Si fuera por el Área Metropolitana conformada por la ciudad y gran parte de la provincia de Buenos Aires, hoy Javier Milei no sería presidente de la Nación y hubiésemos asistido a una segunda vuelta entre Sergio Massa y Patricia Bullrich.
Estamos hablando de casi 5 millones de votos de Unión por la Patria entre ambos distritos sumados versus 3,2 millones de Juntos por el Cambio y casi 3 millones de La Libertad Avanza (LLA). Un destacado tercer puesto para una fuerza debutante.
No obstante, tal registro marca un importante rasgo de cara al proceso electoral de este 2025. El flamante partido libertario jugará en la decisiva área metropolitana con un perfil de aspirante. En orden de importancia, las fuerzas del cielo tendrán la menor presión en la hoy macrista Ciudad de Buenos Aires (Caba).
En tal sentido, los registros electorales de 2023 son también categóricos. El 20% de los votos obtenidos por la escuadra de Milei en la primera vuelta de aquella elección estuvo muy por debajo del 41% de Bullrich e inclusive del 32% de Massa.
Por ello, todo lo que LLA conquiste en el territorio porteño por arriba de aquel porcentaje debería ser bienvenido, así como festejado todo aquello que implique una alteración sustantiva en el tablero de posiciones.
Tal lógica de “todo para ganar” en terreno porteño alcanza en cierto modo a una provincia de Buenos Aires donde LLA en la primera vuelta electoral de 2023 obtuvo casi 2 millones de votos menos que el oficialismo kirchnerista bonaerense. Digo en cierto modo porque el mileísmo, a diferencia de Caba, ahí tendrá el reto de consolidar un segundo puesto apenas insinuado en 2023 por una diferencia de 170 mil votos respecto de un Juntos por el Cambio cuya marca puede desaparecer pero quizás no su contenido.
Las dos metamorfosis
En el ámbito de los grandes cambios, hoy la primera pregunta del millón pasa por esa zona. En particular, acerca de la suerte de agregación o de desagregación de espacios que sufrirá el tablero metropolitano en sus dos componentes territoriales principales: el que controla al presente el macrismo, Caba, y, a la par, el que domina el kirchnerismo, la provincia de Buenos Aires. Aquí vale plantear una advertencia: siendo las elecciones legislativas tierra fértil para la fragmentación, resultan poco creíbles las alusiones a listas compartidas.
Más aún, el 2024 ya transcurrido mostró una nueva división del trabajo que no reportó ningún obstáculo para que Milei, aun teniendo una fuerza política escuálida, pudiese emprender un cambio de régimen económico y hasta con el marco jurídico que sustenta su presente y futuro. En tal aspecto, vale mencionar el hito de la Ley Bases, así como del Régimen de Grandes Inversiones que le permite apuntalar una piedra angular de su hoja de ruta: la promoción de la minería y energía alrededor de la gran vedette nacional Vaca Muerta.
Sumado a ese fenómeno natural de desarticulación de medio término, la batalla política alrededor de la sanción del presupuesto, a la par de los amagues respecto al desdoblamiento electoral en la provincia de Buenos Aires, sustenta la evidencia de que el peronismo bonaerense está en medio de una dura interna tendiente a dirimir su liderazgo entre Cristina Kirchner y La Cámpora versus un Axel Kicillof que no sólo representa una nueva música biológica, sino también una redefinición del peronismo en combinación con el ala radical de paladar socialdemócrata.
Por último, hay otra circunstancia que conspira contra una alianza explícita entre LLA y el PRO: el riesgo de desperfilamiento de una fuerza cuya principal fortaleza es su distancia respecto a cualquier pacto formal con “la casta”.
Región Centro, el hinterland
Ahora bien, ¿todo aquello que resulta válido para el análisis del proceso electoral del área metropolitana, no vale para la Región Centro, el hinterland que explica en gran medida el batacazo electoral de Milei en 2023, así como su actual plataforma de popularidad? Sí y no. En primer término, parece obvio que LLA debería obtener resultados espectaculares en Córdoba, Santa Fe, San Luis y Mendoza, así como no desentonar en otras provincias como Entre Ríos y Tucumán. Sin embargo, ¿es aplicable a La Libertad Avanza semejante vara?
A esta altura cabe plantearse la duda de si aquello que fue interpretado como un evento excepcional, quizás sea el formato permanente del fenómeno Milei. En especial, un personaje que irrumpió en el escenario político desde un canal ajeno a dicha actividad, en conjunción con una inédita especialización técnica que hasta le facilita la posibilidad de arrastrar a un sistema político al cual devalúa y estigmatiza como “casta”, aunque no amenazando en modo alguno su supervivencia.
Con dicha evidencia, surge la duda si a LLA le resultará negocio lanzarse a la compleja construcción de una red propia, en el contexto de un dilatado calendario de elecciones desdobladas de las grandes elecciones metropolitanas y donde, como lo sugiere la experiencia de Mauricio Macri en 2017, un resultado contundente de medio término no garantiza nada en cuanto a los resultados de la gestión y tampoco respecto a la continuidad en el gobierno. Por el contrario, Macri abrió la puerta al tan temido regreso de un kirchnerismo que “no volvía más”.
La hasta el momento exitosa gestión del presidente Milei alimenta la certeza de que con el actual esquema de renovación parcial de las cámaras, así como de elección proporcional de los legisladores, no resulta relevante la extracción partidaria de tales actores sino, la señal inequívoca acerca de quién manda, y, lo más importante, la respuesta de un sistema que sólo le queda amoldarse a la convicción y prepotencia de trabajo de un Presidente que avasalla a dirigentes a los que antes les bajó el precio.
* Analista político, autor de “Estados Unidos versus China, Argentina en la nueva guerra fría tecnológica”