El invierno arrancó con inclemencias propias de una ola polar que, en el caso de la provincia de Córdoba, se siente con el rigor de temperaturas mínimas de varios grados bajo cero, sobre todo en zonas serranas. Sin dejar de lado la sensación térmica aun más severa por los fuertes y helados vientos que soplan desde el sur.
Y, como cada año de sensaciones gélidas, lamentablemente se reiteran episodios trágicos por la temeraria costumbre de calefaccionar viviendas de manera precaria o por dejar activados equipos a gas que no han tenido el mantenimiento indicado.
Braseros, estufas, calefones y pantallas conectadas a garrafas forman parte del peligro.
En todos los casos, se trata de tomar los recaudos necesarios, para aventar peligros latentes, ya sea por un incendio de la vivienda o por la inhalación de monóxido de carbono, un gas tóxico y letal que se ha cobrado la vida de centenares de personas en regiones de la Argentina al cabo de décadas.
Habrá que admitir, sin embargo, que el problema tiene connotaciones sociales, pues el invierno visibiliza más aún la pobreza y la precarización en la que vive mucha gente.
El Estado no debe desentenderse en la tarea ya no sólo de informar a la población sobre los riesgos de manipular objetos inseguros y sin mantenimiento para templar los ambientes. El compromiso es más extendido y alcanza a los grupos sociales vulnerados que, al parecer, no figuran en el radar del Gobierno nacional, enteramente ocupado en que no se derrumbe la economía.
Como informamos días atrás, en lo que va de junio (con referencia hasta el día 22), ya se contabilizaron tres muertos en la provincia de Córdoba por el tema del frío, dos de ellos por incendios domiciliarios y un tercero por presunta intoxicación con monóxido de carbono.
No hay estación del calendario anual que no merezca la atención a los desprotegidos, pero es de acabado conocimiento de las autoridades públicas que el invierno deja serias secuelas, tanto por los accidentes mencionados como por la proliferación de enfermedades respiratorias que afectan principalmente a los menores de edad y a personas mayores.
Si bien el citado gas letal puede detonar una desgracia en cualquier hogar, sin distinción de clases sociales, la pobreza está más expuesta. Y así lo certifican los registros durante años.
En resumen, para mantener el calor en los ambientes cerrados, existe un amplio listado de recomendaciones que deben estar presentes en las campañas de prevención al respecto.
Se trata de la prudencia individual y del mantenimiento que compete, por ejemplo, a los consorcios de edificio en altura en relación con las conexiones de gas dentro y fuera de los departamentos. Son diligencias clave, que no siempre se atienden en tiempo y forma.
El invierno recién empieza y la mayoría de los pronósticos anticipan nuevas olas polares en casi todo el territorio nacional. Una oportunidad para ahondar en materia de prevención y de difusión estatal sobre los peligros caloríferos.
