BAKÚ, Azerbaiyán (AP) — Los activistas y expertos que presionan a los líderes mundiales para salvar un planeta que se sobrecalienta aprendieron que no es tan fácil, incluso en un mundo simulado.
The Associated Press llevó el juego de mesa Daybreak a las negociaciones climáticas de Naciones Unidas en Bakú, la capital de Azerbaiyán. Se pidió a expertos de tres países que participaran en el juego, que implica que los jugadores trabajen juntos para frenar el cambio climático —causado por la liberación de emisiones de gases de efecto invernadero cuando se queman combustibles fósiles como la gasolina, el gas natural o el carbón—. El objetivo del juego es evitar que el mundo se caliente demasiado o se vea superado por fenómenos meteorológicos extremos devastadores.
Tres veces, activistas, analistas y periodistas se turnaron para representar a Estados Unidos, China, Europa o el resto del mundo, e hicieron frente a desastres climáticos, trataron de reducir emisiones con proyectos como la restauración de humedales y luchar contra los intereses de los combustibles fósiles, todo de acuerdo con las cartas repartidas.
Las cartas de crisis amarillas-rojas son las que más impiden el progreso de los jugadores. Y cada ronda viene con una nueva carta, como “Tormentas: cada jugador suma 1 comunidad en crisis” por cada 0,1 grados Celsius (0,2 grados Fahrenheit) de incremento promedio de la temperatura global, o “Aumento del nivel del mar: cada jugador pierde 1 infraestructura de resiliencia”.
Estas cartas se atenúan con cartas azules que representan proyectos locales, como respecto a la eficiencia de los fertilizantes, que elimina una ficha de ganado que produce metano —otro gas de efecto invernadero—, o el transporte público universal, que elimina una ficha de emisiones contaminantes de automóviles.
En cada partida, la temperatura superó el límite que el mundo estableció en el Acuerdo de París de 2015: 1,5 grados Celsius (2,7 grados Fahrenheit) desde la época preindustrial —aproximadamente a mediados del siglo XIX—. Técnicamente, el juego no se pierde hasta que se alcanza un aumento de temperatura de 2 grados Celsius (3,6 grados Fahrenheit). No obstante, 1,5 grados se ha arraigado como un umbral en los círculos climáticos, por lo que los jugadores se mostraban derrotados cuando su mundo ficticio lo superó.
Después de solo una ronda de juego, que duró unos 20 minutos en la segunda partida, el termómetro global subió 1,45 grados Celsius (2,61 grados Fahrenheit).
“¿Cómo sucedió eso? Todo pasó muy rápido”, dijo Borami Seo, directora de alimentos y agricultura de Soluciones Para Nuestro Clima, en Corea del Sur. Ella eligió deliberadamente a Europa, posiblemente el líder mundial en política climática y ayuda financiera, para estar en posición de ayudar al resto del mundo.
No pudo hacerlo.
“Pensé que se suponía que este juego nos daría esperanza. No estoy obteniendo nada de esperanza”, manifestó Seo con una voz entre la curiosidad y la frustración.
Los dos primeros juegos se acortaron porque los jugadores tuvieron que ir a otro lado durante las ajetreadas negociaciones climáticas.
Pero el tercer juego duró 47 minutos y tres rondas. Jake Schmidt, portavoz del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, un grupo de activistas, científicos, abogados y otros profesionales para proteger al medio, jugaba el papel de “la mayoría del mundo” y un huracán golpeó en un momento en que el aumento promedio de la temperatura global era de 1,8 grados Celsius (3,2 grados Fahrenheit). Por cada décima de grado por encima de 1,2 grados Celsius, los jugadores tuvieron que agregar una ficha de “comunidades en crisis”.
Schmidt tenía más ciudades en crisis que las 12 que permite el juego: “Todas mis comunidades desaparecieron”.
El juego y el mundo perdieron.
“Estoy triste”, dijo Schmidt. “Nos hicieron papilla muy rápidamente. Fueron solo tres rondas y mis comunidades terminaron destruidas. Y ya estábamos en 1,8 (grados). Creo que necesita una ruta (de juego) más lenta; comenzar desde una base más baja”.
El juego inicia con 1,2 grados Celsius (2,2 grados Fahrenheit) por encima de los tiempos preindustriales. El mundo real está ahora 1,3 grados Celsius (2,3 grados Fahrenheit) más arriba, según Naciones Unidas.
“Eliminar las emisiones era realmente difícil”, explicó Schmidt, quien agregó que eso parecía realista. Pero añadió que lo hizo sentir más pesimista sobre el cambio climático. Le recordó lo difícil que es el problema.
Ese es el punto, reportó Matt Leacock, codiseñador del juego, quien anteriormente creó el juego de mesa Pandemia, mucho antes que la pandemia de COVID-19 asolara al mundo.
“No quisiera que la mayoría de la gente ganara el juego la primera vez que lo juega. No creo que ese sea un mensaje productivo”, explicó Leacock. “Quiero que la mayoría de la gente pierda, pero que se culpe a sí misma y aprenda de su experiencia y luego realmente quiera jugar de nuevo y decir: ‘Veo lo que hicimos mal. Tengo una idea de lo que podemos hacer mejor. Intentémoslo de nuevo y veamos si podemos lograrlo’”.
El juego tiene el mensaje político de que el mundo necesita ser salvado, dijo Leacock. Ganar —detener el aumento descontrolado de la temperatura— es factible pero difícil, y requiere una acción temprana drástica, añadió. Eso es lo que los expertos dicen que se necesita en la vida real.
Leacock, quien investigó la ciencia y la política de las negociaciones sobre el cambio climático y consultó con el Instituto de Recursos Mundiales, una organización mundial de investigación que trabaja sobre seis metas para un futuro sostenible, dijo que durante el encierro por la pandemia de la vida real hace unos años decidió convertir lo que muchos llaman una crisis existencial en un juego de mesa —uno en el que las personas trabajan juntas en lugar de unas contra otras.
Quería un juego “que pudiera marcar la diferencia”.
En el primer juego, Courtney Howard, de la Alianza Global por el Clima y la Salud, una organización mundial de expertos e instituciones para promover la salud pública frente al cambio climático, se lo tomó muy en serio y sintió el peso del planeta a medida que subía la temperatura y se multiplicaban los desastres.
“Percibes que la ansiedad aumenta a medida que te alejas de tu objetivo y los puntos de crisis se incrementan”, dijo Howard. “Así que creo que vamos a tener que anticipar una mayor ansiedad. ¿Y qué efecto tendrá eso en el comportamiento humano en el escenario local y global?”.
Howard, una médica de urgencias canadiense, jugó el papel de Estados Unidos y hacía todo lo que podía para ayudar a Nathan Cogswell, del Instituto de Recursos Mundiales, quien representaba a “la mayoría del mundo” y se veía abrumado por los problemas.
Luego, Howard recibió una carta de “indemnización de la deuda” que le permitía darle a Cogswell cualquier cosa que tuviera en su mano. Ella no iba a dejar pasar esa oportunidad, y dijo: “Me siento muy culpable por mis emisiones históricas”. Estados Unidos ha contribuido con la mayor cantidad de emisiones que cualquier otro país del orbe.
Como la mayoría del mundo en desarrollo, Cogswell aceptó la oferta de Howard, quien luego agregó una perspectiva política y médica a lo que sucedía en el tablero.
“Siento una verdadera sensación de buena voluntad”, apuntó Howard. “¿Sabías que el dar en realidad aumenta más el bienestar que el recibir? Y eso es lo que siento ahora mismo”.
Pero no ayudó: los jugadores no pudieron salvar al mundo —esta vez.
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Seth Borenstein está en X como @borenbears
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