El resultado de las Paso, el salto desprolijo del tipo de cambio oficial y su veloz impacto inflacionario definieron en pocas horas el vórtice en el que ahora está girando, arremolinada, una dinámica impensada de cara a las elecciones generales de octubre.
La probabilidad de ocurrencia de ciertos hechos se ha alterado de manera significativa. Las pruebas de esa perturbación brotan casi a diario, varias de ellas montadas sobre la nueva trama que desató la devaluación discrecional.
Los precios copiaron el ajuste casi sin pestañear y todavía hay fases en desarrollo de un loop preocupante. En el sector de consumo masivo, advierten que el inicio de septiembre puede mostrar otra vuelta de tuerca.
Es sintomática la bajísima adhesión al acuerdo de precios de emergencia que intenta imponer, a los manotazos, el equipo del ministro-candidato Sergio Massa.
La capacidad de persuasión para establecer un umbral de ajuste de 5% mensual (muy lejos del nivel que alcanzaron las remarcaciones) ha quedado seriamente dañada. ¿Será que el olfato de los popes industriales detectó el agrio perfume de la debilidad?
Varias empresas influyentes escucharon, pero no firmaron nada aún. Y la Copal, que es la entidad que aglutina a 14.500 firmas de alimentos y bebidas, pateó el tablero con elegancia.
No se descarta que en los próximos días sea el propio Massa quien se arremangue para sacar a flote la versión más compleja de Precios Justos. Pero aun si ese esfuerzo diera resultado, los frutos no están asegurados. Ya se sabe que lo que no ajusta por precio, lo hace por cantidad.
Los principales jugadores del retail no descartan una sensible baja en la oferta de productos durante las próximas semanas, al tiempo que se mantienen alertas por los saqueos.
Mientras la dirigencia política pierde foco en la semántica y en desentrañar en tiempo real cuánto de hambre y cuánto de delincuencia hay detrás del vandalismo, los supermercados se concentran en los efectos.
De nuevo, la dinámica cambió. Y si bien las lecturas apuntan a una intensidad descendiente de los episodios violentos, nadie se anima a pronosticar que la ola haya pasado por completo. Al contrario, la guardia seguirá en alto.
Pasillos
En los pasillos del hotel Alvear de la ciudad de Buenos Aires, donde se desarrolló el Council of the Americas, se habló, y mucho, de la posición explícita de AmCham, la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina.
La entidad calificó de “inviable” el acuerdo de precios frente a incrementos en los costos productivos que, en las últimas dos o tres semanas, se ubicaron entre 15% y 32%, según esa organización.
Cuentan que Massa masculló bronca en Washington, donde pretendía poner la mejor cara en las fotos del extenuante acuerdo por el desembolso del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Otro dato no menor que dejó ese encuentro fue la reunión reservada que Javier Milei mantuvo con un acotado grupo de empresarios que antes prefería sostener esas tertulias privadas con Patricia Bullrich o Massa.
Eso no significa que hayan definido su apuesta por el candidato libertario. De hecho, sobran quienes ven a Milei como un perfecto incubador de nuevas tormentas de incertidumbre, pero quieren entender cómo piensa hacer lo que dice que hará si llega a la Presidencia.
En esencia, eso también interpela al resto de los candidatos. Y es que el pantano emocional que ha producido la agobiante crisis de estancamiento económico abre un interrogante mayor.
Nadie sabe realmente cómo va a digerir ese estado de ánimo colectivo el tremendo esfuerzo que implica estabilizar, primero, para recién después volver a prender los motores del desarrollo. El “pare de sufrir” tampoco es gratuito.
Auscultar las expectativas en medio de semejante crisis de representación no será una tarea que finalice con el último turno electoral (sea cual fuere). Por el contrario, después de esa bisagra empezará el desafío más exigente. Para todos y todas.
