Córdoba atraviesa un 2025 marcado por la tragedia en sus rutas y calles. Las cifras son alarmantes: el mayo que pasó dejó al menos 39 personas muertas a causa de choques, vuelcos y otros siniestros ocurridos en la provincia, según el registro de La Voz.
De esta manera, mayo se convirtió, por ahora, en el peor mes del año en materia vial.
En abril se habían registrado 23 fallecidos, mientras que en marzo la cifra fatal había sido de 33 casos, al tiempo que en febrero fueron 29 y en enero, 34.
En lo que va de junio, se registraron al menos nueve muertes en la Capital y en el interior.
De esta manera, en lo que va de 2025, ya murieron 167 personas a causa de motivos tan evitables como los del tránsito. Dicho de otra manera, una vida se apagó cada 24 horas, y una familia quedó pulverizada.
Las principales causas de estos siniestros son exceso de velocidad, consumo de alcohol y otras sustancias, distracciones al volante (como el uso del celular), maniobras temerarias y, en muchas zonas rurales, la falta de casco en motociclistas.
La inseguridad vial crece de noche, cuando se multiplican los excesos y disminuye el control.
Detrás de estas cifras, hay una constante: la negligencia de conductores. No se trata de accidentes inevitables, sino de siniestros previsibles. Cada muerte en la ruta es una tragedia anunciada, fruto de una combinación de imprudencia, egoísmo y falta de conciencia sobre las consecuencias de cada decisión al volante.
El problema no es nuevo ni exclusivo de Córdoba, pero sí exige una respuesta urgente, profunda y sostenida.
No alcanza con más controles o campañas esporádicas: hace falta un cambio cultural. Es imperioso instalar la educación vial como política pública transversal, que atraviese las escuelas, las familias, los medios de comunicación y las políticas urbanas.
Educar no es sólo enseñar señales de tránsito: es formar ciudadanos responsables, empáticos, conscientes de que cada acción en la vía pública puede salvar o destruir una vida.
En este contexto, resulta fundamental que tanto el municipio como la Policía Caminera de Córdoba mejoren el control preventivo y territorial.
Las multas por infracciones son altas y puede que en algunos casos sean disuasivas, pero muchas veces llegan tarde, cuando el daño ya está hecho.
La presencia activa y visible de controles, sobre todo en horarios críticos y en zonas de alta siniestralidad, puede disuadir conductas peligrosas y salvar vidas.
El registro de La Voz se basa en datos policiales, judiciales y de otros medios, que luego son contrastados con fuentes oficiales. Pero estos registros sólo contabilizan los muertos. Hay, además, una enorme cantidad de personas que resultan heridas y con graves secuelas tanto físicas como psicológicas.
Los registros deben servir para diseñar políticas públicas. No se trata sólo de sancionar, sino de prevenir con inteligencia y constancia.
Córdoba no puede seguir contando muertos sin revisar de forma integral su sistema de prevención, control y formación.
La seguridad vial debe dejar de ser una tragedia repetida para convertirse en una prioridad colectiva.
