Estados Unidos aumentó de forma generalizada los aranceles a las importaciones. Arrancó estableciendo un arancel mínimo del 10% general, que se incrementaba al 20% para la Unión Europea, 24% para Japón, 27% para India, 46% para Vietnam y 65% para China. La medida, más impulsiva que racional, provocó que las bolsas reaccionaran con caídas muy fuertes, ante el temor de una recesión global. Junto con ello, se intensificaron los cuestionamientos internos, liderados por Elon Musk.
La acumulación de reacciones negativas y los riesgos de una oleada de represalias por parte de los países afectados hicieron cambiar de opinión a Trump, quien optó por ceder y dar otro volantazo. El último anuncio es una suspensión por 90 días y un incremento de los aranceles sobre China, llevándolos al 125%. Este cambio modera pero no elimina los impactos inflacionarios y recesivos inmediatos en Estados Unidos.
El panorama es extremadamente incierto. Aunque Argentina no está en el centro de la guerra comercial, el escenario que se avizora es muy desafiante. Es fácil enumerar las malas noticias. Pero también hay oportunidades.
El nuevo mapa del comercio internacional
Es muy difícil sacar conclusiones sobre cómo afecta este nuevo escenario global a Argentina y qué desafíos y oportunidades podría generar. En principio, los impactos directos son acotados, ya que del total de las exportaciones argentinas en 2024 sólo el 9% tuvo como destino Estados Unidos. Pero los indirectos pueden ser muy profundos.
No cuentan sólo las decisiones que tome Washington. También son muy relevantes las represalias que tomen los otros países y cómo esto cambia los flujos de comercio. Todo esto configura un contexto internacional muy complejo e incierto, que aumenta las urgencias por las adaptaciones internas.
Acelerar reformas
Frente a un escenario global que parece inclinarse hacia el proteccionismo, es probable que crezcan las presiones internas para acentuar el aislamiento económico, revirtiendo la orientación que plantea el Gobierno argentino de tender a una economía más abierta. En esto hay que ser claros y enfáticos. Dentro del mar de incertidumbres, hay una certeza: el peor error que puede cometer la Argentina es imitar las políticas proteccionistas de Donald Trump.
La Argentina aplica, fuera del Mercosur, aranceles promedio del 14% –más altos que los implementados por Trump– y que llegan hasta el 35% en algunos productos. A esto se suman múltiples barreras paraarancelarias. En este contexto, profundizar el proteccionismo no generará más empleo ni producción, sino que agravará el estancamiento económico que persiste desde 2012.

Para responder a un mundo desafiante son tan ineficaces las medidas proteccionistas, como necesarias las que contribuyan a ganar competitividad. Este es el paso imprescindible para aprovechar oportunidades. Sobre este punto cabe insistir que los déficits de competitividad de la producción nacional no los puede resolver la política cambiaria. Más allá de la pertinencia de flexibilizar el régimen cambiario, la manera genuina de ganar competitividad es generando un entorno más amigable para la producción nacional.
Esto necesariamente lleva a la necesidad de acelerar las reformas estructurales. Afortunadamente, en este desafío no hay que partir de cero. Alcanza con no seguir postergando la implementación de la Agenda de Mayo.
Por ejemplo, el punto 10 de la Agenda de Mayo pone como prioridad la integración al mundo. ¿Por qué no ser consistente con este planteo y aprovechar la agitación comercial generada por Estados Unidos para darle un nuevo y definitivo impulso que lleve a la firma del postergado acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea? Este acuerdo tendría un impacto económico muy positivo y, además, sería una señal clara en defensa de los valores democráticos y liberales hoy amenazados en la escena global.
El convulsionado contexto internacional podría ser también un factor convocante para que junto con los gobernadores se avance en el ordenamiento del sistema tributario y de coparticipación. En lugar de reclamar protección, apostar a ganar competitividad eliminando impuestos distorsivos como Ingresos Brutos, tasas municipales, impuesto al cheque y derechos de exportación. Unificar impuestos e ir a un esquema de correspondencia fiscal es la manera de bajar la evasión, mejorar la calidad de la gestión del gasto público y fomentar la inversión.
En el mismo sentido, un tema clave es la reforma previsional que garantice sostenibilidad y equidad, elimine privilegios y promueva un sistema universal que incentive el empleo formal y asegure cobertura en la vejez. Es preocupación central de la Nación, pero también de las provincias. Ante el vencimiento de las moratorias, nuevamente emerge el inconducente debate de renovarlas o no renovarlas. ¿Por qué en lugar de persistir en el mismo error como venimos haciendo desde hace décadas aprovechamos la oportunidad para iniciar un proceso de estudio, análisis y diálogo que lleve a una solución sustentable sobre la base del replanteo general del sistema? Uruguay y más recientemente Chile siguieron este camino y muestran mejores resultados.
El Acta incluye otros puntos estratégicos, como la reforma laboral, el fortalecimiento de la educación y la preservación del equilibrio fiscal. Son todos temas extremadamente complejos cuyo abordaje llevará tiempo. Pero el solo hecho de dar una señal clara y convincente de que se está avanzando en cada uno de ellos es suficiente para convertir un contexto internacional adverso en una oportunidad.
Economista, coordinadora de Idesa