La idea nació como muchas otras historias de emprendedores. A partir de una experiencia personal, Cecilia Cammisa puso a prueba sus conocimientos como bióloga e investigadora del Conicet para encontrar una solución a un problema de salud de su bebé recién nacido, que padecía de dermatitis del pañal.
Luego de un exhaustivo estudio, dio con la fórmula para elaborar un producto fabricado con telas hipoalergénicas, que además reunía las condiciones de ser amigable con el medioambiente y mucho más económico que los descartables.
Lo que comenzó de manera casera con una máquina de coser en su casa se transformó en una empresa rentable que cambió la vida de Cecilia y la de su pareja, Pablo Giménez (especialista en marketing). Luego se sumó Francisco, hijo de Pablo, y entre los tres se pusieron al hombro el emprendimiento familiar, cuyo producto estrella son los pañales ecológicos Grinnibe.
Pero no son los únicos. Convertida en una pyme textil que emplea a 40 personas en forma directa, la fábrica no sólo produce pañales para infantes y adultos, sino también otros artículos para bebés y niños, como remeras, gorros y trajes de baño con protección UV, y una línea de higiene femenina.
Como novedad, está incursionando en otros nichos de negocios y se apresta a lanzar una gama de indumentaria de seguridad industrial y artículos para usuarios de motocicletas.
Un modelo que escala
En tan sólo ocho años, la empresa creció de manera exponencial. Sólo en pañales, elabora unas 400 unidades diarias, que llegan a todo el país, a través de más de 600 centros de distribución, entre otros, grandes cadenas de farmacias. También se pueden encontrar en las góndolas de importantes supermercados y adquirir mediante el canal de e-commerce de la firma. A su vez, proveen a distintos estamentos de gobierno, centros de salud, obras sociales y prepagas.
“Estamos muy orgullosos de nuestros productos. Brindamos una respuesta a las familias que necesitaban un pañal de estas características y también contribuimos a su economía y al medioambiente. Es un tema de salud y de economía, pero también de conciencia ambiental. Muchos de nuestros clientes no tienen hijos con problemas de salud, sino que adquieren nuestros pañales porque son sustentables y reutilizables”, cuenta Giménez.
Como dato que corrobora las ventajas de los pañales ecológicos, se estima que un niño consume en promedio unos 4.760 pañales descartables en cuatro años, frente a unos 12 reutilizables en igual período. Es que permiten hasta 2.500 lavados.
Nueva fábrica, locales y exportación
Los proyectos de la empresa son muchos y las expectativas, más que positivas. Con estudios de mercado en mano, Grinnibe construye una nueva planta industrial que le permitirá abastecer la creciente demanda interna. En concreto, duplicarán la capacidad productiva actual, para alcanzar las mil unidades diarias, con tecnología de última generación, que brindará una mejora significativa en los procesos productivos. A la par, trabajan en poner a punto la unidad fabril de Paraguay, para llegar a otros países de Latinoamérica, como Chile y Brasil.
En el plano local, los planes incluyen, además, inaugurar locales propios para brindar una experiencia de compra personalizada a sus clientes y desarrollar un sistema de franquicias, con el cual desembarcar en otras plazas.
Pañales ecológicos: un producto innovador
Los pañales de la marca están patentados y se inscriben entre los productos innovadores de triple impacto. Por un lado, son elaborados con telas técnicas (de bambú) que pueden ser lavadas fácilmente en lavarropas hasta unas 2.500 veces.
A su vez, son beneficiosas para la salud por cuanto sus absorbentes son hipoalergénicos de tela de bambú, lo que brinda una protección en un 99,9% en dermatitis del pañal y están indicados por profesionales para bebés y niños con piel sensible.
Y finalmente, generan un impacto ambiental positivo al ser reutilizables y no generar basura (el 25% del tamaño de los basurales a cielo abierto está dado por los pañales descartables).
Cuentan con certificaciones como RCS y CCS (Recycled Claim Standard & Amp y Content Claim Standard), que asegura el cumplimiento del producto en las composiciones declaradas; y BCI (Better Cotton Iniciative), que fomenta las buenas prácticas en los campos de cultivo, en este caso, el algodón, cuidando el origen de las materias primas.