El lunes 15, tras el “frenético” fin de semana durante el cual el equipo económico resolvió una serie de medidas para dar pelea a la inflación, estallaron en las redes sociales los comentarios sobre el grado de efectividad de ese paquete.
Hasta el mismísimo Elon Musk (CEO de Tesla y de Twitter, entre otras compañías) reaccionó cuando un usuario compartió una nota de Bloomberg referida al set de anuncios del Gobierno argentino, en la que anticipaba la decisión del Banco Central (BCRA) de llevar su tasa de política monetaria al 97% anual.
A Musk le alcanzó con presionar una tecla: la del signo de exclamación “!”. Y es que es difícil establecer en qué capa de la atmósfera estamos orbitando.
Ya lo dijo el propio Sergio Massa: “No nos entra un quilombo más”. Aunque esa advertencia, bajo la premisa de lograr “orden político” como condición sine qua non para tranquilizar la economía, sólo se limita al corralito de la interna oficialista.
La observación del ministro de Economía también agranda las dudas sobre la capacidad del Gobierno, ya no de corregir, sino de no empeorar más las cosas.
La foto de Massa y de su equipo en plena faena sabatina fue un viejo simbolismo de burócratas que apenas alcanzó para listar medidas que nacieron perdiendo desde el vestuario.
Con esas herramientas, ni la inflación bajará ni mejorará la confianza. En la Cámara de Supermercados cordobesa registraron aumentos de precios promedio del 11% en los últimos 20 días, encabezados por bebidas, verduras y yerba.
Está cada vez más cerca la posibilidad de que el índice de precios al consumidor (IPC) cruce la barrera mensual de los dos dígitos, algo que no ocurre desde abril de 2002. Y la suba de tasas atraviesa a la economía como un cuchillo de doble filo: si bien aspira a desalentar la crónica dolarización, incrementa los costos de la deuda cuasifiscal y le quita fuerza al nivel de actividad.
Sobre llovido...
La profundidad de las incógnitas políticas y económicas ya se cruza de la peor manera con los tiempos electorales. Ojo, la falta de certezas también atraviesa a la oposición y el factor Javier Milei no hace más que aumentar la incertidumbre.
Detrás de la única puerta que ofrece una relativa estabilidad está el Fondo Monetario Internacional (FMI), que sigue en pose pensativa para definir si otorga o no el adelanto de dólares que pide Massa y bajo qué condiciones. El Gobierno pretende usar buena parte de esos recursos para intervenir de manera directa en el mercado.
Es eso a cambio de un retoque en la rueda de la devaluación o la sombra amenazante del giro descontrolado que provoca un ajuste por las malas. La tasa de interés de referencia en casi 100% no desactivó la carrera frenética hacia cualquier activo dolarizado.
Un ejemplo de eso ocurrió el jueves, cuando el BCRA reactivó el ritmo diario del crawling peg y, en especial, hizo una pausa en sus habituales intervenciones para sosegar las cotizaciones financieras del dólar. El efecto fue inmediato y la variante MEP pegó un salto superior al 6% en apenas unas horas.
Hubo explicaciones de dos colores. En el Palacio de Hacienda argumentaron que la decisión apuntó a desmontar maniobras de especulación con “rulos” financieros, algo que efectivamente ocurre. Siempre hay ganancia en el río revuelto.
Fuera de la órbita oficial, se insistió en los crecientes costos para las reservas que genera esa táctica, lo cual también es cierto. Y con un ingrediente: si las reservas netas son negativas, ¿de dónde salen los dólares para bajar la fiebre en el mercado y gotear importaciones? Se supone que el swap chino está prestando ese servicio, aunque en la oposición sospechan de manotazos a los encajes. La chirriante administración de la escasez.
