Extranjeros que cruzan la frontera argentina cada mes para llenar el changuito; camperas que salen más caras que un alquiler; familias que tarjetean en cuotas fideos, harina y verduras, y más de 2,5 millones de personas en la cola virtual para comprar entradas de hasta $ 85 mil para los tres shows de Taylor Swift en Argentina.
Así de caleidoscópico está el consumo en Argentina, en medio del despiole que genera una inflación de tres dígitos y otros desórdenes que acusa la economía, como la brecha cambiaria y los cuellos de botella productivos derivados del cepo al dólar; sólo por citar un par.
A continuación, algunos de los extraños rasgos que esta variable, que funciona como un verdadero electrocardiograma de la economía, asume en medio del desbarajuste. Y lo que se puede esperar de ella:
1) El electro anticipa paro cardíaco
Como comportamiento general, hay que decir que el consumo masivo viene a la baja. Distintas mediciones sobre la actividad comenzaron a reflejar una caída en las ventas desde el cuarto trimestre de 2022, acentuada en lo que va de este año. Aquí, el monitoreo de la Federación Comercial de Córdoba (Fedecom) en toda la provincia acumuló en mayo 12 meses consecutivos de caía real interanual, con la mayor marca ese mes: -4,8%.
“La baja comenzó a acentuarse desde marzo. Lo que nos sorprendió en la última medición fue que la mayor caída (6,4%) fue en alimentos, una categoría que generalmente resiste más que otras, debido a que se trata de consumo básico”, evalúa Fausto Brandolín, presidente de Fedecom.
El relevamiento de la Cámara de Comercio de Córdoba, focalizado en los comercios de la ciudad, viene arrojando mermas aún más significativas en las ventas: desde enero de 2022, cada mes se despachan menos unidades que hace un año. En mayo, el bajón fue del 12%.
Hasta para las grandes superficies, que vienen gozando de un mayor nivel de actividad, parece haber cesado el veranito: “En mayo comenzamos a notar una retracción mayor. Es llamativa ese mes la caída transversal en la categoría bebidas, incluso en sus segmentos más resilientes y blanco de promociones, como el vino más barato y las cervezas”, reconoce el directivo de una cadena de alcance nacional.
Analistas y comerciantes citan como razones centrales de la retracción la persistencia de la alta inflación y la pérdida de poder adquisitivo. Y agregan otra razón: escasez de productos derivada de los cuellos de botella –crecientes– que enfrenta la industria a causa de la falta de dólares para importar insumos y bienes. “Ninguna de esas variables muestra signos de cambio positivo en los próximos meses. Lo que indica que el consumo seguirá en baja”, dice Brandolín, anticipando un panorama compartido por comerciantes y analistas.
2) Otra brecha que crece: el “gap” entre súper y almacenes
Mientras que los números generales del consumo masivo vienen empeorando desde hace meses, los que miden las ventas en supermercados, hipermercados y mayoristas dieron cuenta de mayor actividad incluso en el primer tramo de este año. En Córdoba, en enero, febrero y marzo (último dato disponible) los súper facturaron 25, 15 y 16 puntos por arriba de la inflación, respectivamente.
A contramano, los comercios de cercanía locales vienen con ventas a la baja desde hace meses. La marca en mayo fue del -8,9% interanual.
La principal razón de ese comportamiento dispar entre canales son los precios: el gap o brecha entre el canal que se denomina “moderno” (grandes superficies) y los almacenes toca máximos históricos. El especialista Osvaldo Del Río, titular de la consultora Scentia, pone número a este abismo creciente: comenzó en 2020 y cerró ese año en 10 puntos, el siguiente acarició los 20 y en 2022 superó los 28 puntos. Eso significa que una canasta de productos comparables se encuentra alrededor de un 28% más barata en promedio, a nivel nacional, en grandes superficies que en comercios de cercanía.
¿Razones? Varias. La mayor escala y poder de negociación con proveedores que acusa el canal moderno es una, seguida de la también más corpulenta espalda financiera con que cuenta respecto de almacenes. Sobre eso, hay otro factor apuntado como clave desde ambas veredas comerciales: el impacto de los programas oficiales de precios, hoy subsumidos en Precios Justos. Este plan, que ata los valores de dos mil productos de alto consumo a un incremento mensual de hasta 3,8% , está sólo disponible en grandes cadenas de llegada nacional. En Córdoba, son 97 bocas.
“Como suben por debajo de la inflación, esos productos quedaron muy rezagados respecto de los no listados. Además, los proveedores compensan descargando mayor precio en el comercio de cercanía”, describen en off desde un híper.
Vanesa Ruiz, gerenta del Centro de Almaceneros, coinciden en la existencia de la distorsión que los perjudica aunque no confirma su magnitud en porcentaje: “El gap es una realidad, la industria descarga aumentos en nuestro canal. El aceite es un caso emblema: subió 20% en grandes superficies y 125% para almacenes”. No obstante, destaca los malabares que realizan los comercios de cercanía para intentar mantenerse competitivos: “Se busca mucho segundas y terceras marcas, y también poner combos de productos en oferta al consumidor”. Por este canal, asegura, pasa entre el 60% y el 65% del volumen de compras. “A pesar de eso, no somos escuchados por las autoridades. En la realidad, seguimos totalmente excluidos de los acuerdos de precios”, remató.
3) Los superpoderes de la oferta, en baja
¿Cómo saber si una oferta es buena o engañosa cuando la inflación destruyó al precio como referencia? Esta pérdida de magnetismo ante un consumidor aturdido hizo mermar la intensa guerra de catálogos que disparaban las grandes cadenas por medios masivos en la puerta de cada fin de semana, destacan como termómetro desde un súper.
A la vez, el programa Precios Justos implica un envión que llega “de arriba” al sistema promocional de las mayores cadenas.
Bandolín apunta otra limitación de la oferta y la promo como palanca al consumo: “Normalmente, el atractivo más grande que tiene es la financiación, que ahora está acotada. Si bien hay alguna oferta de planes Ahora con interés debajo de la inflación, notamos que la gente no tiene margen en las tarjetas porque están recargadas”. Y esto a pesar de la ampliación del 30% anunciada por el Gobierno hace unos 15 días.
Otra consecuencia derivada de la pérdida de poder adquisitivo que va cambiando las decisiones de compra se percibe en los almacenes: “Cada vez más, la gente deja de comprar por volumen y lo hace por monto. Por ejemplo, en vez de llevar 500 gramos de jamón o queso, o bien un kilo de criollos, pide $ 400 de uno, $ 200 de lo otro, etcétera”, describe Vanesa Ruiz.
Entre los raros efectos que la inflación genera, puede contarse que una oferta genere inflación. Sí, eso mismo. Un relevamiento de la consultora PxQ detectó que el Hot Sale, la tradicional promoción masiva de venta digital organizada por la Cámara Argentina de Comercio Electrónico entre el 8 y 10 de mayo, habría colaborado en mantener alta la inflación de mayo; que será informada por el Indec en una semana. La razón que cita PxQ es que en ciertos segmentos de productos (celulares, televisores, línea blanca) las empresas inyectaron subas extras a los precios con el fin de tener margen para recortarlos durante la promo y no quedar descalzadas luego para reponer productos. Rarezas en medio de la tormenta.
4) Consumo “barrani”, ¿mito o realidad?
Uno de los intensos debates que se sumó en el último tiempo a nuestro nutrido menú de dicotomías nacionales tiene al consumo “barrani” como protagonista. El apodo, acuñado por el ingenioso libertario Carlos Maslatón a partir de un término de origen árabe, hace referencia a lo informal, lo no registrado ni por Afip ni por la estadística oficial. Pero dentro de ese gran universo económico en las sombras de larga data en la economía argentina, alude a una nueva “informalidad próspera” integrada por toda una serie de sujetos económicos que logran generar un buen nivel de ingresos por vías total o semiinvisibles: desde rentas e inversiones en criptomonedas hasta ‘salarios’ en dólares en el exterior, a partir de trabajos calificados a los que las nuevas tecnologías habilitan mayor independencia y mercado en el exterior (los programadores freelance son el principal estereotipo).
Este flujo económico en subregistro explicaría buena parte de boom de consumo en el entretenimiento (shows musicales nacionales e internacionales agotados aquí y en el país, como el citado de Taylor Swfit; teatros colmados, etcétera) y los picos de buen desempeño que por momentos registran el turismo y la gastronomía. Para algunos suena razonable, pero no son pocos los economistas que lo discuten: le bajan el precio al tamaño del universo “barrani” y destacan que, si se mira la foto grande, tanto turismo como gastronomía vienen perdiendo ritmo.
Lo que sí parece fogonear el gasto en esas direcciones es un combo de otras razones. Una de ellas, un cambio cultural pospandemia que lleva al consumidor a dejar de diferir la búsqueda de bienestar y darse el gusto, todo el que pueda, en el presente. A la vez, la disparada de precios que dejó fuera de alcance a bienes durables y aspiraciones clásicas como auto cero, la casa y el viaje de largo alcance estimula a que amplios sectores medios reconduzcan excedentes, más acotados, a placeres más modestos. Y por último está la erosión permanente del peso, otro estímulo para usarlo ‘ya’ para garantizar gratificaciones.
Otro rareza coyuntural: la provincia 25
El cruce masivo de turistas de países limítrofes a ciudades de frontera con el fin de comprar bienes de primera necesidad, abaratados muchas veces hasta un tercio de lo que cuestan en sus países a causa de nuestra brecha cambiaria, es un fenómeno que disparó el consumo en esos territorios. Mientras que en 2022, según Nielsen, las ventas de productos de consumo masivo (netas de inflación) cerraron 4,6% arriba, en localidades alcanzadas por este fenómeno se dispararon: Clorinda, 33%; Iguazú, 120%; Posadas, 16%; Concordia, 13%; y Gualeguaychú, 27%, por citar algunos ejemplos. El Ieral de la Fundación Mediterránea habla de una especie de “provincia 25″ por la magnitud de las operaciones involucradas.