No ha sido una elección casual la del adjetivo “histórico”. Así es como el gobernador Martín Llaryora autopercibe su estrategia fiscal para 2026, como parte de la hoja de ruta de otro concepto marketinero: el “modelo de desarrollo cordobés”.
La estructura impositiva local no es ajena a la del resto del país, con una alta dependencia de tributos distorsivos y regresivos. Mal de muchos, consuelo de tontos. En Córdoba, Ingresos Brutos (II.BB.) y Sellos explican el 90% de la recaudación por gravámenes propios.
Es más, para 2026 se prevé que el dinero captado por Sellos (que no tendrá modificaciones) supere la suma de los impuestos patrimoniales (Inmobiliario y Automotores). Lejos de cualquier virtuosismo.
Un cambio histórico sería, justamente, trastocar esa matriz, para empezar a aliviar la mochila fiscal que recae sobre la actividad comercial y productiva, que es la dinámica en la que se deberían enfocar los esfuerzos para incentivar a la economía real, reducir la evasión y promover el empleo privado, entre otros efectos.
Pero algo hay, más allá de las adjetivaciones. Al final, había margen para recalibrar. Si hasta el intendente Daniel Passerini, al que no le sobra nada, se animó a prometer déficit cero y una reducción de 30% para los contribuyentes más chicos de la tasa de Comercio e Industria.
Es cierto que abarca el universo que menos incidencia relativa tiene en la recaudación de ese tributo, pero es una señal inversa a lo que venía pasando.
Lo mismo ocurre con la decisión de la Provincia de bajar a 2,5% la alícuota de II.BB. para los comercios que facturan hasta $ 88,1 millones, aunque ese parámetro no contiene toda la inflación acumulada en los últimos años.
También el sector industrial advierte ese “atraso” en la línea de facturación trazada de $ 3.200 millones bajo la cual las empresas que desarrollen nuevas inversiones (equivalentes a, por lo menos, el 1,2% de sus ingresos) no pagarán Ingresos Brutos.
Pero el contraste más elocuente ocurre con el Inmobiliario, que este año tuvo fuertes incrementos y que en 2026, sobre todo en la trama urbana, gozará de bajas en términos reales, según categorías y formas de pago.
Los márgenes
La Provincia calcula que su estrategia fiscal implica una resignación de ingresos por $ 900 mil millones. Serían algo más de U$S 600 millones. La mitad vendría del lado del Inmobiliario. Eso es mucho o poco, según con qué se lo compare.
Por ejemplo, equivale a un mes y medio de recaudación total. Con ese termómetro, lo “histórico” no luce como tal.
Pero quizá la comparación más curiosa es con los números de la Caja de Jubilaciones, que concentran la debilidad más importante para las finanzas provinciales. La proyección oficial es un déficit operativo del esquema previsional de $ 821 mil millones en 2026 (la brecha estructural es más amplia). Traducido: al organismo le faltan U$S 1,5 millones por día.
Esto significa que, al final, el margen para aliviar la carga fiscal provincial era tal que se asemeja a los recursos “extra” que se usan para poder pagar las jubilaciones y pensiones en tiempo y forma. Y aun así, se prevé sostener el superávit.
En El Panal explican que la decisión ha sido la de acompañar el esfuerzo de los hogares, comercios y empresas. “Ese sacrificio nos inspira y nos obliga”, escribió Llaryora en la red X. Es también una apuesta a que el nivel de actividad repunte y compense. Igual, nadie se tira a la pileta sin agua.
Más allá de los vericuetos contables, este primer paso de rebaja fiscal parece ser la vía por la que el oficialismo cordobés busca reconectar con ciertas demandas ciudadanas insatisfechas.
Quedan por ver dos cosas, más allá de las cifras que finalmente Rentas comunique a cada contribuyente en 2026.
En el corto plazo, la dinámica que tendrá el gasto público, tanto provincial como municipal, para acomodar el cuerpo.
En el mediano plazo, en tanto, se medirá el compromiso genuino con un modelo de gestión que siga aliviando el peso de la carga fiscal y sea más eficiente en la prestación de sus servicios.























