Hace más de 10 días que un buque de la empresa estadounidense Chevron, que zarpó el 27 de mayo pasado desde el puerto de Houston (Estados Unidos), está fondeado frente a Montevideo, en la denominada zona Alfa, con 50 mil metros cúbicos de gasoil pedidos por Argentina.
¿La razón? Cammesa, la compañía que administra el mercado eléctrico mayorista, quiso pero no terminó de concretar el pago de ese cargamento.
El primer problema es archiconocido: no hay dólares para abonar esa compra, cuyo costo ronda los U$S 35 millones.
La segunda razón: el Gobierno está usando yuanes con mayor intensidad para pagar importaciones, pero no todos los reciben.
La trama de este episodio fue relatada con lujo de detalles por Nicolás Gambini en el portal EconoJournal, especializado en información sobre energía, minería e hidrocarburos.
Resulta que varias petroleras no aceptan pagos en moneda china, por lo que se buscó a una entidad financiera intermediaria para la conversión. El acuerdo se hizo con el Citibank, hacia donde se giraron 250 millones de yuanes del famoso swap.
Pero algo falló y la entidad bancaria transfirió moneda china a Chevron, que rechazó ese depósito. Mientras Cammesa intenta reconducir la situación, corren cargos extras por los días de espera.
Y si bien el invierno es benévolo, está llegando otro barco, esta vez de British Petroleum, aunque, para evitar que quede envuelto en el mismo entuerto, el Banco Central habilitó a Cammesa (también a Enarsa y a YPF) a crear una cuenta en moneda extranjera en cualquier entidad del exterior, a la cual podrán transferir los yuanes y luego convertirlos a dólares, con el costo extra de ese servicio.
Presente y futuro
El destino ha querido que este episodio haga esquina con otro de gran relevancia que, de haber ocurrido antes, no estaríamos hablando de importaciones de combustible ni de yuanes a cambio de dólares. Más vale tarde que nunca.
Y es que el gasoil comprado afuera es para alimentar centrales de generación eléctrica cuyos equipos funcionan con ese combustible líquido o con gas. La disponibilidad de este último está en una bisagra, a raíz de la habilitación del gasoducto Néstor Kirchner (NK), que transportará ese fluido desde Vaca Muerta hasta Salliqueló, en el oeste bonaerense y, en una segunda etapa, hasta San Jerónimo (Santa Fe).
Corre por estos días cierta euforia por las venas del oficialismo, en una clásica apropiación simbólica de todo lo que Vaca Muerta prometía y que ahora empezará finalmente a tallar en la balanza energética y comercial.
En medio de una insoportable cadena de soponcios, esta es una de las pocas buenas noticias reales que esta gestión puede dar. Por eso la usará como trampolín para proyectar sus chances electorales.
Por detrás, la simultaneidad del gasoducto NK con el buque singapurense BW Leopard que contrató Chevron tiene un denominador común: los millones de dólares, en presente y en futuro.
Junio acumula nuevos vencimientos de deuda en moneda extranjera, con dos certezas: la primera, un pago a acreedores por U$S 1.000 millones (750 millones están en manos de bonistas particulares), que se cumplirá en tiempo y forma; la segunda, volver a trasladar a fin de mes un compromiso de U$S 2.600 millones con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sólo como referencia, esa cifra equivale al ahorro en importaciones que implica tener en funcionamiento el gasoducto NK para lo que queda del año (se calcula que el beneficio se duplicará en 2024).
Sin contar los pagos al FMI, el Gobierno necesita alrededor de U$S 7.500 millones para atajar las demandas en divisas de aquí hasta noviembre.
Fuentes del mercado calculan que el swap de yuanes alcanzaría, a un costo de alrededor de 6,4% anual, ya que se pagan 400 puntos básicos sobre la tasa Shibor, que se arma con el promedio de 18 bancos comerciales chinos.
¿Y con el Fondo? Hace rato que las negociaciones son más políticas que económicas y es difícil que cambien de sintonía. La devaluación que exige el organismo es impracticable hoy. Lo más probable es un acuerdo corto. Después del 10 de diciembre, la historia será otra.
