Los datos oficiales validaron los resultados de los reportes privados. La actividad económica creció 6,5% interanual en el primer mes de 2025. De esta forma, completó un trimestre con números positivos (en la comparación con el año previo), algo que no pasaba desde 2022.
Como siempre, el promedio esconde luces y sombras. Por ejemplo, la intermediación financiera pegó un salto de casi 26%, impulsada por la nueva dinámica crediticia que alimenta las esperanzas en el consumo.
Lejos de ese indicador, la construcción apenas despegó 1,9% interanual y sigue en el lote de los sectores más rezagados, aunque con un aliciente: cortó una racha de 13 meses de caídas consecutivas.
De acuerdo con el anticipo de Orlando Ferreres & Asociados, el sendero siguió en positivo en febrero, con un aumento de 7,5% interanual. Puesto en un gráfico, valida la hipótesis de una recuperación con la forma de ve corta.
El rebote no es relato, pero al final del día siempre termina pasando por el filtro de las percepciones: ¿se siente o no se siente?
Aquí hay, por lo menos, dos territorios: uno de ellos es el sectorial, que muestra la heterogeneidad propia de cada rubro, aunque se sumaron más segmentos con mejores datos. El otro es el viscoso terreno de la sensación térmica generalizada, a la que se le presta más atención en los años electorales, como el actual.
El índice de confianza del consumidor, que hace casi 30 años elabora la Universidad Torcuato Di Tella, exhibe subas anuales en lo que va del año, pero en marzo tuvo una baja mensual de 6,7%, impactado por un deterioro en las evaluaciones de la situación económica personal y del estado de la macroeconomía.
Si bien en la oscilación influyen varios factores, se descuenta que el repunte inflacionario, sobre todo en alimentos y bebidas, ha impactado en el ánimo de los bolsillos. Además, marzo suele ser un mes en el que coexisten precios nuevos con salarios viejos.
Por el lado del empleo, en tanto, todavía no se advierte un quiebre de tendencia. La encuesta de expectativas de Manpower, focalizada en los planes para el segundo trimestre del año, reveló que las proyecciones son nulas.
Clima
En esencia, estas señales sirven para dividir el color de las aguas: una cosa es la recuperación y otra, distinta, es el crecimiento.
Mejorar algunos indicadores más sensibles ya no es tan simple como hace un año y es cuando sobresale la necesidad de escalar hacia cambios estructurales, de los que se habla mucho y se ejecuta poco.
En el medio, la coyuntura juega. Más allá del alza en el nivel de actividad (también influye el arrastre estadístico de 2024), la fase de despegue ha quedado envuelta en una nube por la ruidosa ansiedad que provoca el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Los esfuerzos discursivos del Gobierno para atenuar la tensión con el dólar y gestionar las expectativas navegan en las clásicas olas de volatilidad que caracterizan a los mercados, de cara a dos transiciones.
La primera, de cortísimo plazo, es la que atravesaremos por dos o tres semanas más, hasta que se conozca la letra chica del entendimiento con el organismo, que contempla los detalles de los desembolsos y del devenir del esquema cambiario.
La segunda es la que arrancará más cerca de mayo, ya con las cartas sobre la mesa y en pleno viaje hacia las elecciones legislativas y a la consolidación de las condiciones que aseguren un desarme no traumático del cepo cambiario.