Entre la población, existe una idea general de lo que signfica el concepto de ciencia y tecnología (CyT). Y, según la “enciclopedia libre”, el cordobesismo sería una variante regional del peronismo cordobés, a partir del exgobernador José Manuel de la Sota.
Pero la misma fuente admite su origen en el anterior exgobernador Eduardo Angeloz, aunque predominando la idea de “isla” para ubicar a Córdoba en el contexto nacional.
Las redes expresan otros conceptos de cordobesismo, basculando entre la seriedad y lo jocoso, lo portuario y lo mediterráneo, entre muchos “ismos” mezclados en cambalache.
Lo que no debe ser cambalache es la reacción frente al ignominioso ataque del Gobierno nacional contra la educación, la CyT, la salud, los jubilados, los valores culturales y un largo etcétera.
Un doloroso resumen
En un año y medio de desgobierno, se destruyó lo que costó décadas y mucho trabajo construir; se niega financiamiento a la investigación; se bloquea el ingreso de 800 investigadores capacitados y seleccionados en rigurosos concursos; el poder adquisitivo salarial de becarios e investigadores cayó el 40%; no se ejecutan créditos internacionales ya otorgados para CyT; los jóvenes investigadores son expulsados, en una nueva fuga de cerebros y sin entrever un posible retorno; se recurre con frecuencia al dinero personal del investigador para conservar servicios de luz, de limpieza y de seguridad, y se anularon las leyes de financiamiento universitario y de CyT.
En este marco, varias universidades ya fueron “desaparecidas” y casi todas están imposibilitadas de funcionar en forma adecuada.
Como si esto fuera poco, se induce a la población a subestimar la ciencia, a los científicos y sus instituciones, ignorando sus logros en materia de desarrollos, como, entre otros, los de energía nuclear, radares de vigilancia y meteorológicos, satélites, cohetería propulsora y salud (vacunas anti-Covid, fiebre hemorrágica, chagas, inmunoterapia oncológica).
Estas conquistas no fueron sólo académicas, sino que permitieron fundar organismos soberanos y fuentes de divisas nada despreciables. Y mientras todo se enajena o, simplemente, se regala a “amigables” empresas multinacionales del Hemisferio Norte, se retira a la Argentina de la Organización Mundial de la Salud, con el peligro sanitario que ello implica.
El gobierno de Milei miente cuando dice lo siguiente:
1) “Las universidades inventan estudiantes para cobrar más fondos”, mientras se presentan periódicas rendiciones de cuentas sobre la planta docente-estudiantil, con detalles de gastos e inversiones.
2) “Los pobres no están en las universidades”, en tanto una gran proporción de estudiantes son debutantes universitarios de grupos familiares de escasos recursos.
3) “No se audita lo gastado en las universidades”, cuando estas instituciones son auditadas en forma periódica y permanente por los organismos correspondientes.
4) “Los salarios universitarios superan a los del sector público”, mientras las cifras oficiales del mismo Gobierno muestran que aquellos están bajo la línea de pobreza.
5) “La Ley de Financiamiento Universitario atenta contra el equilibrio fiscal”, una falsedad que se desmiente sola, toda vez que la educación insume sólo el 0,14% del producto interno bruto (PIB), inferior no sólo al de universidades del Primer Mundo, sino de otros países latinoamericanos. Y el presupuesto para CyT fue rebajado por Milei del 0,30% al 0,15% del PIB.
Según datos oficiales, Argentina se convirtió en uno de los países más desiguales y con mayor polarización económica: el 50% de los hogares tienen un ingreso inferior a la canasta básica; el 80% tiene ingresos inferiores a los $ 750 mil, y en el 20% de hogares los ingresos son superiores a esa cifra.
Movilizaciones
En mayo y en octubre de 2024, convocatorias en defensa de la vapuleada CyT movilizaron a centenares de miles de compatriotas en cada ciudad grande y pequeña, y se llegó a superar el millón en todo el país.
En Buenos Aires, los drones mostraron las avenidas y diagonales convergentes al Congreso Nacional rebosantes de manifestantes, como lo fueron en Córdoba con las calles desbordadas desde la Ciudad Universitaria hasta el Centro de la ciudad. Hermosos espectáculos de pacífica convergencia de intereses también en Río Cuarto, en Villa María y en San Francisco, como en ciudades del resto de las provincias argentinas.
Fueron marchas de docentes universitarios e investigadores, de estudiantes y becarios, junto con sindicatos, gremios, organizaciones sociales y de derechos humanos, pero también con el apoyo de la numerosa y anónima sociedad, que superó el 75% de la población argentina.
Todas sin violencia, contra el ultraje a la CyT desde la asunción del presidente Javier Milei. Pero, según la óptica distorsionada de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, “hubo grupos con palos, bombas molotov, cuchillos y palos”.
No obstante, reiterados comentarios hicieron notar que la mayor parte de los convocados eran de la generación sub-40, pocos profesores-investigadores senior y contadas autoridades universitarias de rango máximo. Algunos se preguntan: ¿se le podrá atribuir esto a la siempre entusiasta y fogosa juventud? ¿Los docentes-investigadores de categorías superiores prefieren hacer la plancha? ¿Será parte del cordobesismo? Otros prefieren no preguntar ni opinar.
¿Qué pasa en Córdoba?
Hace un tiempo, se lanzó la convocatoria para una nueva movilización en muchas ciudades del país, donde trabajan numerosos investigadores, desde becarios hasta investigadores superiores del Conicet o su equivalente de universidades nacionales.
Córdoba y su añeja universidad, la más antigua del país y de las primeras en Latinoamérica, demoró demasiado en adherirse. Excepto por la Adiuc (Asociación de Docentes e Investigadores Universitarios de Córdoba), no se escucharon las necesarias voces de sus principales autoridades, sino hasta varios días después del debut de la nueva iniciativa.
Finalmente, la convocatoria se concretó en Ciudad Universitaria. De miles de participantes en pasadas manifestaciones, asistieron sólo 400 silenciosos oyentes, del mismo rango etario que el señalado.
Se leyó un comunicado, que pocos escucharon por falta de amplificación y con un discurso de “maestro Siruela” que casi todos olvidarían rápido. Sin genuina convicción ni pasión, como una obligación que se debía cumplir. Un resultado decepcionante y una desconcentración con sensación de haber participado… en nada.
Muchos medios del país y del extranjero se manifestaron sobre la catastrófica situación actual de la CyT. Pero, para Córdoba y gran parte de “sus mayores”, pareció como quien oyera llover. Algunos quieren resistir y organizarse contra esta amenaza extrema, pero no parecen lograrlo. Y se preguntan: ¿sólo se trata de hacer la plancha? ¿De refugiarse en las aulas o laboratorios? ¿De esperar el fin de los necios? ¿De temer al pensamiento crítico? ¿De reflejar el cordobesismo?
*Profesor emérito UNC, investigador de Conicet (jubilado)
