La última medición de la inflación en Argentina, correspondiente a enero de 2025, fue de 2,2%, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Es la cifra más baja desde el inicio del Gobierno de Javier Milei, y la menor en los últimos cinco años.
El dato es, sin duda, un alivio para la economía, en un país hasta no hace mucho tiempo acostumbrado a convivir con índices exorbitantes.
La desaceleración de los precios es una señal positiva que refleja, al menos en parte, el éxito de las medidas de ajuste fiscal y de política monetaria impulsadas por la administración actual.
Sin embargo, esta buena noticia convive con una realidad preocupante: el costo de vida sigue siendo inalcanzable para gran parte de la población.
Según el mismo Indec, una familia tipo necesita ahora más de $ 1.033.715 mensuales para cubrir sus necesidades básicas de alimentación, servicios y vestimenta. Algo que no podía hacer, hasta el primer semestre de 2024, un 52,9% de la población.
Esa es la canasta básica total (CBT), que abarca a un hogar compuesto por un matrimonio y dos niños en edad escolar.
A esto se le suman otros datos preocupantes, si se tiene en cuenta que el sueldo básico actual es de $ 292.446 y que la inflación interanual alcanzó el 84,5%.
Otro factor que agrava la situación: el fuerte aumento en los impuestos inmobiliarios y en los servicios esenciales (que en algunos casos superan la inflación interanual), lo que añade una carga extra a los bolsillos de la ciudadanía.
La baja inflación, en este contexto, no alivia lo suficiente.
La crisis –que aún está lejos de ser vencida– sigue afectando el poder adquisitivo. Aunque la inflación se desacelere, los precios ya se encuentran en niveles elevadísimos para la mayoría de los hogares, muchos de los cuales ven cómo sus ingresos no alcanzan para cubrir cuestiones básicas.
Esta dualidad económica plantea un desafío central para el gobierno nacional, pero también para los provinciales y municipales, que deben moderar y evaluar sus gastos con máxima responsabilidad, para intentar trasladar los ahorros que se logren a quienes hacen denodados esfuerzos por pagar sus impuestos.
La reducción de la inflación es un paso fundamental para recuperar la estabilidad económica, pero no es suficiente si no se acompaña de medidas que permitan mejorar los ingresos, bajar los precios y la presión tributaria y garantizar una distribución más equitativa de la riqueza.
Sin políticas que incentiven la generación de empleo formal y aumenten el poder adquisitivo de los trabajadores, la baja en la inflación será apenas una estadística alentadora en medio de un escenario social desesperanzador.
La lucha contra la inflación no puede llevarse a cabo a costa de una profundización de la pobreza. Es necesario equilibrar los esfuerzos de estabilización con la protección a los sectores más vulnerables.
Argentina enfrenta un momento decisivo, ya que, al final del día, el éxito económico de un país se mide por la calidad de vida de su gente.