Tal como parece no suceder en otros países del mundo, en el nuestro abundan los directores técnicos de fútbol, los psicólogos y los economistas. Quizá este último rubro, por razones que están ancladas en las sistemáticas crisis por aquí acaecidas, es el que tiene una presencia mediática casi paroxística, las cuestiones de la economía diaria forman parte del diálogo cotidiano y ocupan un espacio de privilegio en todas las variantes de los medios de comunicación.
Sin embargo, y para sorpresa de no pocos, toda esa carga informativa no se traduce en un saber acumulado, tal como puede apreciarse en el estudio denominado “Los adolescentes y las finanzas”, realizado sobre un universo de edades entre 14 y 19 años.
El informe es altamente revelador de lo que ha sucedido en ese segmento etario en sólo cuatro años, pandemia mediante y tras la difusión de las billeteras virtuales. Revelador de lo que ha cambiado el mundo bancario y financiero con las llamadas fintech y también de una nueva forma de marginación: la exclusión digital.
Sólo en los dos años últimos se ha duplicado el uso del dinero virtual en el segmento aludido, al punto de que un 50% de los consultados ya no usa efectivo, y el uso de las billeteras virtuales escaló al 89%. Ello corrobora que estamos inmersos en una nueva era capaz de darles la razón a quienes desde hace mucho vienen anunciando la muerte del dinero en papel. Pero todo logro inventa problemas nuevos.
Mientras la exclusión digital se ha visto reducida por el uso masivo de esa herramienta que es el teléfono celular, el desconocimiento fino de los alcances de esas herramientas financieras potencia los riesgos de las estafas virtuales. Estos delitos tecnológicos victimizan no sólo a los no nativos digitales, sino también a quienes se manejan cómodamente con las nuevas tecnologías.
Estos últimos –que son la mayoría de jóvenes y adolescentes– quedan a un clic de todas las formas de engaño, cegados por lo que suponen un conocimiento acabado de tales herramientas. Y como estas se encuentran al alcance de niños y niñas, que aún no diferencian juego de realidad, estos ingresan sin problema a los sitios de apuestas online, en la convicción de que salir es tan simple como ingresar. Craso error.
En el país de los economistas, urge que los programas educativos incluyan la educación financiera de manera prioritaria, a efectos de que los adolescentes aprendan a administrar sus recursos y a entender sobre todo que ellos son finitos y que el juego no es mero entretenimiento. No pocos de los encuestados lo están entendiendo, al punto de reclamar tal educación financiera, por lo que resta a quienes educan encarar la otra parte de la tarea.
Ello sin perjuicio de que desde la política se avance para acotar esa epidemia que es el juego online, tarea harto difícil, dado la maraña de intereses y la tremenda capacidad que tienen las compañías de casinos virtuales para doblegar voluntades. Entre tanto, nuestros adolescentes apuestan hasta en las horas de clase, un espectáculo del que deberíamos privarnos.