No muchos la saben, pero los esclavos africanos que vivieron en Argentina y en América latina tenían un derecho que no existía en países como Estados Unidos o en el Reino Unido: litigar contra sus amos.
Uno de los historiadores que más se especializa en este tema es Adam Warren, profesor en la Universidad de Washington y especialista en historia latinoamericana colonial.
Warren recorrió varios países de la región en el marco de su investigación “Discapacidad y esclavitud en el Perú colonial y en el Río de la Plata”, respaldada por el Royalty Research Fund.
El proyecto explora cómo las personas esclavizadas –en especial durante la colonia española– recurrieron a nociones jurídicas vinculadas con el cuerpo, la enfermedad y la discapacidad para litigar contra sus amos y buscar mejoras en sus condiciones de vida.
No deja de extrañar la paradoja de que existiera esta posibilidad en un contexto en el que una persona era propiedad de otra.
En su búsqueda, Warren pasó por el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, en donde encontró material sobre litigios, descripciones de personas esclavizadas en testamentos y registros hospitalarios.
Dialogó con La Voz acerca de sus hallazgos.
–¿Cómo llegó a interesarse por este tema tan particular?
–Siempre me interesó como investigador. Escribí un primer libro sobre la medicina durante el siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Para eso pasé mucho tiempo en los archivos de Perú. En un momento en que estaba buscando información sobre médicos y cirujanos, sobre su vida cotidiana más allá de los tratados científicos, encontré material sobre litigios, que estaban guardados en en el archivo arzobispal de Lima y en el archivo general de la nación de ese país. Eran pleitos entre dueños de esclavos y entre esclavos y sus dueños. En estos litigios, muchas veces los médicos y los cirujanos eran llamados para examinar a una persona esclavizada y dar certificados, o para hacer un diagnóstico.
–¿Es un dato novedoso el hecho de que existía ese derecho a litigar?
–Esto es bastante nuevo para los historiadores. Para mí, lo interesante es que podían hacerlo en América latina, pero no en Estados Unidos o en las colonias británicas de Norteamérica o del Caribe. Así que empecé a ver esa documentación de certificados médicos escritos por cirujanos y por médicos. Cuando hace cuatro años dos amigos historiadores me invitaron a contribuir para un volumen de ensayos sobre las historias de la discapacidad en América latina, volví a ese grupo de documentos que había recopilado. Empecé a ver el tema de una manera distinta. No tanto desde el papel del médico o del cirujano, sino de la persona esclavizada.
–¿Cómo funcionaba esto en ese sistema judicial colonial?
–La persona intentaba usar el sistema judicial para cambiar y mejorar su situación. Podían acusar a sus dueños de abuso, de negligencia, de no cumplir con sus obligaciones bajo las leyes españolas, o portuguesas, en el caso de Brasil. Los esclavos litigaban para pedir permiso para conseguir otro dueño o para recibir la protección de la Corona, para conseguir tratamiento en un hospital, para obligar al dueño a sacarlo de una panadería donde trabajaba encarcelado, por ejemplo, y otros tipos de maltrato. Bajo condiciones muy duras, muchas veces invocaban sus enfermedades, sus problemas de salud para mostrar que no podían hacer determinado tipo de trabajo.
–¿Eso sucedía de manera pareja en todo el virreinato?
–Al menos en Lima, y en Argentina también surgió la estrategia legal dentro de las comunidades de esclavos de invocar los problemas del cuerpo ante los abusos de sus dueños. Litigaban con ayuda de procuradores y escribanos que ayudaban a entregar peticiones.
-¿Cuál solía ser el resultado de esas demandas?
-A veces sí, a veces no, muchas veces sí lo lograban. O por lo menos conseguían permiso para buscar otro dueño.

–¿Alguna sorpresa sobre el material que hayas encontrado en Córdoba o en Buenos Aires?
–Me impresionó que en Buenos Aires, en el Archivo General de la Nación, encontré mucha documentación de Córdoba. Noté que había mucha circulación de personas esclavizadas entre Córdoba y Buenos Aires. A veces ellas mismas viajaban con sus dueños, o bien los litigios llegaban a Buenos Aires. También noté que había mucha circulación de esclavos entre Buenos Aires y Montevideo en el siglo XVIII e inicios del siglo XIX.
-¿Hay diferencias entre lo encontrado en Córdoba y en Buenos Aires?
–Terminología como “malos tratos” aparece en Buenos Aires, pero menos en Córdoba, y no sé por qué. El lenguaje de los amparos, muy utilizado en los casos de Lima, aparece acá, pero un poco menos.
–¿Qué tipo de discapacidades se mencionaban?
–Enfermedades crónicas o males que eran resultado de la malnutrición, problemas que eran consecuencia de una lesión o de un daño que se hicieron trabajando… Una persona esclavizada mucho tiempo no caminaba bien, un brazo o una pierna que no funcionaba bien…
Warren condensará sus hallazgos en un libro sobre la historia de la discapacidad y la esclavitud. Lo hará tras volver a Estados Unidos, donde reconoce que el sistema científico pasa un momento “complicado”.
Antes de partir, dejó elogios sobre su experiencia en el AHPC y sobre la ciudad de Córdoba, que le recuerda a Granada, España, por su movimiento estudiantil.
Pronto se sabrá más sobre uno de los capítulos menos conocidos de la historia argentina.