La polarización se impone en el mundo y encorseta todas las discusiones públicas en Argentina. El versus de esta semana quedó planteado entre Marcos Galperin, a través de su empresa Mercado Libre, y Maximiliano Pullaro, gobernador de Santa Fe.
El cruce podría haber conducido hacia una interesante discusión sobre el impacto real de un tributo distorsivo como Ingresos Brutos en la actividad privada, o acerca de la responsabilidad de las grandes empresas de tributar de acuerdo a su tamaño para contribuir al desarrollo del mercado donde obtienen su ganancia.
Pero la cosa se agotó más bien en la falsa antinomia de “actividad productiva contra especulación financiera” y el peligroso discurso de demonización impositiva.
Algo similar se busca instalar desde 2024 sobre la industria, cuando desde el poder central se la reduce a un sector creado a prebendas y cerrazón de mercado, que produce bienes mediocres a precios caprichosos.
Ante eso, en el discurso público, la apertura importadora se promociona más como una venganza que como un proceso complejo pero deseable para una economía que necesita mayor integración al mundo.
Prejuicios matan realidad
Un caso local puede usarse para salir del blanco y negro y entender los matices. La industria cordobesa de producción de calzado, un universo constituido por al menos 167 empresas que, en promedio, emplean de 10 a 20 personas cada una. Muchas de ellas llevan años de trabajo y han desarrollado habilidades de alto valor para una actividad como esta, mano de obra intensiva.
“El año pasado no hubo cierre de empresas. Pero en 2025 comenzaron a crecer las suspensiones y el número de pymes en procedimientos de crisis. Los empleadores hacen un gran esfuerzo por retener la mano de obra calificada, pero cada vez es más difícil. La caída de producción promedio en la provincia es hoy del 45%”, revela Jorge Chali, presidente desde este año de la Cámara de la Industria del Calzado de Córdoba.
El desplome resulta de un movimiento de pinzas entre el colapso de la demanda asociada a la crisis de ingresos de las familias y el fortísimo avance del calzado importado, ingresado desde 2024 en un volumen muy superior al histórico –siempre hubo presencia– debido a medidas de liberalización.
La avalancha de productos, en especial calzado deportivo y en material sintético, llega al mercado argentino de la mano de grandes importadores, marcas locales que dejan de producir internamente y extranjeras que incrementan presencia local. A eso se suma el consumo minorista vía courier y el realizado fronteras afuera por los argentinos que viajan.
El dólar barato termina de configurar esta tormenta perfecta que el sector lucha por atravesar. Y —sobre llovido, mojado— las empresas denuncian un incremento de la mercadería ingresada ilegalmente al país que no saben a qué causa atribuir.
Mientras lidian con estos desafíos, los industriales se enfrentan, además, a un discurso maniqueo que los acusa de no tener precios como los chinos sólo por decisión personal y avaricia.
Esta mirada opera con un sesgo: en aras de defender al consumidor acercándole productos a menor precio (algo deseable, claro), se olvida que ese consumidor, para serlo, necesita salario y empleo. De preferencia, estable y de calidad, como suele ofrecerlo la industria.
“Existe una idea equivocada respecto de los precios. Un producto que sale a $ 20 de la fábrica se vende en una vidriera a $ 60. En el medio, van solapándose costos que no tienen que ver con los fabricantes”, insiste Chali.
Y para dar prueba del llamado costo argentino, cita el “índice Zara”: “La misma prenda de esa cadena fabricada en Bangladesh se ofrece a $ 40 en Colombia y a $ 100 en Argentina”, dice, en un intento por hacer entender que la cuestión es mucho más compleja que el capricho remarcador de un empresario.
El mayor flujo importador también está trayendo insumos a menor valor y en variedad, pero incluso con esa ventaja los costos quedan muy lejos de los que consiguen economías de la escala de la brasileña o la china, los principales mercados de origen del calzado terminado que copa la Argentina.
Una postal positiva
De todas maneras, lejos de agotarse en la queja, la industria mira hacia delante. “Una fortaleza de nuestro sector es la producción de calzado de cuero, un segmento muy desarrollado en Córdoba. Allí somos competitivos ante lo importado”, explica Chali. A la vez, y buscando contrarrestar la caída del consumo, las fábricas trabajan en reducir costos y ofrecer el mejor precio posible. Ayudadas en parte por el abaratamiento de insumos, aseguran que los valores se ajustaron por debajo de la inflación.
Eso se verá, insisten, en Exical, la exposición que desde hace dos décadas realizan en conjunto las cámaras industriales de Córdoba y Santa Fe. Unos 120 expositores ofrecerán sus productos para la temporada verano 2025/26 a compradores mayoristas de toda la región los días 5, 6 y 7 de julio en Forja.
La feria, de paso, oficia como una postal de todo lo positivo que también hay que asociar a la industria.