La industria automotriz es deficitaria en el mundo y en Argentina. Pero tenerla implica sus beneficios.
Es deficitaria porque está inserta en cadenas de valor globales que la obligan a importar autopartes. Pero además, porque ningún país fabrica todos los vehículos que su economía interna consume, por lo cual importa unidades.
De hecho, el año pasado la cadena automotriz argentina cerró su balanza comercial con el exterior en negativo, según datos de la consultora Abeceb. Las terminales automotrices terminaron 2021 con un superávit de 3.359 millones de dólares, pero el rubro autopartes registró un déficit de 7.092 millones de dólares. En conjunto, terminó el año con un negativo de 3.733 millones de dólares.
Para este año, la consultora proyecta que el déficit total entre automotrices y autopartistas crecería dos por ciento, con lo cual el rojo superaría los 3.800 millones de dólares.
“Mejorará la exportación de vehículos, con un aumento de 32 por ciento en la balanza positiva de las terminales, pero eso hará que crezca el déficit de autopartes 16 por ciento en relación a 2021; más producción requiere de más importación”, explica Andrés Civetta, economista consultor de Abeceb.
Por ejemplo, la planta de Santa Isabel, Renault y Nissan aumentarán este año 46 por ciento su producción para llegar a 73.000 unidades, 15 por ciento para exportación. Pero el plan es que en algunos años ese porcentaje llegue a 70 por ciento.
Lo mismo hará Fiat Argentina en su planta cordobesa, que este año elevará 18 por ciento la producción para alcanzar los 83.000 vehículos Cronos, de los cuales 56 por ciento será para exportación.
Desequilibrio en la balanza comercial automotriz
Históricamente, 70 por ciento de los autos que se vendían en el país eran importados y el 30 por ciento restante eran nacionales. Actualmente, la relación es 60 por ciento locales y 40 por ciento del exterior, en gran medida por la restricción a la importación.
El resultado es un mercado que en 2021 no logró superar los 400 mil patentamientos y tampoco lo hará este año, que arrancó acumulando una contracción de ocho por ciento.
En este marco, la industria fabricó 435 mil unidades en 2021 y la proyección para este año es llegaría a 515 mil, según datos que maneja el sector.
El rubro tiene históricos problemas de competitividad y en esto la presión fiscal no ayuda. Los impuestos representan 54 por ciento del valor de un vehículo fabricado en el país, mientras que una unidad hecha en Brasil y vendida en Argentina tiene 35 por ciento de componente impositivo (en los importados de fuera del Mercosur puede llegar hasta 65 por ciento), según informes que circulan entre empresas del sector.
Pese a ser deficitaria, tener una industria automotriz genera sus ventajas, porque ubica a la Argentina en el selecto grupo de los 22 países (de cerca de 200 países que integran el mundo) que fabrican automóviles.
En el país hay 11 terminales reunidas en la Asociación de Fábricas Automotores (Adefa) que llegaron a tener 25 mil trabajadores en 2019, cifra que bajó a 13.500 en 2020 y que ahora está en recuperación.
Paralelamente, hay 230 empresas que integran la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (Afac), que representan 80 por ciento de la producción autopartista, y que generan 50 mil empleos directos. Se estima que con el resto de las fabricantes de autopartes y el mercado de reposición (repuesteros) el sector llega a 450 industrias.
Pero además, derrama en una gran cantidad de empresas que trabajan para el sector, desde metalmecánicas proveedoras de autopartistas hasta empresas de servicios y asesores profesionales.
La falta de dólares
Este déficit histórico es el problema de fondo que tiene actualmente el sector autopartista para importar. Cuando el Banco Central de la República Argentina (BCRA) modificó en marzo pasado el régimen de acceso a los dólares para importación de insumos, estableció para los fabricantes de componentes un cupo que se autoriza en forma automática: las compras del año 2020 más un 70 por ciento. Terminado el cupo, acceden a un esquema que financia los dólares en 180 días.
Con el crecimiento de la producción automotriz en el primer cuatrimestre, 47 autopartistas (18 de ellas de Córdoba) se quedarán sin cupo con las importaciones de abril y mayo.
La semana pasada, varias terminales automotrices (Renault y Fiat en Buenos Aires, Nissan en Córdoba) presentaron sus novedades. Si bien sus directivos públicamente advirtieron que por ahora no tienen avisos de corte en la provisión de componentes, en estricto off the record reconocieron su preocupación y que pedirán al Gobierno nacional que flexibilice el esquema. “Tenemos hasta junio para que no llegue la sangre al río”, se sinceró uno de ellos.
El Gobierno exige una mayor nacionalización de partes, pero no es sencillo. En promedio, los vehículos nacionales no superan el 35 por ciento de composición local. Sólo el Fiat Cronos llega a 48 por ciento y las camionetas Nissan Frontier y Renault Alaskan comenzaron con 30 por ciento y van camino al 50 por ciento.
“No es fácil nacionalizar componentes. El automotriz es un rubro ligado al comercio intraindustrial a nivel global y son pocos los países superavitarios. El sector debería complementarse más con Brasil, para ganar economía de escala en componentes con más valor agregado. Es difícil competir con proveedores asiáticos, pero no imposible”, asegura el economista.
Esto implica innovación y desarrollo, pero sobre todo inversiones, respecto a lo cual Civetta previene: “Los autopartistas nacionales saben que si no lo hacen, mueren, y si lo hacen, corren riesgos altos en esta coyuntura económica. Para ser industrial, hay que ser valientes”.