En la era digital, la conectividad es mucho más que una comodidad: constituye una condición básica para la inclusión social, la educación y el desarrollo económico.
Sin embargo, el acceso desigual a internet y a las habilidades tecnológicas demuestra que, aunque la mayoría de las personas esté “conectada”, no todas lo están en igualdad de condiciones.
Esta realidad define la llamada “brecha digital”, un fenómeno que sigue dividiendo a sociedades enteras en América latina y que también afecta a Córdoba.
Según el Centro Regional de Estudios sobre el Desarrollo de la Sociedad de la Información, casi 80% de la población del Cono Sur accede a internet. Pese a ello, las desigualdades internas entre zonas rurales y urbanas, así como entre sectores con distintos niveles de ingreso, siguen siendo profundas.
El reto actual no se limita a conectar a más personas, sino a garantizar un uso equitativo y significativo de esa conectividad.
En Córdoba, los datos del informe “Habilidades digitales 2024″, elaborado por Cepal junto con el Gobierno provincial, ofrecen un panorama mixto. El 62% de los cordobeses posee habilidades digitales básicas o superiores, y el 78,7% de los hogares cuenta con conexión a internet.
Sin embargo, las disparidades territoriales son marcadas: mientras la Capital alcanza un 83,7% de hogares conectados, departamentos como Pocho, Minas, Río Seco y Sobremonte no superan el 31%.
El estudio también distingue dos niveles de brecha: la primera, vinculada al acceso a infraestructura –sólo el 46% de los hogares dispone de una computadora o notebook–, y la segunda, a la apropiación tecnológica.
Aunque el 93% utiliza mensajería instantánea y el 90%, redes sociales, apenas el 44% maneja planillas de cálculo, competencia crucial para el empleo y para la educación.
Universidades y políticas territoriales cumplen un papel central en la reducción de estas desigualdades, al promover proyectos que vinculen la tecnología con la identidad local, con la educación y con la producción.
La conectividad significativa –que contempla velocidad, calidad, asequibilidad y habilidades digitales– constituye el verdadero objetivo.
Aunque la distancia entre hogares más ricos y más pobres se redujo del 51% al 30%, las diferencias de género y de territorio persisten. Las mujeres jefas de hogar enfrentan mayores obstáculos por sus menores ingresos y por la sobrecarga de tareas de cuidado.
La brecha de género y las asimetrías territoriales reflejan que el acceso técnico no garantiza inclusión real. Conectar a quienes aún están fuera de la red es una obligación, como lo es brindar herramientas que permitan usar esa conectividad para el desarrollo personal y comunitario.
La expansión de infraestructura debe complementarse con políticas públicas que garanticen dispositivos accesibles, tarifas reducidas y formación digital, especialmente para hogares de bajos ingresos.
No alcanza con cables y antenas: se necesitan vínculos, formación y oportunidades que transformen la conectividad en desarrollo humano.
Es momento de que las autoridades profundicen las estrategias, fortalezcan la alfabetización digital y garanticen un acceso equitativo a la tecnología.
Achicar la brecha digital es condición indispensable para la igualdad de oportunidades.























