Si el último debate presidencial marcó picos de rating de 50 puntos, el discurso que Javier Milei dará en una semana al asumir ante la Asamblea Legislativa promete empardar números con la final Argentina-Francia en Qatar.
La expectativa es mayúscula y generalizada. Se alimenta del aroma a bisagra con que el libertario llega a la cúpula del poder en el país, y gana dramatismo al ritmo de una economía que juguetea con el abismo.
Gobernadores, intendentes, empresarios, gremialistas, ciudadanos de a pie, todos esperan –con una ansiedad que se está tornando difícil de sobrellevar– definiciones centrales de la nueva gestión y su principal paquete de medidas iniciales.
La incógnita central por develar es la letra chica del ajuste que Milei promete desde la campaña electoral, esto es, su trasvasamiento de la versión en Excel que casi toda la sociedad celebra –un 55% de hecho lo votó– a la realidad donde, tal como dijo el inminente presidente en funciones, empieza a dejar “caídos” y, presumiblemente, a detonar reacciones.
¿Son los trabajadores de la industria automotriz los primeros llamados a integrar esa nómina?
Esta semana, el anuncio por parte de Renault de un plan de retiros voluntarios que apunta a reducir 450 puestos generó mucha inquietud en Córdoba. Ya en octubre, Mercedes Benz había hecho lo mismo en La Matanza, con un resultado que se estima en unas 140 adhesiones.
¿Se trata sólo de casos puntuales en una industria golpeada por el cepo a las exportaciones y con veloces reflejos merced a su flexibilidad laboral? ¿O es la espuma que anticipa la creciente?
Inquietud y optimismo
Las preguntas se colaron el mismo día del anuncio de Renault en el cóctel con el que la delegación Córdoba de AmCham (Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina) festejó sus 25 años, en el museo Evita, un evento que reunió a una potente parte de la comunidad empresarial local con autoridades de los tres poderes del Estado, incluido el gobernador electo Martín Llaryora.
En algunas charlas, la inquietud por el episodio fue palpable y convivió con la bocanada de optimismo y aire fresco que el empresariado respira ante el cambio de rumbo económico que promete Milei: libre mercado, drástica reducción del intervencionismo estatal, respeto a la propiedad privada y demás. Un entusiasmo, sí, que esperan poder confirmar luego de escuchar el discurso del 10, y también de observar la acogida que el nuevo Ejecutivo logre construir para sus reformas en el Congreso Nacional.
“No vemos aún ningún salto en los pedidos de suspensiones ni en la conflictividad laboral”, señalaron fuentes del Ministerio de Trabajo provincial, que calificaron “por ahora” el de Renault como un caso aislado.
Algo parecido apuntaron socios de AmCham respecto del centenar de empresas que integran la cámara en Córdoba.
Sin embargo, uno de ellos –con trabajo transversal en el mundo de los negocios y de las multinacionales– puso en palabras una idea compartida: “Si a un gerente financiero le confirman que habrá estanflación en los meses siguientes, al ajuste lo hace ahora. ¿Para qué esperar?”.
Con una buena parte de las grandes compañías llenas de pesos merced al cepo y sin saber ya qué hacer con ellos, asignarlos a financiar retiros o indemnizaciones que a valor dólar están “baratos” resulta altamente funcional en un marco de caída creciente de la actividad y, según las próximas autoridades nacionales, inevitable desplome inminente.
“Atravesar el valle de lágrimas es inexorable, pero la economía está constituida por expectativas y estas no pueden ser sólo negativas. Milei también debe sembrar zanahorias desde el 10 de diciembre”, sintetiza otro alto ejecutivo.
Esto es particularmente necesario entre las empresas cuyos negocios se orientan al mercado interno, un conglomerado mayoritario que, a diferencia de sus pares exportadoras, alternan la euforia por la llegada de Milei con mucha inquietud respecto de hasta dónde y por cuánto tiempo se desplomará el consumo.
Matices que también se dan entre la dirigencia política. Empresarios que esta semana hablaron cara a cara sobre el relevo presidencial con Juan Schiaretti y con Martín Llaryora notaron el contraste entre el optimismo de quien deja la gestión y la preocupación de quien empieza a timonear la provincia.
