Pese a la gama de hechos cotidianos que predisponen a ver el horizonte con cierto grado de escepticismo, por fortuna hay noticias que merecen ser celebradas. Más aún cuando se trata de datos sobre progresos a favor de la salud pública; es decir, de la vida.
La mención nos remite a una temática de indiscutido valor humanitario, como es la donación de órganos con fines de trasplantes.
Los datos difundidos recientemente son alentadores respecto de la necesaria concientización colectiva sobre la importancia de salvar o mejorar la calidad de vida de pacientes que transitan una dolencia a veces irreversible.
Vale enfocarnos en el informe difundido por el Consejo Federal de Salud al cabo de la última reunión de este año, que se realizó días atrás con la presencia del ministro nacional del área, Mario Lugones, y de los titulares de las carteras sanitarias del país.
Los datos revelan que durante 2025 la Argentina alcanzó un récord tanto de donación como de trasplantes de órganos y de tejidos. El organismo federal informó que este año se concretaron 906 procesos de donación de órganos, con los que se superaron los 883 donativos contabilizados en 2019, poco antes de que se declarara la pandemia de Covid-19 en la Argentina.
Más acá en el tiempo, y en un mapeo interanual, las buenas noticias se reflejaron igualmente en la donación de tejidos, con 1.242 procesos registrados en 2025 frente a los 1.156 que se alcanzaron en 2024.
Ahora bien: en línea con la reflexión inicial, lo relevante del informe radica en que un total de 4.497 personas recibieron en 2025 trasplantes de órganos y de tejidos que colaboraron significativamente a salvar y a mejorar su calidad de vida.
Un valorable gesto, fruto de la concientización personal y, también, de las campañas emprendidas por diferentes vías de comunicación. Encomiable vocación de personas que en algún momento de sus vidas se comprometen con la donación de órganos.
Se trata de estadísticas que deberían sostenerse y superarse con el transcurrir de los años. Sin embargo, para que ello ocurra, no sólo se necesita el acto fraternal de los donantes, sino también de políticas tendientes a optimizar los sistemas de salud. En este caso, sobre la procuración y la ablación de órganos.
También mejorar cuestiones relacionadas con los trámites de inscripción en las listas de espera. Pero vale insistir: el sistema de salud debe estar preparado y altamente instrumentado para hacer frente a los nuevos desafíos.
No son consejos ni advertencias tomadas a la ligera. Algo de esto se escuchó en la reunión del Consejo Federal de Salud por parte de Carlos Soratti, titular del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante, más conocido por sus siglas: Incucai.
Todo puede ser perfectible, pero nada modifica la entrega de miles de personas de espíritu humanitario. “La donación de órganos salva vidas”, propagan las campañas. Y la sensibilidad social será vital.
























