Si se toma como referencia el Centro de la ciudad de Córdoba y algunos barrios cercanos, habrá que admitir que el “fenómeno naranjitas” ha quedado entre las asignaturas pendientes de solución, pese a los múltiples intentos para ordenar el estacionamiento vehicular que ensayaron durante años las distintas gestiones municipales.
La mayoría de estos personajes urbanos son consecuencia directa de la pobreza, de la desocupación y de la urgencia por contribuir con unos pesos al magro presupuesto hogareño.
Pero no todo se puede medir con la misma vara. A la par de los cuidacoches agrupados en cooperativas, y por ello autorizados para operar en zonas barriales determinadas, proliferan los “naranjitas ilegales”, cuyo accionar extorsivo y violento contra dueños de vehículos determinó no pocas intervenciones policiales y judiciales, con detenciones incluidas.
Son, en cierta medida, sujetos moldeados en las pendencias callejeras, como también vinculados a las barras de clubes de fútbol que (se ha probado) tienen el monopolio del “servicio” de estacionamiento automotor en los estadios, con tarifas exorbitantes.
Como venimos reflejando en nuestras páginas, hay casos de abusos en verdad inconcebibles. Como el del “naranjita” que el 25 de febrero pasado fue apresado en barrio Nueva Córdoba acusado de amenazar a un automovilista con dañarle el rodado si no le pagaba, pese a que el conductor había estacionado frente a la puerta de su propia casa.
Hay también situaciones delictivas que vienen a engrosar los índices de inseguridad urbana. Esta vez, un cuidacoches “trucho” fue detenido, el 14 de febrero, cuando intentaba robar las pertenencias de un automóvil en barrio Urca. El malviviente fue descubierto merced al sistema de seguridad “Ojos en Alerta”, monitoreado por la Policía y al cual pueden llamar los vecinos ante situaciones delictivas.
Es decir, el problema pasa a tomar otras connotaciones si un sujeto se coloca un chaleco de color naranja para robar vehículos estacionados.
Los barrios Nueva Córdoba, Cerro de la Rosas, General Paz, Alta Córdoba y Alberdi, entre otros, son áreas de riesgo ocupadas por personas que de alguna manera sustituyen el vacío legal y el poder de policía del municipio en materia de un estacionamiento medido de cumplimiento difuso.
“Yo le cobro aunque usted esté dentro del auto esperando a alguien. Yo le cobro por el espacio público que ocupa”, se despachó un “naranjita” como si ostentara un alto cargo de funcionario municipal.
Son situaciones difíciles que se reiteran a diario no sólo en Córdoba. Se repiten en ciudades del interior provincial y en zonas serranas. En Buenos Aires los llaman “trapitos” y tienen similares antecedentes de aprietes y de enredos de todo orden con la gente.
No se trata de sacar por la fuerza a los centenares de cuidacoches que se observan en las calles de Córdoba. Pero las autoridades competentes tienen la obligación de poner orden ya no únicamente en el irresuelto tema del estacionamiento, sino también en salvaguarda de la seguridad de los automovilistas.
Demasiados problemas afronta la gente como para dejarla a merced de personajes prepotentes o violentos.