Se anuncia que, antes del fin de este año, será aprobada en la Legislatura provincial una ley de alfabetización económica y financiera destinada a alumnos de todos los niveles educativos.
En un breve articulado, el proyecto plantea incorporar contenidos en la currícula educativa (SIC) a fin de que “las personas adquieran y mejoren sus conocimientos sobre finanzas y ejerzan sus derechos como usuarios financieros, desarrollando habilidades para usar productos y servicios financieros de forma responsable e informada, identificando sus riesgos y beneficios”.
El Ministerio de Educación sería encargado para reglamentar y aplicar esta ley.
Es posible interpretar el proyecto como una positiva reacción contra potenciales desafíos fraudulentos. Se sugiere formar a los niños desde temprana edad para evitar estafas por ignorancia o mal manejo de dinero.
(Una vez más, la educación aparece como la mejor herramienta de prevención de estas y otras amenazas).
Sin embargo, al tratarse de chicos, resulta indispensable sumar conocimientos que complementen la intención legislativa.
Un concepto por considerar es el desarrollo cognitivo infantil; en particular, su percepción del tiempo.
Hasta los 5-6 años, niños y niñas viven en un presente absoluto, sin preocupaciones por el pasado ni expectativas respecto del futuro, lo que determina un explícito límite para la adquisición de conocimientos vinculados al manejo de valores, transacciones y sus efectos.
Más aún: la alfabetización durante los primeros años depende de manera directa de las vivencias familiares en torno al uso de dinero y al concepto del ahorro.
Es recién después de los 7 años cuando se incorporan secuencias temporales; chicos y chicas aprenden a leer relojes y comprenden el calendario, nociones que les ayudan a discernir lógicas económicas.
Nivel educativo primario
La inclusión en el nivel primario de prácticas vinculadas con aspectos económicos y financieros ya fue experimentada por diversos países desarrollados como mecanismo de adaptación a la nueva economía global.
Para ello, consideraron tres etapas evolutivas: la primera, denominada “conceptual”; una segunda, reflexiva; y la tercera etapa, enfocada en entender y resolver problemas concretos.
La conclusión unánime fue que la alfabetización económica-financiara era posible después de los 10 años, edad de adquisición de conceptos abstractos vinculados con el paso del tiempo y sus periodicidades.
Una vasta evidencia científica sobre la psicogénesis del pensamiento económico en niños sustentó dichas experiencias, al coincidir en que a partir de los 11 años de edad se consolidan estructuras cognitivas que relacionan nociones y eventos económicos con la cotidianeidad, se adquiere la capacidad de uso y administración del dinero, se logra planificar estrategias y decisiones, y se resuelven eventuales problemas.
En nuestro medio, la alfabetización en aspectos económicos y financieros de adolescentes debería considerar seriamente las profundas desigualdades que dividen a la sociedad.
Apártense, padres; la escuela se encarga
Desde el punto de vista de la dinámica familiar, la propuesta tiene, como otras similares, la involuntaria pero real consecuencia de consolidar la delegación en la escuela de enseñanzas que, en esencia, corresponderían a los padres y a las madres.
Aunque la tercerización educativa es imparable.
Es en los colegios donde los chicos reciben información (y formación) en aspectos que los padres y las madres no parecen poder o no saber transmitir; desde hábitos saludables y normas de convivencia (“límites”) hasta civismo, sexualidad y ahora… economía y finanzas.
Desde este paradigma, el proyecto a punto de ser aprobado representaría otra palada de tierra sobre la fosa donde son enterradas la responsabilidad y la autoridad de los padres.
*Médico