La educación financiera para niños, niñas y adolescentes se ha instalado a escala global como una herramienta indispensable para el manejo y el conocimiento de la economía doméstica. Ello con la advertencia de que nada de esto sería venturoso mientras los progresos digitales al alcance de la mano no se manejen a conciencia, tanto de parte de los menores como de sus padres.
En ese marco, entra a jugar un rol determinante el uso de la billetera virtual como medio de pago de los consumos cotidianos, ya sea para una salida de esparcimiento, la compra de indumentaria o cargar la tarjeta del colectivo, entre otros trámites operados desde el celular, incluida la alternativa del ahorro.
Es habitual que el sistema digital de reintegro instantáneo sume adherentes desde los 13 años.
Vale insistir: un avance tecnológico que debe estar orientado desde la conciencia individual y del acompañamiento familiar. Asimismo, de la formación en las esferas correspondientes, de modo de evitar desviaciones de alto riesgo psicológico, como pueden ser las apuestas online, si bien el acceso a esa red está prohibido para menores de 18 años.
La madre de un chico de 14 años razonó con acierto respecto de lo que es el desafío parental en este tema. Para un informe que publicamos días atrás, la mujer dijo que le pareció importante que su hijo comience a familiarizarse con el dinero digital, aunque precisó que todo fue “consensuado” en el entorno hogareño.
En resumen, los adultos a cargo del menor le envían dinero al instante a la billetera digital y tienen la posibilidad de hacer un seguimiento de los gastos en tiempo real, por cuenta asociada, incluido el rubro de cada transacción. No se trata de controles rigurosos (aunque puedan ser necesarios en algunos casos) sino de colaborar en el conocimiento de la minoridad sobre un fenómeno en expansión.
En este contexto de transformaciones, hay reportes estadísticos coincidentes en el sentido de que alrededor de un 60% de los adolescentes argentinos utiliza cuentas digitales para administrar su economía, en la mayoría de los casos con dependencia familiar, excepto quienes reciben dinero por alguna gestión de tipo laboral.
Es necesario y justo hacer la salvedad de que en tiempos de penurias económicas como los que atraviesa la Argentina, no son pocos los niños, niñas y adolescentes que no pueden recibir un aporte de un padre o de una madre que apenas si reúnen el presupuesto necesario para la alimentación.
Con todo, la pregunta no se limita a saber si está bien o mal que los menores manejen sus gastos desde aplicaciones digitales, sino a profundizar la educación financiera para evitar que el progreso derive en situaciones no deseadas, como el citado desarreglo personal de las apuestas online.
Desde la psicopedagogía y la psicología, Gabriela Totano advierte que las billeteras digitales en poder de menores “no son un problema en sí mismas, pero requieren “acompañamiento, información y diálogo”.
Es decir, que el desarrollo no nos pase por encima.