La reciente renuncia de Justin Trudeau como primer ministro de Canadá tras nueve años en el poder, mucho mejor seguida en todas sus fases por los medios europeos que por los sudamericanos, marca un hito en la política continental y hemisférica, abriendo una encrucijada política, económica y jurídica.
Trudeau, un emblema progresista, deja un vacío que plantea interrogantes sobre el futuro de Canadá, su relación con Estados Unidos y su proyección política en un mundo cambiante.
Las circunstancias políticas que llevaron a la renuncia de Trudeau
Trudeau asumió el liderazgo del Partido Liberal en 2013 y fue elegido Primer Ministro en 2015, como un soplo de aire fresco en la política nacional e internacional. Enfrentó un severo desgaste en el último tramo de su tercer mandato consecutivo.
El hijo de Pierre Trudeau (aquél que atravesara una crisis similar al final de su larga gestión) perdió apoyo en un marco de fuerte división partidaria, combinada con el auge del Partido Conservador bajo el liderazgo carismático de Pierre Poilievre.
La pospandemia, los problemas económicos, la inflación, algunos escándalos en su entorno y ciertas medidas “desesperadas” que atentaron contra el equilibrio fiscal, motivaron la renuncia de su vicepresidenta Cristya Freeland (hasta entonces su mano derecha) y un ultimátum de los diputados de su partido exigiendo la dimisión.
Trudeau procura evitar una derrota histórica, facilitando la reorganización de su partido antes de las elecciones (previstas para octubre, con ingente presión del sector conservador para adelantarlas).
La situación jurídica de Canadá como estado del Commonwealth
Con casi 10 millones de km2 de superficie y 40 millones de habitantes, Canadá es una monarquía parlamentaria dentro del Commonwealth, con Carlos III como jefe de Estado. Es soberana en términos políticos y jurídicos, habiendo completado su proceso de independencia en 1982, permitiendo al país su propia Constitución.
Pese a este status de independencia, los lazos simbólicos con la Corona británica son objeto de debate. Grupos republicanos dentro de Canadá han cuestionado la relevancia de mantener a un extranjero como jefe de Estado.
¿La renuncia de Trudeau abrirá una hendija para que estas discusiones resurjan?
Se entiende que las elevadas expectativas de un triunfo conservador disiparían esa tensión, pero especialmente los partidos de izquierda, como el Nuevo Partido Democrático, reclama el debate en este punto.
La imbricación Canadá-Estados Unidos
Canadá es la décima economía mundial, con abundantes recursos naturales que incluyen petróleo, gas, minerales y bosques. Es también el principal proveedor de energía de Estados Unidos y su mayor socio comercial. Más del 75% de las exportaciones canadienses tienen como destino a su vecino.
El Tratado Canadá-Estados Unidos-México (T-MEC), sucesor del NAFTA, regula buena parte de esta relación económica. Los cambios en la política económica de EE.UU. como los aranceles aplicados por Donald Trump durante su presidencia, nuevamente anunciados para este mandato, pueden impactar en la economía canadiense.
En ese contexto de transición política, la estabilidad económica de Canadá dependerá de la aptitud de su gobierno para relacionarse con Washington y diversificar sus mercados internacionales, especialmente en Asia y Europa (donde las novedades políticas de Ottawa están siendo monitoreadas con particular interés).
Por el momento, ha sido la propia presidenta de México, Claudia Sheinbaum, la que ha descartado cualquier cimbronazo con la renuncia de Trudeau en el T-MEC.
Proyecciones políticas
El panorama está marcado por la polarización entre liberales y conservadores. Los primeros tratarán de mantener su relevancia tras la salida de Trudeau, ganando terreno los conservadores con un enfoque crítico hacia las políticas de inclusión promovidas por el dimitente.
En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, Trudeau se mantuvo alineado con la administración demócrata de Joe Biden. Poilievre, de 46 años y líder de la oposición desde 2022, presenta un enfoque más pragmático ¿Está alineado con Donald Trump? Ello está por verse y habrá “pruebas de amor” como la cooperación energética (paralizada por los liberales) en particular la explotación de los oleoductos Keystone XL que nacen en Alberta (una provincia parecida a nuestro Neuquén) y podrían llegar hasta Texas.
¿Encontrarán los liberales (todos miran a la exvicepresidente Freeland, con experiencia en relaciones exteriores y finanzas) que pueda recuperar el electorado al que oportunamente cautivó Trudeau (jóvenes, ciudadanos, progresistas)? ¿O será la oportunidad de Polievre? Si se adelantan las elecciones, es más probable la segunda opción.
Posibilidades de anexión u otro tipo de asociación con los EE.UU.
La idea de una anexión formal de Canadá por parte de Estados Unidos (sugerida por Trump en su campaña electoral) ha sido históricamente marginal y rechazada tanto por la población canadiense como por su clase política.
Sin embargo, la dependencia económica y los vínculos culturales entre ambos países han llevado a algunos analistas a sugerir la posibilidad de profundizar la integración (existen instrumentos de libre comercio desde 1988) mediante acuerdos más robustos.
En una crisis política o económica prolongada, podrían resurgir voces a favor. Pero la temida (sobre todo en Europa, quizá por culpa y por qué no por paranoia) reversión de la “anschluss” (Alemania-Austria en épocas de Hitler) no parece posible; además del gravísimo costo político y humano que han tenido este tipo de confusiones soberanas en la experiencia histórica, existe un fuerte sentido de identidad nacional canadiense, una valoración de sus redes sociales, su salud pública, su independencia en política exterior que diferencia ampliamente a ambos países.
En cualquier caso, Canadá deberá navegar con cuidado para mantener su estabilidad política, aprovechar su potencial económico y reafirmar su lugar como un actor relevante en la escena internacional. La elección de un nuevo líder y la dirección que tome el país en los próximos meses serán determinantes para su futuro.