La inflación se desaceleró en abril al registrar una suba de precios de 2,8%, frente a 3,7% de marzo último. El aumento en el primer cuatrimestre alcanzó a 11,6%, el menor desde 2020 para ese período inicial del año.
El Gobierno nacional festejó ese dato junto al de que la inflación interanual de 47,3% fue la más baja de los últimos cuatro años.
Destacó también que estos logros se basan en una política de eliminación del déficit fiscal, del mantenimiento de la base monetaria por la no emisión y por la liberación del tipo de cambio.
La eliminación del cepo provocó en los primeros días una estampida en ciertos precios, que luego se corrigieron por la caída de la demanda, ante ingresos que en el mejor de los casos están a la par de la inflación o levemente por encima.
Las consultoras admiten que en las dos últimas semanas hubo cierta estabilidad, en especial en alimentos y bebidas, rubros en los cuales los sectores vulnerables gastan casi la mitad de sus ingresos.
La reacción de los consumidores no es similar en todos los niveles socioeconómicos. Los de ingresos altos, por caso, provocaron una expansión de compras de automóviles, electrodomésticos y viajes al exterior.
Sin embargo, la desaceleración de la inflación y la competitividad que ofrecen los productos importados están haciendo temblar el andamiaje productivo.
La crónica diaria registra el cierre de empresas de distintos sectores o la paralización por el ingreso de bienes importados, por la notable reducción de aranceles para productos de telefonía -cuya producción se detuvo transitoriamente en Tierra del Fuego- y por los altos costos que registra la vestimenta en nuestro país.
Este rubro incrementó sus valores en 3,8% en abril, es decir, 35,7% más que el promedio de otros ítems.
En todos los casos, los fabricantes locales argumentan que los precios se encarecen entre 25% y 50% por la carga impositiva de los tres niveles del Estado.
No se observa una acción concurrente para bajar el peso tributario sobre lo que se produce en la Argentina.
Este dato puede generar un escenario negativo para el empleo, ante el cierre o la parálisis de numerosos establecimientos que enfrentan una fuerte competencia o una caída en la demanda de ciertos productos.
Por otra parte, el ministro de Economía, Luis Caputo, intervino personalmente para evitar subas en supermercados y en automotrices, además de no homologar paritarias que superaran un incremento de uno por ciento mensual.
Las autoridades pretenden llegar a las decisivas elecciones legislativas del 26 de octubre con una inflación mensual del uno por ciento.
Más allá de los resultados logrados, las presiones oficiales no constituyen una base sólida para la baja paulatina de los precios.
La desaceleración es un logro plausible del Gobierno, en un contexto de alta inflación en los últimos años.
En una economía que permaneció cerrada por décadas, la política oficial debe ofrecer herramientas para una competencia equilibrada, sin desatender los efectos colaterales de una acelerada liberación de las importaciones.