Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, una fecha emblemática en todo el mundo. Se trata de una jornada que sirve para visibilizar la lucha constante de las mujeres y de las diversidades por el reconocimiento de sus derechos, por la equidad de género y, en definitiva, por una sociedad más justa para toda la ciudadanía.
Ese día, el Gobierno nacional emitió un provocativo mensaje en el que cuestionaba los “privilegios” asociados a la ideología de género, defendió los recortes en áreas relacionadas y atacó la denominada ideología woke (identificada con la toma de conciencia y la sensibilidad sobre temas sociales y políticos, en especial los que tienen que ver con el racismo o con la desigualdad de las minorías).
El Gobierno nacional, como otros movimientos conservadores, modificaron el espíritu y el significado de dicho término, al convertirlo en un insulto.
Por otra parte, se justifican los recortes presupuestarios en áreas de género con el argumento de que, a pesar del aumento en el gasto, las soluciones reales no llegan a las víctimas.
También señalaron una supuesta reducción del 20% en los femicidios durante 2024, datos que organizaciones feministas cuestionan, al señalar inconsistencias y metodologías poco transparentes para esos cálculos.
Al margen de las controversias que el Gobierno pretende generar, los comentarios emitidos durante el 8-M son errados e inoportunos.
En primer lugar, porque al minimizar la violencia sistemática contra las mujeres y rechazar la diversidad sexual, ignora realidades profundamente arraigadas en la sociedad argentina.
Segundo, porque la eliminación de instituciones y de programas dedicados a la igualdad de género representa en muchos casos un retroceso en derechos que costó conquistar y consolidar.
Con gobiernos de uno y otro signo ideológico, en Argentina se lograron avances significativos en las últimas décadas, como la legalización del aborto (2020), la educación sexual integral (que, desde 2006, ha sido fundamental para prevenir abusos, reducir embarazos adolescentes no deseados y promover la diversidad sexual) o el matrimonio igualitario (2010), entre otros.
Estos logros reflejan el compromiso de la sociedad argentina en avanzar hacia una igualdad real y efectiva en la que –como pregona el gobierno libertario– cada quien es libre de ejercer su vida privada sin que nadie le exija cómo tiene que pensar o qué tiene que hacer con su cuerpo.
Comentarios erróneos e inoportunos como los vertidos durante el 8-M buscan deslegitimar estas conquistas e ignoran la historia de lucha y resistencia –en especial de las mujeres– para construir una sociedad más justa e inclusiva.
No está claro cuánto de ignorancia, cuánto de prejuicio y cuánto de estrategia comunicacional y política opera entre quienes manejan la difusión de las redes sociales de Casa Rosada. Parece haber dosis equitativas de cada elemento.
Pero el 8-M y sus conquistas no debieran asociarse a un partido ni ser patrimonio o responsabilidad de un movimiento político determinado, sino un anhelo transversal de una comunidad que quiere vivir en paz y con tolerancia, sin enfrentamientos innecesarios que impidan solucionar los problemas reales que padecemos.