Son los propios los que no dan tregua a La Libertad Avanza, en medio de una campaña electoral errática, abollada ahora por el escándalo que involucra al diputado nacional José Luis Espert, cabeza de lista del oficialismo en Buenos Aires para continuar en la Cámara Baja.
La semana cerró con el Gobierno tratando de buscar aire nuevo para sus dos brazos salvavidas: la asistencia económica de Estados Unidos y la ayuda política de Mauricio Macri.
En ambos casos, intenta capturar las dosis de credibilidad que es incapaz de generar de manera autónoma. ¿Alcanzan?
En el terreno político, sobran las suspicacias y, por lo tanto, escasea la credulidad. Por cierto, no ayuda la recta final de la campaña hacia las elecciones legislativas. Nadie cierra un acuerdo hasta que se cuenten los votos.
Tampoco colaboran los antecedentes inmediatos del destrato libertario a quienes lo acompañaron en el primer tramo de su gestión. Por lo tanto, todo indica que no habrá nuevas fichas sobre el tablero hasta después del 26 de octubre.
En el aspecto económico, la dinámica es diferente, porque los mercados “votan” todos los días. El riesgo país sigue muy alto y el precio del dólar está de nuevo apuntando hacia el techo de la sufrida banda de flotación cambiaria.
El equipo económico, con el ministro Luis Caputo a la cabeza, está en Estados Unidos para acelerar la letra chica con el secretario del Tesoro de ese país, Scott Bessent. El eje es el famoso swap de monedas por U$S 20 mil millones.
En esencia, esa plata “se mira y no se toca”, salvo una emergencia que lleve a meter mano en esos recursos. ¿Qué emergencia? Es probable que Estados Unidos no quiera que sea para frenar una eventual corrida contra el peso, pero ese es, justamente, el riesgo latente.
Por eso también habrá gestiones por una yapa: la posibilidad de una recompra de bonos soberanos argentinos, una operación mencionada en el menú original de opciones, pero sin detalles. Tampoco se sabe mucho sobre las condiciones que deberá asumir el país.
Todo indica que lo que se acuerde será anunciado el 14 de octubre, cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibirá a su par argentino, Javier Milei, en el icónico Salón Oval de la Casa Blanca.
Cambiar: qué y cuándo
En un nuevo posteo en su blog, el exministro de Economía Domingo Cavallo señaló que en este momento “el Gobierno no está en condiciones de cambiar el manejo monetario y cambiario que es responsable principal de la crisis”.
Apuntó a esos defectos como los culpables de “incubar un problema de atraso cambiario e insuficiencia de reservas propias para asegurar el pago de los servicios de la deuda”.
Cavallo cree que hay que liberar el mercado cambiario. Lo mismo piensan Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Gobierno ha evitado esa vía, por el impacto de un salto devaluatorio.
En ese punto, el exviceministro de Economía Orlando Ferreres se animó a poner números. Explicó que la paridad teórica de equilibrio de octubre arroja $ 1.680 por dólar, pero está calculada para épocas con déficit fiscal.
“Por lo tanto, hay que corregir este número hacia abajo; por ejemplo, $ 1.550. Eso generaría cierta inflación, que ya tendría que estar calculada en el nuevo tipo de cambio para no tener que seguir devaluando todos los meses”, sostuvo.
De ser así, la depreciación del peso quedaría por debajo del 8%, un nivel que luce alto si el traspaso a precios se produce sin filtro, aunque la incipiente recesión ayudaría a atemperar ese impacto.
Pero ese salto no puede ocurrir en el aire. Tendría que estar cobijado en una nueva hoja de ruta cambiaria y monetaria que sea explícita, que refuerce la compra de reservas y, sobre todo, que sea apoyada por una nueva base de sustentación política.
Un desafío de doble piso, en el que todos los caminos ya no pueden empezar y terminar en el pensamiento único de Milei. Incluso bajo la lógica saludable del equilibrio fiscal.