Según datos recientes, en 2019, unos 27 millones de personas consumían estimulantes de tipo anfetamínico, lo que equivale a una de cada 200 personas en el mundo. Sólo ese mismo año, 20 millones consumieron éxtasis.
La producción de estas drogas también aumentó de manera significativa: más del 95% de los laboratorios descubiertos entre 2015 y 2019 dedicados a estimulantes de tipo anfetamínico fabricaban metanfetamina, una droga extremadamente potente y adictiva.
El mercado ilegal se ha visto modificado por una notable disminución de precios y por una mayor disponibilidad, factores que han hecho que las drogas sintéticas fueran más accesibles para la juventud, un grupo especialmente vulnerable.
Esta accesibilidad, junto con el avance tecnológico, genera un aumento exponencial en la diversidad de sustancias: el número de nuevas sustancias psicoactivas conocidas se ha sextuplicado desde 2009, y en 2020 se registraron 1.047 sustancias únicas.
Además, cada año surgen más de 500 nuevas drogas sintéticas, lo que desafía la capacidad de regulación y respuesta de los gobiernos y sistemas de salud.
Un dato preocupante es la evolución en la concentración de sustancias activas. Por ejemplo, los comprimidos de éxtasis que se venden actualmente suelen contener más del doble de MDMA en comparación con 2011, pero mantienen precios similares, lo que incrementa el riesgo de sobredosis y efectos adversos.
Desafíos para los sistemas de salud y de seguridad
Estas drogas sintéticas impactan no sólo en la salud individual, sino que también sobrecargan los servicios de emergencia y generan consecuencias sociales y económicas profundas.
La clandestinidad y rápida evolución química (mediante modificaciones continuas) dificulta el diagnóstico y tratamiento, lo cual representa un desafío médico sin precedentes.
La globalización del mercado de las drogas sintéticas exige respuestas coordinadas internacionalmente. Se hace imprescindible fortalecer la educación pública, capacitar a los profesionales de la salud y urgencias toxicológicas, y desarrollar tecnologías para la detección rápida y efectiva de estas sustancias.
Sin embargo, más allá de las respuestas técnicas, es fundamental abordar las causas estructurales del consumo problemático y construir una política integral y basada en evidencia científica.
El aumento de las drogas sintéticas representa uno de los mayores retos contemporáneos en salud pública. Frente a esta crisis, la comunidad global debe actuar con urgencia para proteger la salud y el bienestar de millones de personas.
¿Qué podemos hacer como comunidad?
● Informarnos y compartir información: difundir los riesgos reales del consumo, especialmente entre los jóvenes.
● Capacitar a los profesionales: formar a médicos, a personal de emergencias y fuerzas de seguridad para actuar ante sobredosis.
● Apoyar políticas públicas eficaces: promover leyes y programas de prevención y tratamiento basados en evidencia.
● Fomentar la cooperación internacional: controlar la producción y el tráfico de forma coordinada.
● Ofrecer tratamiento y acompañamiento: brindar recursos a quienes enfrentan problemas de consumo y a sus familias.
Las drogas sintéticas representan uno de los desafíos más urgentes y complejos para la salud pública global. Ante una amenaza que avanza en silencio, el llamado es claro: actuar ahora, con decisión, cooperación y una mirada integral.
- Director de Toxicología de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (Fisp)