Actualmente, el salario promedio medido al dólar paralelo es de US$ 606. El estancamiento de la actividad económica, la elevada inflación y las recurrentes crisis cambiarias lo han deteriorado hasta llevarlo a niveles de 2004/05.
La remuneración promedio de los trabajadores que tienen un empleo estable en relación de dependencia –conocida también como RIPTE– fue de $ 174.436 en octubre de 2022, 5,5% superior a la del mes anterior. Este aumento fue, sin embargo, insuficiente para mantener constante el poder adquisitivo, dado que la inflación de octubre fue de 6,3%.
La progresiva pérdida de poder de compra se percibe con mayor claridad al observar la evolución de los salarios en dólares. Actualmente, la remuneración promedio de los asalariados registrados se ubica alrededor de los U$S 600, uno de los valores más bajos de las últimas décadas.
La evolución de los salarios desde 1995
Si se considera la evolución de la inflación en Estados Unidos y el recorrido seguido por el dólar paralelo, se tiene que desde mediados de la década de 1990 hasta la actualidad la mayor remuneración en dólares fue de US$ 1.856 en 1995, cuando estaba vigente la convertibilidad que establecía la paridad uno a uno con el dólar y la inflación estadounidense rondaba el 0,4%.
Con la primera devaluación de 2002, los salarios en dólares se redujeron a casi la mitad, de US$ 1.470 en diciembre de 2001 a US$ 799 en el mes siguiente. El tipo de cambio continuó una fuerte tendencia alcista, con una devaluación del peso cercana al 300%. En este contexto, los salarios promedio tocaron fondo en junio de 2002, llegando a menos de US$ 400.
Con la fuerte recuperación económica que tuvo lugar tras la salida de la convertibilidad, sumado a un dólar relativamente estable y a una baja inflación, los salarios se ubicaron en un promedio de US$ 600 entre 2004 y 2005. Es decir que la remuneración promedio de 2022 es similar a la que prevalecía en un momento en que el país se estaba recuperando de una de las crisis más profundas de su historia.
La tendencia alcista continuó, con algunas oscilaciones e incluso caídas durante la crisis internacional de 2008-2009, y llegó a un pico que superó los US$ 1.500 en abril de 2012. Con la implementación del cepo a fines de 2011, comenzó a ampliarse la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el paralelo, llegando a superar el 100% en más de una ocasión.
Este contexto, sumado a una economía en claro estancamiento, retrotrajo el poder adquisitivo del salario a valores de 2009, año en que Argentina había sufrido el impacto de la crisis internacional.
La liberación cambiaria en diciembre de 2015 produjo una devaluación superior al 40% y redujo progresivamente la brecha cambiaria hasta prácticamente eliminarla. Por aquel entonces, la inflación mensual en Estados Unidos era más baja que a comienzos del período, con incluso varios meses de deflación. La remuneración promedio se recuperó notablemente y llegó al máximo del siglo en diciembre de 2017 (US$ 1.740).
Las sucesivas crisis cambiarias que tuvieron lugar a lo largo de 2018 golpearon fuertemente a la economía, y el aumento considerable de la inflación modificó el panorama, llevando a los salarios a casi la mitad de su valor en dólares. El cepo se volvió a implementar en 2019 y la brecha con el dólar oficial comenzó nuevamente a profundizarse. La crisis de la pandemia redujo el poder adquisitivo de los salarios a valores muy cercanos a los evidenciados en plena crisis y devaluación de 2002.
Dónde estamos parados hoy
Desde entonces, la remuneración promedio ha mostrado una escasa recuperación que no se acerca al poder de compra de años anteriores. Los US$ 606 que representan los salarios actualmente no sólo son similares a los de hace más de 15 años, sino que reflejan el estancamiento de la productividad en el mercado de trabajo. El fuerte aumento del dólar blue en las últimas semanas (por encima de los $ 350) será determinante para el poder adquisitivo con el que finaliza 2022.
Lo más preocupante es que el salario que se está teniendo en consideración es el de los trabajadores registrados, y que además poseen un trabajo estable. Esto significa que la situación que se está explicitando no contempla a más de la mitad de otros trabajadores con remuneraciones y formas de contratación más endebles, sobre todo asalariados no registrados y cuentapropistas.
El deterioro salarial de los no registrados es mucho mayor. Su salario aumentó apenas 3,1% en octubre y en lo que va del año acumula un incremento de 55%, más de 20 puntos porcentuales por debajo de la inflación. En términos interanuales aumentó un 71%, mientras que el salario total (registrados y no registrados) lo hizo en un 81%. Ambos, claramente, por debajo del incremento inflacionario.
Con una inflación interanual por encima del 90%, es imposible que tengan éxito las medidas de corto plazo que buscan recuperar el poder adquisitivo de la gente. La inflación anual de dos dígitos es una constante en nuestro país desde hace más de una década y, como tal, necesita de reformas estructurales para solucionarse.
En Argentina, la inflación y la volatilidad cambiaria son dos caras de la misma moneda. El exceso de dinero en circulación, principalmente por la monetización del déficit, presiona sobre los precios y sobre las reservas internacionales. Como el sobrante de pesos es consecuencia directa del desequilibrio fiscal, la solución radica en realizar allí mejoras. Pero no en un ajuste fiscal, porque la experiencia ya ha demostrado varias veces su fracaso. Lo que se requiere es un ordenamiento integral del Estado. Mejorando la gestión del Estado debería reducirse la inflación y permitir el recupero, de manera sostenida y de largo plazo, de los niveles de poder adquisitivo de los trabajadores.
* Economista de Idesa