Fue durante la primera presidencia de Donald Trump en Estados Unidos cuando se incubó lo que ahora ha estallado en el tablero del comercio mundial. En aquellos años (2017 a 2021), hubo quienes recordaron una ocurrente frase de Robert Solow, quien por entonces ya cargaba con más de 90 primaveras.
Décadas atrás, el economista estadounidense –ganó el premio Nobel en 1987– había cuestionado a los gobiernos que exageraban la relevancia de las balanzas comerciales bilaterales –es decir, el saldo del intercambio entre dos países–, sobre todo cuando es muy negativo para una de las partes.
“Yo tengo un déficit crónico con mi peluquero, que no me compra absolutamente nada”, ironizaba Solow, un catedrático cuya teoría sobre el crecimiento económico es probable que no le simpatice a Trump, por lo menos si uno apela a un silogismo ideológico con su par argentino, Javier Milei, quien ha confesado no comulgar con esa línea de pensamiento.
Sin disimulo, Trump reniega en la peluquería china. Durante el año pasado, Estados Unidos exportó al gigante asiático bienes por U$S 145 mil millones. A la lista la encabezaron soja, aviones y motores, circuitos integrados, medicamentos y petróleo.
Pero al mismo tiempo le compró a China por U$S 440 mil millones. En lo que va del siglo, el ingreso de bienes finales chinos a Estados Unidos se ha casi quintuplicado, con predominio de celulares, computadoras, baterías, juguetes y equipos de telecomunicaciones.
Por eso tomó dimensión el informe que elaboró la consultora TechInsights sobre el posible precio final que tendría un iPhone nuevo en Estados Unidos, un cálculo que en rigor quedó viejo, porque se hizo con una tasa de aranceles que fue incrementada casi de manera obscena días después.
Ahora, el “Día de la Liberación” de Trump ha quedado concentrado en la puja pura y dura con China, después de idas y vueltas que provocaron cuantiosos retrocesos bursátiles y, por lo tanto, pérdidas para millones de personas que invierten sus ahorros en los mercados de capitales.
Un patético regalo a la confianza que todos los días aceita los engranajes de la maquinaria del capitalismo.
En el caso de Argentina, no sólo elevó el riesgo país, sino que también impactó con bajas en los precios de materias primas sensibles para nuestra canasta exportadora, como petróleo y soja.
FMI y después
Al cierre de esta columna, se anunciaba el acuerdo con el directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI), bajo el formato de facilidades extendidas, la eliminación del cepo cambiario y el lanzamiento de un nuevo régimen con bandas para administrar el dólar, inicialmente entre 1.000 y 1.400 pesos.
El directorio del Fondo tiene 24 sillas, y la de Estados Unidos es la de mayor peso, aunque en la segunda línea de importancia están China, Japón y países de la Unión Europea. También allí se juegan los intereses geopolíticos.
Prueba de ello es que el Banco Popular chino decidió renovar por un año el vencimiento de parte del swap con el Banco Central argentino. Es el tramo que equivale a U$S 5.000 millones que había sido activado en 2023. Un gesto cuya finalidad va mucho más allá de las necesidades de Milei.
Lo mismo se puede inferir de la sorpresiva visita que realizará en los próximos días el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, que excede el marketing de sintonía entre Trump y el líder libertario vernáculo.
Un documento de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham) expone las principales barreras identificadas en el comercio bilateral que el Gobierno nacional debería resolver.
Hay de todo: desde trámites consulares con exceso de burocracia, hasta aranceles e impuestos que aplica la Argentina, pasando por las trabas a bienes de capital usados y barreras fitosanitarias.
Pero uno de los puntos más sensibles es la propiedad intelectual, en especial la relacionada con las industrias farmacéutica y de software. Aquí se puede ver la sombra del lobby de los laboratorios estadounidenses.
La entidad también aclaró que el arancel de 10% a los productos argentinos se aplica de manera adicional. Por caso, los alimentos, que tenían una tasa de 4,6%, ahora pagan 14,6%.
Pero más allá de los avatares bilaterales y de los dólares frescos del FMI y de otros organismos, con los que el Gobierno levantará un muro de contención, de aquí en adelante todas las miradas estarán puestas en las prestaciones del nuevo esquema cambiario y la capacidad del Banco Central para retener dólares y seguir reforzando sus reservas.