No es sencillo dar con las verdaderas causas por las que muere tanta gente en siniestros viales. Choques, vuelcos o despistes que van engrosando las listas de fallecidos como consecuencia de un fenómeno que pocas veces tiende a la baja en materia estadística, pese a las campañas y a las recomendaciones que se difunden casi a diario.
Es de inferir que la imprudencia puede contribuir a la suma de desgracias al volante de un vehículo automotor o en el manejo de una motocicleta.
La irresponsabilidad que se puede cotejar con múltiples factores, entre ellos, la alta velocidad en rutas, en calles y en avenidas en zonas urbanas, o la conducción temeraria y sin capacidad de reacción luego de una copiosa ingesta de bebidas alcohólicas.
No es casual que en repetidas ocasiones estas tragedias se produzcan de madrugada o ya en el amanecer de un nuevo día, en particular durante los fines de semana o los feriados largos.
No es momento de echar culpas, aunque en la mayoría de las colisiones o los despistes fatales los reportes policiales consignan que quienes viajaban en el vehículo siniestrado eran personas jóvenes.
Con todo, al repasar los antecedentes inmediatos referidos a la provincia, surgen datos que asustan. Y tienen que ver con los motociclistas. Como dimos cuenta días atrás, con base en un registro propio de La Voz, durante el mes de diciembre, que llega a sus últimos días, de los 29 fallecidos que se registraron por eventos viales, 20 eran motociclistas.
Resulta igualmente abrumador saber que la tragedia sobre dos ruedas en territorio cordobés se cobró la vida de 136 conductores en 2024.
Otra cifra que ahonda el escepticismo nos dice que en lo que va del año murieron al menos 316 hombres y mujeres en el marco de toda clase de contingencias viales en rutas y en calles urbanas Y la realidad vuelve a golpear: el 43% de los fallecidos iban en moto.
Es de señalar que aún persiste la mala costumbre de circular en moto sin el casco protector colocado, tanto en el que maneja como en el acompañante. Y, peor aún, observar el traslado de menores de edad en condiciones de inseguridad que alarman.
Es en estos casos cuando se hace imprescindible la presencia en las calles de inspectores de tránsito, como lo es la Policía Caminera en zonas de rutas.
Nadie parece estar a salvo en tanto no se tomen las medidas extremas de precaución, incluso en relación con los peatones que perdieron la vida atropellados.
No hay que omitir la cantidad de víctimas que resultan con heridas graves tras un accidente vial y que en algunos casos llevarán secuelas de por vida.
Algunos refieren a la inseguridad vial como la “segunda pandemia”. Y la Organización Mundial de la Salud la ubica como un problema global de salud pública. Sólo con la conciencia de los riesgos que existen al manejar un vehículo se podrá atenuar una escalada de fatalidades que parece no tener freno.