Javier Milei celebró el acuerdo comercial con Estados Unidos con la misma exaltación que manifestó la noche de la sorprendente victoria del 26 de octubre.
“Están dadas las condiciones para que Argentina entre en un nuevo siglo de oro”, exclamó Milei, a tono con su par Donald Trump, quien prometió “una nueva edad de oro” para su país y para el mundo, por su gestión.
El acuerdo se logró tras 20 años de arduas negociaciones, al mismo tiempo que se recordaba en Argentina que dos décadas atrás se rechazaba la propuesta de un Área de Libre Comercio de las Américas (Alca).
La iniciativa de George Bush (h) fue descartada en la cumbre de Mar de Plata, bajo el liderazgo de Néstor Kirchner y de Hugo Chávez. “Alca... al carajo”, proclamó envalentonado el líder populista venezolano.
Axel Kicillof, a tono con el ideario kirchnerista, hizo un acto el 5 de noviembre para celebrar el fracaso del Alca.
A favor y en contra
El convenio, que demandará una larga negociación jurídica para definir “la letra chica”, asoma –a grandes rasgos– como promisorio en alimentos –las acciones vinculadas al agro subieron hasta 23%– e inversiones, aunque la industria y otros sectores deben aggiornarse.
El acuerdo fijará reducción de aranceles a industrias clave y alineamiento a estándares internacionales en cuanto al trabajo, a la propiedad intelectual (patentes) y al cuidado del ambiente.
Los fabricantes de acero y aluminio festejan la posibilidad de ingresar a la mayor economía del mundo, así como los frigoríficos, que hasta ahora sólo tenían disponible la venta de 20 mil toneladas de carne.
Uno de los puntos que despiertan mayores incógnitas es el compromiso de trabajar “en la estabilización del mercado mundial de la soja”.
Durante la reciente rebaja de retenciones que dispuso Luis Caputo para el ingreso de dólares, los productores sojeros estadounidenses cuestionaron la desventaja que suponía frente al mayor consumidor mundial: China.
Pero hay varios puntos a favor a partir del hecho de que Estados Unidos es el segundo destino de las exportaciones argentinas de bienes (U$S 6.394 millones, según el Indec) y el mayor destinatario de los proyectos de la economía del conocimiento.
El país del Norte ya es el principal inversor, con partidas por U$S 31.800 millones (17% del total) en 2024. El acuerdo abriría las puertas para el ingreso de mayores fondos para minería y energía.
La contraparte será la llegada de medicamentos, productos de tecnología de la información, vehículos automotores y una variada gama de bienes agrícolas (nuevos y usados).
Quienes defienden a rajatablas el acuerdo sostienen que Argentina está ahora ante la posibilidad de comerciar con la economía más importante del mundo.
Quienes evalúan el tema con cautela advierten que la clave estará “en la letra chica” y en la decisión política de Trump, que se reservó el derecho para la vigencia de los diferentes tramos del convenio.
En otras palabras, la puesta en marcha quedará sujeta a las internas de la política norteamericana.
El metro cuadrado
“¿Cuándo toca en mi metro cuadrado?”, es una expresión que comenzó a usar la gente común para interrogar cuándo las bondades de los anuncios y de la macroeconomía llegan a sus bolsillos.
Sin una macroeconomía ordenada en cuanto a las variables de inflación y del dólar, es imposible que crezcan las inversiones y los negocios, que tendrán efecto sobre el empleo y sobre los salarios.
Desde 1994, cuando se sancionaron los cambios en la Constitución y se fijó la obligación de discutir una nueva coparticipación, la sociedad espera una reducción de impuestos.
La modernización laboral es necesaria para la mitad de los trabajadores que se desempeñan en la informalidad y, de paso, para solucionar una parte del déficit en las jubilaciones, por el registro de más aportantes.
Estas normas se discutirán recién a partir de febrero próximo, por lo que su aplicación demorará.
Analistas estiman que los efectos en “el metro cuadrado” no se percibirán hasta el segundo semestre de 2026.
En lo inmediato, Córdoba anunció una reducción de impuestos con un costo fiscal de $ 450 mil millones. Aquí sí habrá más dinero en el bolsillo de los contribuyentes y para ciertas actividades de las pymes.
La clave está en conciliar las expectativas de los individuos y el tiempo de ejecución de los anuncios.

























