Uno de los talentos que más nos distingue como argentinos es la persistencia en una mediocridad general, que nos mantiene cómodamente anclados en los fondos del desarrollo desde hace décadas. Argentina es, por ejemplo, el país sudamericano que menos creció en los últimos 40 años, sólo superado en esa caída por el abismo venezolano.
Esta medalla de mediocridad la hemos ganado, entre otras razones, gracias a una clase dirigencial prebendaria, que en sus diferentes vertientes –legislativa, sindical, judicial, religiosa, empresarial– ha sobrevivido en general prendida al Estado como una garrapata.
Una clase que también se ha mostrado mentalmente cerrada a ideas y reformas que se probaron exitosas en otros lugares del mundo y que lleva 70 años diciendo que lucha contra la pobreza mientras no ha hecho otra cosa que producir pobres en cantidades aluvionales. En algunas ocasiones, los exponentes de esta nube dirigencial también exhiben sus marcadas limitaciones a través de anécdotas y episodios pequeños pero que acaban siendo significativos.
Esta semana, el viceintendente de Córdoba, ciudad que solía ser conocida como “la Docta” y que se ufana de tener una de las primeras universidades de América, fundada hace más de cuatro siglos, contó en diferentes entrevistas periodísticas que mantuvo no uno sino dos encuentros con seres extraterrestres. El primero, en la zona del cerro Uritorco, de Capilla del Monte, en compañía de un monje lama tibetano y del secretario de Gobierno de la localidad.
El viceintendente capitalino contó que vieron una familia de cinco extraterrestres (“Nosotros decíamos que eran la mamá, el papá y los tres hijos”), que flotaban en el aire, se les acercaron en forma de luces y se pusieron a hablar en un lenguaje no terrestre pero que les fue traducido en simultáneo por el secretario de Gobierno, quien al parecer era un políglota versado en lenguas interestelares.
No satisfecho con ser el primer político argentino en hacer un contacto extraterrestre, el segundo jefe de la ciudad de Córdoba insistió en otra visita, esta vez al mirador del cerro Alfa, en la misma zona, y en esta ocasión –afirmó– visualizó las luces de Erks, una ciudad mitológica habitada por aliens: otra de esas fábulas creadas por gurúes descuidistas para atraer a ingenuos.
La anterior figura argentina que había departido con extraterrestres en Capilla del Monte fue la cantante Patricia Sosa, quien desde el balcón de un cerro terminó cantando para dos naves alienígenas que encendían y apagaban sus luces al ritmo de sus melodías.
Suele ser una pérdida de tiempo intentar que los crédulos reconozcan que sus percepciones e interpretaciones son erróneas. No sirve, por ejemplo, decir que los fulgores que muchas personas dicen ver desde diferentes alturas cercanas a Capilla del Monte son apenas luces de automóviles que se desplazan más abajo, por pueblos y caminos cercanos, desenfocadas por la oscuridad y por la distancia.
Pero muchos de nuestros políticos, que prefieren ir a departir a programas de espectáculos en lugar de ofrecer conferencias de prensa sobre su trabajo, ¡conocen tanto de Claudio María Domínguez y tan poco de Bertrand Russell, el filósofo británico que expuso el daño que generan los sistemas basados en dogmas y en creencias incomprobables!
A muchos de nuestros dirigentes les cuesta distinguir entre la astronomía y la astrología. Son incapaces de explicar la Teoría del Big Bang, pero pueden pasar horas hablando sobre las características de la personalidad de los nacidos bajo el signo de Sagitario. Como el diputado nacional de La Libertad Avanza que esta semana se negó a votar a favor de la iniciativa Estrellas Amarillas, sobre víctimas de accidentes de tránsito, porque pensó que se trataba de una alusión pagana anticatólica.
La evidencia científica es terreno resbaladizo para el cerebro de muchos de nuestros dirigentes. El silencio es cosa de sabios, pero muchos de nuestros políticos son un electrodoméstico fallado que funciona al revés: más hablan mientras más ignoran los temas que abordan. El engaño, más que el Estado, es lo que ha estado presente en las últimas décadas de nuestra terrestre historia.
