Pueden ser varias las razones por las cuales el crimen de Nora Dalmasso quedó en las sombras de la impunidad. Pero hay una de inequívoca constatación: el deplorable rol de la Justicia en su deber de dilucidar el caso y de condenar al autor (o a los autores) de este homicidio, ocurrido en noviembre de 2006 en la ciudad de Río Cuarto.
El viudo de la víctima y único procesado en la causa, Marcelo Macarrón, fue absuelto de culpa y cargo al cabo del enrevesado juicio oral que culminó el pasado martes en la Cámara del Crimen N° 1 de aquella ciudad, con la participación de jurados populares.
Ya no hay marcha atrás. La impunidad quedó consagrada. Los años transcurridos desde el asesinato de Nora Dalmasso determinaron la prescripción de la causa, esa figura penal que, en gran medida, pone al descubierto la inoperancia y la desidia de la Justicia para resolver un expediente.
Será difícil revertir el penoso desempeño de los seis fiscales que se fueron sucediendo sin pena ni gloria en la instrucción del caso. A tal punto llega el fiasco que habría que indagar si las autoridades del Ministerio Público Fiscal y el propio Tribunal Superior de Justicia de la Provincia no tendrían que haber tomado cartas en el asunto ante eventuales desviaciones procesales que ameritaran sanciones.
Como una suerte de burla al destino (y a la víctima), ahora se evalúa poner en acción a un séptimo fiscal. Lo que no se hizo en más de 15 años, difícilmente pueda dirimirse con un mero cambio de nombre. Sería de una gravedad impensada que algunos de los representantes del Ministerio Público que tuvieron en manos el expediente hayan sido conniventes con el poder político de entonces y con algunos “peces gordos”, como describe la jerga popular a los personajes influyentes de la sociedad.
Todo el proceso estuvo teñido de sospechas y de rumores de pasillo. Hasta se llegó a la burda decisión fiscal de detener al albañil Gastón Zárate, quien cobró fama entre los vecinos como “el perejil” del caso Dalmasso. Del absurdo, es difícil volver.
Para coronar la frustración y algo de mal gusto, el fiscal de Cámara, Julio Rivero, redondeó su alegato, por el cual solicitó la absolución de Macarrón, con una frase que lo coloca en los arrabales del decoro: “Mucha mierda hubo en este juicio. Hace tres meses que nos estamos revolcando en la mierda”, dijo.
¿Será esa definición inflamada la más acertada para resumir los constantes zigzagueos de la Justicia desde que, el 26 de noviembre de 2006, Nora Dalmasso fue encontrada sin vida y con signos de estrangulamiento en su casa de Villa Golf?
Sólo queda la resaca de un proceso plagado de errores y de confabulaciones de distinto grado.
Por ahora, el asesino carga con el crimen en la conciencia, pero camina libre por la calle. La Justicia lenta e inoperante tiene mucho que ver.
