Falleció Beatriz Sarlo. Con ella también se va una generación de intelectuales de centroizquierda que, con sus aciertos y errores, pensó no sólo en la transición democrática liderada por Raúl Alfonsín, sino también en un país distinto.
Sarlo fue una intelectual aguda, filosa, frontal, que supo cosechar admiradores y detractores. No tenía problemas en opinar y tomar posición sobre las diferentes problemáticas de la discusión pública en la coyuntura política. Solía decir: “Prefiero no hacer balances (…), prefiero explorar, ser contemporánea del presente” (Sarlo, en Mercader García, 2012).
En la década de 1980, más concretamente en julio de 1984, Sarlo formó parte de la fundación del Club de la Cultura Socialista, junto con otros intelectuales.
El Club fue un espacio que apoyó en su inicio al alfonsinismo. José Aricó fue el principal promotor del proyecto intelectual, cuyo objetivo era analizar los problemas políticos, sociales y culturales de las sociedades argentina, latinoamericana y mundial.
Los lineamientos fundamentales del Club, en sus declaraciones, afirmaban la búsqueda de una nueva reflexión teórica. Pero también procuraban “una nueva cultura política en el área de la izquierda, (…) aspira a contribuir a esa renovación atrayendo el esfuerzo de todos aquellos que se interroguen críticamente sobre el significado actual del socialismo como identidad ideológica, cultural y política”.
“El Club surge como producto del encuentro de dos experiencias de exilio: la del grupo de argentinos refugiados en México y la del núcleo de intelectuales que en Buenos Aires emprendieron Punto de Vista”, afirmaba Aricó.
Es decir, su creación es consecuencia de la unión de dos grupos de intelectuales de izquierda.
El primer grupo se había nucleado en torno a la revista Controversia en México: Aricó, Oscar Terán, Juan Carlos Portantiero, Jorge Tula, Emilio de Ípola, entre otros; todos miembros que habían regresado del exilio en México.
El segundo grupo estaba formado por integrantes de la revista Punto de Vista que se empieza a publicar en Buenos Aires en 1978 y se mantiene hasta 2008. La revista era dirigida por Beatriz Sarlo y su consejo estaba integrado por Carlos Altamirano, María Teresa Gramuglio, Hugo Vezzetti e Hilda Sábato, entre otros.
Con respecto a los exiliados en México, Sarlo recordaba que “estaban pensando estas cuestiones de un modo más articulado y complejo. Nos resultó un paralelo extraordinario porque cotejábamos lecturas, y eran los mismos libros los que estábamos leyendo aquí y allá”.
Estos dos grupos (Controversia y Punto de Vista), sin saberlo y en paralelo, estaban repensando y revisando concepciones del marxismo y de la violencia revolucionaria. Se ponen a la tarea de renovar el pensamiento de la izquierda aceptando concepciones y principios propios de la democracia liberal, pero siempre manteniendo una posición política e intelectual de centroizquierda.
El Club, a partir de la victoria de Alfonsín, buscaba colaborar con la reconstrucción y fortalecimiento de la democracia, pero también le interesaban la renovación de la cultura y el debate académico y político de la izquierda.
La década de 1980 marca un período en que se desarrolla un revisionismo de conceptos importantes en la teoría política, sociológica y filosófica. Comienza un debate significativo hacia dentro de los sectores intelectuales vinculados con la izquierda, donde se da un reordenamiento, modernización y reconfiguración institucional en el campo académico y político de esos años; se revisan discusiones propias del socialismo a partir de la incorporación del paradigma democrático.
Así, la democracia se convierte en un concepto clave para reevaluar experiencias teóricas y políticas, a partir de las cuales se debía pensar el presente y el futuro de las sociedades.
Una intelectual crítica
Sarlo, como intelectual, formó parte de todo este debate en la Argentina, en el cual se ponen en tensión los conceptos y programas marxistas hegemónicos de las décadas anteriores, buscando darles un nuevo significado a la luz de la democracia representativa y liberal que emergía en 1983.
Este cambio implicó un tránsito teórico desde la revolución hasta la transición y desde el socialismo hasta la democracia. Cuando hace referencia al momento del retorno de la democracia liderada por Alfonsín, señala que fue “el mejor momento de la sociedad argentina. La gente votó para que hubiera democracia, para que hubiera juicios. Y Alfonsín cumplió estrictamente con su promesa”.
Se fue Beatriz Sarlo. Quienes pudimos leer algunas de sus obras reconocemos en ella la reflexión lúcida, inteligente, valiente y crítica. En una oportunidad, se le pregunto: ¿Qué es una persona inteligente?”, y lúcidamente respondió: “Quizás alguien que contemple siempre la capacidad de contradecir sus propias convicciones, es decir, que ponga en cuestión la seguridad con que afirma, o ponga en cuestión la seguridad con que niega”.
Como sabemos, fue una gran lectora de Pierre Bourdieu. Una de las huellas más nítidas del sociólogo francés en la escritora argentina es pensar que una de las tareas del intelectual es elaborar y brindar herramientas a la sociedad en general y a los agentes en particular, para que estos tengan más instrumentos con los cuales intentar desentrañar estructuras de poder y de dominación que funcionan como divisiones naturales, como consecuencias de habitus estructurados en el tiempo.
Quizás sea apresurado hablar de legado, pero me animaría a decir que una de las enseñanzas que nos deja es la rebeldía: ser críticos pese a todo, no aceptar tal cual se dice que son las cosas; porque siempre puede haber otra mirada, otra interpretación de la realidad. En suma, nunca resignarse y siempre perseverar y construir futuros, que es sinónimo de construir sueños.
* Licenciado en Sociología y Ciencia Política (UNC)