Tras la devaluación que hizo el Gobierno en diciembre, el tipo de cambio se ha ido apreciando mes a mes porque el ritmo de la inflación fue superior al de la devaluación oficial del 2% mensual.
Desde una perspectiva histórica, se evidencia que el tipo de cambio real también se encuentra en niveles bajos. Según el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) calculado por el Banco Central (BCRA), estos valores son comparables a otros períodos de la historia económica argentina, como los registrados hacia el final de la convertibilidad. En esos casos, niveles similares de apreciación del tipo de cambio real fueron seguidos por una devaluación.
Sin embargo, en esta ocasión el panorama podría ser diferente. La combinación de un superávit fiscal sostenido, los dólares ingresados por el blanqueo, y el potencial de proyectos productivos asociados a recursos naturales, como Vaca Muerta, plantean la posibilidad de que el “peso fuerte” haya llegado para quedarse. Esto trae desafíos, y analistas vaticinan que Argentina podría comenzar a experimentar los síntomas de lo que en economía se conoce como “enfermedad holandesa”.
¿Qué es la “enfermedad holandesa” y cuáles son sus consecuencias?
La “enfermedad holandesa” es un fenómeno en el que el auge en un sector, típicamente vinculado a recursos naturales, genera una apreciación de la moneda local (por la entrada masiva de dólares) y termina perjudicando a la economía. Este concepto surgió en los Países Bajos durante la década de 1960, tras el descubrimiento de vastas reservas de gas natural en el Mar del Norte. Este hallazgo impulsó un boom en el sector energético, pero también generó un impacto negativo en otras áreas de la economía.
El principal efecto en estos casos es que se encarecen las exportaciones no relacionadas con los recursos naturales y resta competitividad a la industria local. En términos simples, el país se enfrenta al desafío de administrar la abundancia sin comprometer el desarrollo de su economía.
La estructura productiva se ve afectada a largo plazo. Uno de los impactos más evidentes es la desindustrialización. La combinación de un tipo de cambio apreciado y una economía relativamente abierta golpean a la industria, cuyos costos aumentan, dejándola en desventaja frente a competidores extranjeros.
Esta pérdida de competitividad impulsa una transición económica en la que algunos sectores industriales son reemplazados por otros, como las industrias de servicios vinculadas a los nuevos recursos que generan ingresos en divisas. Sin embargo, esta transformación tiene costos elevados, especialmente en el corto plazo. Las pymes, que son las principales generadoras de empleo, son las más afectadas, lo que provoca un aumento del desempleo mientras la economía se adapta y los nuevos sectores productivos logran absorber a los trabajadores desplazados.
Además, la dependencia excesiva de los recursos naturales implica un riesgo, es importante lograr mantener una economía relativamente diversificada que brinde estabilidad ante la volatilidad de los precios internacionales.
De qué depende que Argentina pueda evitarla
Evitar la “enfermedad holandesa” requiere una gestión estratégica de la abundancia de recursos naturales, respaldada por una economía diversificada. Esto implica apostar por proyectos de largo plazo en sectores clave como energía y tecnología, asegurando que los beneficios de esta transformación fomenten un desarrollo económico sostenible.
Aunque el sector energético ofrece un enorme potencial de ingresos, es necesario implementar políticas económicas que faciliten la transición hacia una economía más competitiva. Se vuelve crucial acelerar las reformas propuestas en la Agenda de Mayo para fortalecer la competitividad de las empresas locales sin depender exclusivamente de un tipo de cambio favorable, fomentando un sector productivo diversificado.
La “enfermedad holandesa” no es un destino inevitable, pero ignorar sus riesgos podría condenar al país a una peligrosa dependencia de los recursos naturales. El verdadero desafío radica en transformar esta coyuntura en una oportunidad para construir un modelo económico más sostenible y competitivo.