventaja frente a los adultos a la hora de ser contratados o los hace más vulnerables a perder el trabajo en épocas de crisis.
En segundo lugar, los jóvenes suelen estar dispuestos a esperar más tiempo hasta encontrar un trabajo que se ajuste a sus necesidades, por lo que el tiempo en que están desempleados puede ser mayor. Otros factores que pueden influir son su inexperiencia para buscar trabajo y el sector económico en el que se insertan.
Ahora bien, estos factores ayudan a entender por qué, a nivel global, el desempleo juvenil es mayor al de los adultos, pero no son suficientes para explicar por qué en Argentina la tasa es incluso más alta que el promedio global. Para esto, hay que indagar en el sistema educativo del país.
La transición de la escuela al trabajo
“El mercado de trabajo en Argentina no funciona bien. Solo una de cada cuatro personas en edad de trabajar tiene un empleo formal privado, el resto no tiene empleo o trabaja en la informalidad o en el sector público. En este mal funcionamiento, el inadecuado diseño de las reglas laborales juega un papel central porque desalienta la inversión y la producción. Pero además, en el caso de los jóvenes, hay que contemplar el obstáculo que representa el defectuoso sistema de transición desde la educación al trabajo”, precisa el informe de Idesa.
Sostiene que esta transición es muy defectuosa porque el sistema educativo actual no ofrece las herramientas que necesita un joven para insertarse en el mundo laboral. No existe lo que en otros países se conoce como “educación vocacional”, que es una modalidad para que los jóvenes adquieran las habilidades necesarias para encontrar un trabajo decente, involucrando muchas veces prácticas en empresas.
Por el contrario, la secundaria está orientada a promover exclusivamente la continuidad de los estudios universitarios, cuando apenas un 40% de los jóvenes termina la secundaria a tiempo.
“Por esta razón, son necesarios dos grandes cambios. En primer lugar, hay que modernizar la legislación laboral para incentivar la contratación formal. Una forma de lograrlo es flexibilizando los convenios colectivos de trabajo para que las Pyme puedan negociar a nivel de empresa y ya no a nivel sectorial. Esto les permitiría negociar salarios acordes a su productividad y, con ello, contratar más empleados. Asimismo, se podría implementar para las Pyme un mínimo no imponible sobre la masa salarial para las contribuciones patronales. De esta forma, podrían entrar en la cadena de valor de las grandes inversiones con competitividad y con la nómina de los trabajadores en blanco”, precisa el informe.
En segundo lugar, es esencial mejorar el sistema de transición de la escuela al trabajo. Una forma de hacerlo sería imitando el sistema educativo de países desarrollados como Dinamarca, Alemania o Austria, donde en el nivel secundario coexiste una modalidad que prepara a los jóvenes para el mundo laboral con otra que promueve la continuidad de los estudios superiores. Esto debería ir acompañado de una modernización en los contratos de pasantías que fomente y agilice la vinculación de las escuelas con las empresas.