La ola de ataques israelíes que mataron a cientos de palestinos en la Franja de Gaza la madrugada del martes fue la culminación de los esfuerzos del primer ministro Benjamin Netanyahu de retirarse del alto al fuego con Hamás que acordó en enero.
Desde el inicio de la guerra, Netanyahu ha enfrentado presiones opuestas y posiblemente incompatibles: las familias de los rehenes desean que llegue a un acuerdo con Hamás para liberarlos, mientras que sus socios de coalición de extrema derecha quieren continuar la guerra con el objetivo de aniquilar al grupo armado.
El martes, pareció apoyar a estos últimos, y el gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, ha respaldado la decisión de Netanyahu de abandonar unilateralmente la tregua que se atribuyó haber negociado.
Tanto Israel como Estados Unidos atribuyen la reanudación de acciones militares a la negativa de Hamás a liberar a más rehenes antes de que se iniciaran las negociaciones para el fin de la guerra, algo que no formaba parte del acuerdo de alto al fuego. Israel ha acusado a Hamás de prepararse para nuevos ataques, sin aportar pruebas. El grupo extremista ha negado estas acusaciones.
Hamás —que aún no responde militarmente a los ataques israelíes— ha pedido durante semanas conversaciones serias sobre la segunda fase del acuerdo de alto al fuego, que exige la liberación de los rehenes que aún siguen vivos a cambio de más prisioneros palestinos, la retirada total de Israel de Gaza y una tregua duradera. Se suponía que esas conversaciones comenzarían a principios de febrero. Ahora, es posible que nunca se concreten.
El acuerdo, alcanzado en enero, bajo la presión del gobierno saliente de Joe Biden y el entrante de Trump, exigía una tregua gradual con el objetivo de liberar a todos los rehenes secuestrados en el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, y poner fin a la guerra que provocó.
En la primera fase, que se extendió del 19 de enero al 1 de marzo, Hamás liberó a 25 rehenes israelíes y los cuerpos de otros ocho a cambio de casi 1.800 prisioneros palestinos, incluidos milicianos sénior que cumplían cadena perpetua por ataques mortales. Las fuerzas israelíes se retiraron a una zona de contención, cientos de miles de palestinos regresaron a lo que quedaba de sus hogares y se produjo un aumento importante de ayuda humanitaria.
Cada bando acusó al otro de violaciones, y los ataques israelíes mataron a decenas de palestinos acusados por el Ejército de participar en actividades extremistas o de entrar en zonas de exclusión. Pero la tregua se mantuvo.
Sin embargo, la segunda fase siempre se consideró mucho más difícil.
A lo largo de meses de negociaciones, Netanyahu la había cuestionado repetidamente e insistió en que Israel estaba comprometido con la devolución de todos los rehenes y la destrucción de la capacidad militar y de gobierno de Hamás, dos objetivos de guerra que muchos creen que son irreconciliables.
En una entrevista televisiva el pasado junio, Netanyahu puso en duda la posibilidad de un cese de acciones militares duradero antes de que Hamás fuera destruido. “Estamos comprometidos a continuar la guerra después de una pausa, para completar el objetivo de eliminar a Hamás. No estoy dispuesto a renunciar a eso”, dijo.
El 18 de enero, la víspera del alto al fuego, declaró: “Nos reservamos el derecho a reanudar la guerra si es necesario, con el respaldo de Estados Unidos”.
Aceptar una tregua permanente casi con seguridad hundiría a Netanyahu en una crisis política que podría poner fin a sus 15 años de gobierno casi ininterrumpidos.
Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas de extrema derecha, había amenazado con abandonar la coalición si Netanyahu avanzaba a la Fase 2 en lugar de reiniciar la ofensiva. Los partidos de la oposición han prometido apoyarlo en cualquier acuerdo que resulte en el regreso de los rehenes, pero su coalición seguiría gravemente debilitada, lo que haría probable que se celebraran elecciones anticipadas.
Al reanudar los combates, Netanyahu se aseguró el apoyo continuo de Smotrich. Tras los ataques, el líder israelí recuperó a Itamar Ben-Gvir, otro aliado de extrema derecha cuyo partido se apartó en enero debido al alto al fuego y que regresó a la coalición el martes.
Más allá de las maniobras políticas, el objetivo declarado de Netanyahu de aniquilar a Hamás se le habría escapado casi con seguridad de haber mantenido el acuerdo de cese temporal de acciones militares.
Hamás sobrevivió 15 meses de bombardeos y operaciones terrestres israelíes que mataron a más de 48.000 palestinos —según funcionarios sanitarios locales— y destruyeron gran parte de Gaza. Cuando se afianzó la tregua, el grupo extremista retomó su dominio de inmediato.
No hay acuerdo sobre quién debería gobernar Gaza después de la guerra, e incluso si se le concediera el control nominal a la Autoridad Palestina, respaldada por Occidente, Hamás tendría una fuerte influencia sobre el terreno y podría reconstruir sus capacidades militares.
Para muchos israelíes, especialmente para la base de línea dura de Netanyahu y sus aliados de extrema derecha, eso sería una derrota. Se sumaría a las críticas que él ya enfrenta por las fallas de seguridad en torno al ataque de Hamás de octubre de 204 donde murieron unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, y fueron secuestradas 251.
Después de que concluyó la primera fase, Netanyahu dijo que Israel había aceptado lo que describió como una nueva propuesta estadounidense, según la cual Hamás liberaría a la mitad de los rehenes restantes a cambio de una prórroga de siete semanas de la tregua temporal y una vaga promesa de iniciar negociaciones para un alto al fuego duradero.
Hamás se negó al señalar que la nueva propuesta era diferente a la que habían acordado en enero y volvió a pedir el inicio inmediato de las conversaciones sobre la Fase 2.
Incluso ofreció devolver un rehén estadounidense-israelí y los cuerpos de otros cuatro rehenes para reanudar las conversaciones, una oferta que Israel descartó y calificó como “guerra psicológica”. Steve Witkoff, el enviado de Trump para Oriente Medio, dijo que Hamás se mostraba flexible en público y que a la vez hacía exigencias “totalmente imprácticas”.
En un intento por imponer el nuevo acuerdo a Hamás, Israel detuvo la importación de alimentos, combustible y otra ayuda humanitaria a Gaza. Posteriormente, cortó el suministro eléctrico, lo que afectó a una planta desalinizadora vital. Israel también afirmó que no se retiraría de un corredor estratégico en la frontera de Gaza con Egipto, como se estipula en el acuerdo.
En días recientes, Israel intensificó sus ataques en Gaza, dirigidos a personas que, refirió, colocaban explosivos o participaban en otras actividades extremistas. El martes, alrededor de las 2 a.m., lanzó una de las oleadas de ataques más mortíferas desde el inicio de la guerra.
Trump se atribuyó el mérito de haber negociado la tregua en enero, pero desde entonces parece haberse desencantado con ella. Ha advertido que se desatará “el infierno total” si Hamás no libera inmediatamente a los rehenes, a la vez que dijo que esa es una decisión que tomará Israel.
Trump también propuso que los aproximadamente 2 millones de palestinos de Gaza sean reubicados permanentemente para que Estados Unidos pueda asumir la propiedad de Gaza y desarrollarla como destino turístico. Netanyahu ha apoyado el plan, que ha sido condenado universalmente por los palestinos, los países árabes y los expertos en derechos humanos, quienes exponen que violaría el derecho internacional.
La Casa Blanca declaró que fue consultada antes de los ataques del martes y apoyó la decisión de Israel.