1.700 tiendas distribuidas en 76 países tiene la cadena francesa de ropa y equipamiento deportivo Decathlon. Y este verano, una de ellas llegó al puesto número uno de facturación mundial gracias a los argentinos.
Se trata de la ubicada en la isla de Florianópolis, Brasil, ese archipiélago con 42 playas de ensueño que esta temporada arde como destino de vacaciones para miles de familias. Mientras por aquí el debate en torno del “dólar atrasado” se caldea y saca de las casillas al Presidente, cordobeses, bonaerenses, santafesinos, correntinos y demás “saquean” los exhibidores de Decathlon. Encuentran allí y en otras tiendas productos a mitad de precio que en Argentina, o más aún.
El uso del verbo “saquear” es casi literal: el tiempo récord en que los compatriotas vacían los estantes mereció notas en distintos medios brasileños, como NDTV y la revista de negocios Exame. A esta última, Liana Kerikian, directiva de Decathlon, le reveló el curioso récord de facturación de la tienda y le precisó que se debe a que a diario recibe hasta cinco mil clientes, 90% argentinos, hecho que los obliga a abastecerla seis veces a la semana desde el centro de distribución de San Pablo.
El episodio es una gran postal del fenómeno y de la discusión del momento: el “dólar barato” y su sostenibilidad en el tiempo. También se asocia a otra eterna controversia nacional: el alto nivel de precios internos de productos como indumentaria y tecnología.
Su impacto se adivina, de hecho, en el índice de inflación de enero: el rubro indumentaria fue el único con deflación del -0,7%, y el principal motivo es la falta de demanda.
40% del gasto en compras
La salida masiva de argentinos a vacacionar al exterior, en especial a Chile y a Brasil, converge en plena temporada con el turismo de compras. Datos del Indec confirmaron que entre turistas y excursionistas (quienes van y vienen en el día), en diciembre salieron del país más de 1,3 millones de argentinos, casi el doble que en igual mes de 2023.
Los turistas que vacacionaron en Chile gastaron el 40% de su dinero en compras, principalmente de ropa, calzado, productos tecnológicos, electrodomésticos y elementos para el vehículo.
Las colas en pasos fronterizos confirman que en enero y en febrero ese éxodo fue muy superior, y también el consumo.
Datos del Banco Central difundidos por el economista Christian Buteler revelan que el gasto con tarjeta de crédito en dólares en enero fue el más alto de los últimos 15 años: U$S 865 millones que no incluyen lo consumido a través de billeteras virtuales ni tarjeta de débito, dos medios de pago tanto o más utilizados.
De hecho, una novedad de este verano en Brasil son las billeteras que permiten cargar pesos en cuenta y pagar allá en reales, utilizando el sistema Pix de transferencias inmediatas. Una estimación “conservadora” realizada desde KamiPay, la empresa que provee de tecnologías a la mayoría de ellas (Belo, Cocos, Lemon, Takenos, Fiwind y Plus) calculó que en enero todas procesaron al menos cinco millones de transacciones.
Estadísticas de la fintech confirman que la indumentaria es el rubro líder dentro del consumo realizado por argentinos y que algunas de las principales tiendas donde se usó Pix son C&A, Adidas, Puma, Nike, Grupo SBF (Centauro, zapatillas deportivas) e Iguasport. Esta última, titular en Brasil de la operación de (otra vez) Decathlon.
Además de mostrar una reacción previsible en cualquier consumidor (si encuentra barato, compra), el regreso de semejante furor sugiere que el turismo de compras tiene un arraigo cultural muy propio en los sectores medios argentinos.
Años de entrenamiento en stockeo merced a la alta inflación; el déjà vu del siempre gratificante “deme dos”, precios internos altos y la revancha luego de un 2024 con abstinencia forzada de compras suntuarias debido a la pérdida de poder adquisitivo y a una nueva configuración del gasto en los hogares, mucho más presionados por costos fijos como servicios, alquileres, salud y educación. Recordemos: 2024 redondeó un desplome del consumo masivo de casi 14%.
Pero a pesar de tanta compra estival, hay una diferencia importante con otros momentos de “dólar barato”: el bajo nivel de los salarios. El formal privado promedio medido en dólar blue por el economista Fernando Marull se encuentra en torno de la mitad del nivel de 2017 o del primer tramo de la convertibilidad, y a algo más de un tercio de los U$S 3 mil que alcanzó en los años de “plata dulce”. Eso se ve agravado por una precarización récord del mercado laboral, donde cuentapropistas e informales son la mitad de los empleados.
Son estas razones que hacen aún más doloroso el volumen de ventas que se le escapó al comercio minorista argentino a través de los pasos fronterizos.