¿Te imaginaste alguna vez con 60, 70, 80, 90 años? ¿Cómo te ves, cómo te sentís, qué deseás? ¿Qué imagen te devuelve el espejo? ¿Te sentís a gusto? ¿Te genera rechazo?
El envejecimiento poblacional y la prolongación de la expectativa de vida nos han regalado una oportunidad única: poder pensarnos personas envejecientes. El envejecimiento es un proceso. No nos convertimos en personas mayores de un día para el otro. Envejecer es vivir; vivir es envejecer.
Hoy, 15 de junio, se conmemora en gran parte del mundo el Día Internacional para la Toma de Conciencia sobre el Abuso y Maltrato en la Vejez.
Sin embargo, hace tiempo, en Argentina lo conocemos como el Día del Buen Trato a la Persona Mayor. A tal punto de invisibilización de las personas mayores hemos llegado que debemos establecer una fecha para identificar los estereotipos y prejuicios violentos que culturalmente nos atraviesan y que constituyen los cimientos del maltrato.
No sabemos envejecer. El fenómeno del envejecimiento poblacional es reciente. Mis ancestros próximos jamás se imaginaron viejos, viejas. Y aquí están, y aquí estamos inmersos en una gran paradoja: queremos vivir más pero no queremos envejecer.
Hace meses que las personas mayores son tendencia, y si bien en esa tendencia subyacen las “buenas intenciones”, lo cierto es que la gerontofobia, el edadismo, el viejismo o como queramos denominar a la discriminación –consciente e inconsciente, real o simbólica, física, psíquica, espiritual, económica, etcétera– hacia las personas por razones de edad han florecido. ¿Tanto miedo nos da el paso del tiempo?
En ese miedo, emerge el tutelaje, la infantilización, la mirada homogénea de una de las etapas de la vida más heterogéneas del ser humano. Y en ese miedo, una mujer que toma sol en el perímetro de su casa en pleno aislamiento es una “vieja desobediente” y un grupo de personas mayores que hacen fila en la puerta de un banco son “pobres jubilados”.
Y en ese miedo, los y las dirigentes mayores (como por ejemplo el presidente Alberto Fernández, el gobernador Juan Schiaretti y la canciller alemana Angela Merkel) son líderes que gestionan un contexto difícil, mientras que las personas mayores en residencias de larga estadía (o geriátricos) son “pobres abuelitos”.
Una reciente encuesta impulsada por la Facultad de Psicología de la UBA reveló que las personas mayores han presentado más recursos emocionales que los jóvenes para afrontar el aislamiento.
Según explicó el psicogerontólogo Ricardo Iacub, esto se debe a dos teorías: una es que la experiencia adquirida a lo largo de la vida les permite lidiar mejor con el contexto presente; otra teoría tiene que ver con la sensación de que la vida no es tan larga y que no hay tiempo que perder.
El día en que dejemos de ver en los demás el proceso que negamos en nosotros, o mejor dicho, el día en que nos miremos como sujetos plenos de derechos y obligaciones, ciudadanos adultos capaces de admirar la potencia que nos habita, estimo que la temática de la vejez dejará de ser un problema; más bien se convertirá en una oportunidad.
Estamos convocados a construir un nuevo modo de hacer visible la vejez, nuestra vejez. Estamos invitados a mirarnos en el espejo del paso del tiempo, a incorporar la temática del envejecimiento como un logro y no como un problema, a reinventar, a deconstruir las nociones prejuiciosas y estereotipadas que nos habitan.
Quiero envejecer en una cultura que no me descarte. Que no me invisibilice. Que no me desempodere. Que respete mi autonomía y derecho a decidir sobre mi propia vida. Quiero envejecer en una cultura que valore mi impronta, mi experiencia.
Cuando hablés de las personas mayores, pensá en tu propia vejez y en cómo te gustaría que te traten. Sin estereotipos hay buen trato.
*Licenciada en comunicación y gerontóloga