El próximo 20 de junio se cumplirán 25 años de que Motorola, el Gobierno de la Provincia y la Municipalidad firmaron el convenio para crear un centro de desarrollo de software en Córdoba. El hecho tuvo un fuerte impacto mediático y empresarial. Por entonces, nadie dimensionaba que iba a tener una influencia muy similar a la que tuvo la Fábrica de Aviones (Fadea) en la industria metalmecánica cordobesa.
Las negociaciones fueron impulsadas por el entonces gobernador José Manuel de la Sota; su ministro de Industria, Juan Schiaretti, y el entonces intendente Germán Kammerath, quien, como había pasado por el área de Comunicaciones del gobierno de Carlos Menem, tenía un contacto fluido con Motorola. El ejecutivo Carlos Zárate fue la figura clave por el lado de la compañía, que tenía como alternativa instalarse en Buenos Aires o en San Pablo, Brasil.
El Motorola Argentina Center for Software (MACS) arrancó en 2001, con una inversión inicial de U$S 10 millones y la generación de más de 250 empleos directos. La experiencia duró hasta mediados de 2012. Luego se convirtió en Motorola Solutions, comprada por Google, y luego pasó a manos de Arris, hasta su cierre en abril de 2016.
Esto generó un antes y un después. Por sus oficinas, ubicadas en el edificio inteligente de Nueva Córdoba, pasaron entre 500 y mil profesionales, muchos de los cuales fundaron luego sus propias empresas o fueron ejecutivos de grandes tecnológicas nacionales o internacionales. Si bien no hay por ahora un conteo claro, se estima que este “derrame” alcanzó a entre 50 y 100 empresas o startups (emprendimientos de base tecnológica) del país.
También impactó en las tecnológicas cordobesas que, para convertirse en proveedores, debieron certificar normas de calidad y cuidar los procesos y sus equipos con un nivel que, hasta ese momento, no tenían.
Este año, un grupo de empresarios, directivos y emprendedores tecnológicos, integrantes del primer equipo, decidieron poner en evidencia el impacto que generaron en Córdoba. Álvaro Ruiz de Mendarozqueta y Diego Rubio, ahora en Intive; Guillermo Colsani (Proofpoint); Cecilia Mariani (Darwoft); Alfredo Edye (Bitlogic); Erika Clark (Konecta), y Sebastián Gáname (3XM Group, an Allata company) impulsan esta iniciativa.

Para eso, realizarán un primer encuentro en los próximos días para reunir a todos los excolaboradores (ya tienen más de 60 inscriptos). También trabajan en un libro con testimonios y documentos de la etapa fundacional y en la realización de una cena de reencuentro en 2026 para celebrar los 25 años de la apertura de la oficina. El objetivo es evidenciar que, cuando se invierte en talento, en formación y en calidad, los resultados se multiplican.
Un cambio cultural en Córdoba
Cuando se firmó el acuerdo, en 2000, la industria del software argentina facturaba apenas U$S 190 millones, de los cuales U$S 35 millones provenían de exportaciones, según datos de la Cepal. Fuentes de la industria tecnológica advierten que ese año la industria largó con tres mil colaboradores y llegó a finales de ese año con nueve mil.
En la actualidad, sólo en Córdoba la industria de la economía del conocimiento emplea a más de 63 mil personas, de las cuales más de 18 mil pertenecen a la industria del software, y representa el 11,2% del empleo formal provincial. Existen más de tres mil empresas activas en el sector, incluyendo centros tecnológicos públicos y privados, donde sólo el software aporta más de U$S 100 millones en exportaciones. La provincia se ha convertido en un polo tecnológico nacional y regional.
“Cuando comenzamos, la industria del software tenía una dinámica distinta a la actual. Argentina se abastecía del ecosistema nacional, y en Córdoba sucedía lo mismo. La presencia de Motorola, y luego el clúster tecnológico (hoy Córdoba Clúster), hicieron que los actores empezaran a pensar que desde nuestro país se podía exportar y competir con países como la India”, asegura Álvaro Ruiz de Mendarozqueta, en aquel momento gerente senior del MACS.
Su llegada obligó al resto de las empresas cordobesas a mejorar índices de calidad, a certificar las normas de calidad CMM nivel 3 y 5 –el mínimo indispensable en ese momento para entrar a competir en el mercado internacional– y a prestar atención al cuidado de su personal, tentado a trabajar para Motorola.
“Al primer llamado se presentaron casi tres mil personas, y seleccionaron 15, varios de Córdoba. Yo trabajaba para una firma local que hacíamos smartcards para Visa. En aquel momento, las áreas de software eran los lugares más fríos y oscuros de las empresas. Cuando entramos a Motorola, teníamos oficinas cómodas y empezamos a viajar por el mundo, hice más de 40 viajes desarrollando proyectos. Generó un cambio cultural muy grande en los procesos de desarrollo; antes se hacía software a lo salvaje, Motorola trajo un método y nos enseñó a ser entrepreneur dentro de una organización; era como pasar de jugar en Talleres al Real Madrid”, recuerda Fabio Grigorjev, que luego fundó empresas como Taller Technology y actualmente es jefe de Inteligencia Artificial de Evoltis.
Pionera en considerar al software como industria
Este desembarco fue clave para la posterior llegada de Intel (cuya operación estaba a cargo de otro ex-Motorola, José Luis Romanutti). Todo esto puso a la defensiva a las tecnológicas locales, que vieron cómo sus mejores talentos se iban a las compañías internacionales porque prometían carreras y proyectos más interesantes; reunirse en el clúster tecnológico fue la reacción.
“Nosotros perdíamos gente, pero propiciábamos la llegada de empresas y profesionales internacionales porque veníamos leyendo a Michel Porter, que hablaba de que eso iba a terminar armando un polo, porque luego iban a volver adonde habían salido o iban a fundar nuevas empresas, trayendo más calidad y creando más empleo. Al principio, sufrimos bastante; nos obligó a crecer, a certificar normas internacionales de calidad, a cambiar el aspecto de nuestras oficinas y a ocuparnos más de la gente; a la larga, nos terminó favoreciendo”, asegura Mario Barra, cuya empresa Vates fue comprada por la estadounidense Epam Systems.
Su compañía fue proveedora de Motorola una vez que certificó normas CMM, como otras que de esta manera aprendieron a trabajar con clientes internacionales.
Los reclamos de la industria cordobesa, para lograr los mismos beneficios que tenían Motorola e Intel, terminaron impulsando que la Provincia fuera la primera en el país en declarar en 2003 al software como una industria y a tener su ley de promoción de esta actividad.
“Trabajamos mucho en la ley de software. Logramos que se cumpliera el triángulo de Sábato, que articula a los sectores público, privado y universidades. Así terminamos trabajando juntos con empresas que antes nos veían como enemigos”, recordó Ruiz de Mendarozqueta.