La historia de la firma Maglione Hermanos y Compañía S.A comenzó hace 90 años en el pueblo de Las Junturas (del departamento Río Segundo), de dos mil habitantes y fundado apenas 20 años antes que esta empresa.
El 4 de octubre de 1933, Emiliano Maglione, uno de los fundadores del pueblo, compró un almacén de ramos generales que dejó a cargo de Atulio Maglione y de Alberto Barale. La condición era que si el negocio funcionaba, Atulio debía sumar a otros miembros de la familia.
“El almacén fue tomando volumen. Vendían desde un alfiler hasta una maquinaria agrícola”, cuenta Gastón Maglione (53), actual titular de la firma junto con su hermano Nicolás.
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“Atulio era extraordinario. Animaba a los productores a que se hicieran dueños de las tierras que trabajaban. Iba al banco y les conseguía un crédito. También visitaba a los colonos y veía lo que les faltaba en la casa. Después les mandaba con un empleado una heladera o lo que necesitaran sin saber cuándo iba a cobrarla”, recuerda.
Así, durante varias décadas, cuatro generaciones de los Maglione se fueron involucrando en el negocio. “Mi viejo empezó en la ferretería. Después se dedicó a los negocios agropecuarios, hasta que en 1976 agarró la conducción”, dice Gastón y recuerda que él se crió en ese negocio.
El padre de Gastón aportó una nueva visión a la empresa. Modernizó los procesos y compró la primera secadora de granos de la zona. También comenzó con el maní.
En esa época, sus tres hijos (Gustavo, Gastón y Nicolás) estaban estudiando. En 1995, y tras recibirse de licenciado en Administración de Empresas, Gastón dejó la ciudad de Córdoba y volvió a Las Junturas. “Le dije a mi viejo que quería meterme en la empresa y desarrollarme como profesional”, recuerda Gastón.
Entonces la firma vivió otra época de grandes cambios organizacionales. Sumaron un nuevo modelo de administración, basado en objetivos. También se aumentó la capacidad productiva y se hizo una nueva planta de maní.
Del viejo almacén sólo quedó la ferretería. Todo fue mutando.
El salto a empresa exportadora
La planta tiene tres líneas de maní (blancheado, confitería y tostado). Emplea a 40 personas y produce unas 500 toneladas mensuales. La planta se fue tecnificando y ahora tiene hasta un robot paletizador al final de línea.
La década del 2000 fue otra época bisagra para los Maglione. En ese tiempo se sumó a la empresa Nicolás Maglione. “Él fue un gran motor de cambio respecto a procesos, nuevas tecnologías y fundamentalmente comercio internacional”, dice su hermano Gastón.
Nicolás tuvo una idea jugada: viajar con su hermano a otros países a ofrecer el maní. Llegaban a un lugar casi sin conocer a nadie y visitaban distintas empresas. Las giras duraban más o menos un mes y recorrían varios países.
El primer viaje fue en 2005. Recorrieron Turquía, Azerbaiyán, Rusia, Polonia, Alemania y España. “Nos vinimos con dos clientes nuevos, que después de muchos años nos siguen comprando”, dice Gastón. Y cuenta que esos viajes les permitieron conocer otras culturas y entender cómo negociar en cada una de ellas.
“Por ejemplo, negociar con un turco es distinto. No se sientan de frente como acá, sino que vos te sentás de lado”, explica. Y dice que así fueron aprendiendo de distintas culturas.
En ocasiones salían con empresarios a cenar y recuerda que comían hasta lo que no les gustaba. Dice que, aunque no parezca, cada contraste cultural les daba información acerca de cómo comerciar fuera del país.
“Teníamos buena voluntad y queríamos trabajar. Nadie nos dijo que se hacía así. No teníamos casi experiencia en comercio exterior”, reconoce Gastón.
Servilletas, para firmar un contrato
Gastón repasa una anécdota inolvidable.
Ocurrió en Azerbaiyán, país ubicado entre Asia y Europa. Según contó, tras dos días de negociación, y sin haber llegado a un acuerdo, salieron a cenar con los dueños de una empresa. En la cena, y después de un buen rato, y de tomar “un poco” de alcohol, terminaron cerrando el negocio. “Lo curioso fue que lo refrendamos en una servilleta. Allí constaba todo lo que teníamos que entregar. Firmamos la servilleta y empezó nuestra relación comercial”, comenta Gastón.
Otro viaje lo hicieron con su padre, que todavía sigue vinculado a la empresa. Y en otras ocasiones llevaron también a algunos empleados. “Queríamos que todos entendieran cómo piensan afuera”, señala.
Desde entonces, llevan enviados miles de contenedores de maní al exterior.
Actualmente exportan a varios países de Europa, Asia y América del Sur. Algunos de sus clientes están en Grecia, Alemania, Hungría o Turquía, entre otros. Hace unos días, el Gobierno de Córdoba les entregó el premio Fulvio Pagani a la Trayectoria Exportadora.
Últimamente, participan con stands en ferias de alimentos. Y hace pocos días llegó de Alemania la hija de Gastón, Victoria (especializada en calidad y comercio exterior), quien con 24 años se convirtió en la cuarta generación en formar parte de la empresa.
Aunque la firma se dedica especialmente al maní, también exportan otros productos, como garbanzo y poroto. Su producción se destina casi exclusivamente al comercio exterior.
Los Maglione empezaron sin saber nada de exportación y actualmente hacen todo: venta, forward, reserva de contenedores y papeles de exportación.
Gastón señala que aunque ahora existen otras herramientas para acortar distancia, es importante viajar y conocer a los clientes. Por eso planean retomar las giras en 2024. “Siempre es bueno volver a salir”, dice.
